Se cree que los orígenes del Santuario se remontan al año 597 de la era cristiana.
Para escapar de la persecución, algunos monjes basilianos subieron a las alturas del monte Etna, llevando una imagen de la Virgen pintada en una tabla de cedro.
La leyenda cuenta que la mula que transportaba la imagen se detuvo en un punto determinado y comenzó a cavar con sus pezuñas en el suelo, donde apareció una "veta" de agua.
Los monjes vieron esto como una señal divina y decidieron detenerse en el lugar indicado por la mula. Y fue allí, con el consentimiento del Papa Gregorio Magno, donde fundaron el monasterio gregoriano de Vena. El culto a Nuestra Señora de la Vena se extendió ampliamente en la zona. Theophane Cerameo, un hombre de gran cultura, que nació en Vena, habla de ello.
La historia de Vena tiene orígenes antiguos; su iglesia se levanta sobre las ruinas del antiguo monasterio basiliense, destruido a lo largo de los siglos. En el interior de la moderna estructura se pueden ver valiosos mosaicos que describen la historia del monasterio.
Del sitio Aleteia:
Ocurrió el 6 de enero de 1865. La lava, tras una erupción bajaba hacia la aldea de Vena. Todo estaba perdido. Nada iba a poder salvarse. El sacerdote del lugar se subió a un peñasco y desde allí, con la estatua de la Virgen pidió una oración confiada a la Madre.
Un viento furioso apareció entonces como si quisiera golpear a la Virgen. De repente… ¡Todo se calmó! Sucedió el milagro, algo, una mano «omnipotente» frenaba la lengua de lava, la gran fuerza de la naturaleza.
Así lo recuerda un escrito de la época:
“Tras una erupción repentina, un imponente flujo de lava, que partía de los montes Sartorius, llega al distrito de “Giretto” y amenazando la aldea de Vena y llegando a menos de un kilómetro del Santuario. No es posible describir el pánico y el espanto que invadió a los habitantes de Vena. Sin embargo, la esperanza de aquellos buenos y fervientes cristianos no fracasó: recurrieron a la Virgen, la omnipotente Madre de Dios y la llevaron en procesión hacia la lava que amenazaba con la destrucción y la muerte, no el Santo Icono, sino una estatua de madera de la misma Virgen de Vena, que se veneraba en el Santuario, a imagen de la pintura de San Gregorio Magno."
"Sobre la tierra descendía el crepúsculo vespertino y los reflejos rojizos de ese río inmenso e incandescente formaban en aquel tramo de cielo, como un lago de sangre. El reverendo Cantone, que había precedido a sus fieles, se subió a un peñasco saliente, que le sirvió de púlpito y desde allí incitó, una vez más, entre sollozos de los fieles, al arrepentimiento y la oración confiada en la Virgen".
"De repente se levanta un viento furioso que en espantosos remolinos se arrastra sobre las lavas ardientes hasta golpear la estatua de la Virgen enrojeciéndole la cara. ¡Un grito de piedad y misericordia surge espontáneamente de la multitud presente! … Después de unos segundos, la calma vuelve y con calma la lava, como detenida por una mano omnipotente e invisible, se detiene en el acto. El prodigio, el gran e innegable prodigio, se había obtenido: aquellos buenos fieles siguieron siendo dueños de sus pequeñas viñas y de sus casas. Aquella estatua, desde ese día, se llamó la «Virgen del Fuego»"
Esto es lo que se lee en las actas históricas del Santuario de santa María de la Veta (Madonna della Vena), que se encuentra justamente en Vena, Piedimonte Etneo una localidad italiana en Sicilia.
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