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La advocación de la Virgen María como peregrina no pertenece al núcleo más antiguo de la peregrinación a Compostela. La ilustración más antigua pertenece a la cantiga XLIX del rey Sabio y se refiere al santuario francés de Soissons, adonde la Virgen acompaña a los peregrinos, y está ubicado fuera de las rutas jacobeas. En el siglo XVI, y tras diversas vicisitudes, encontramos la primera representación de María como peregrina en el colegio-seminario de los Padres Franciscanos en Sahagún (León), en un lugar muy significativo del Camino Francés a Santiago, tema tomado de la Mística Ciudad de Dios, obra de la venerable María de Jesús de Ágreda (1602-1665). Habrá que esperar al siglo XVIII para que esta advocación, teniendo como modelo la de Sahagún, se extienda por otros lugares vinculados a las rutas -Pontevedra, La Rioja, Santiago, Cerceda y América-. Desde 1971 existe un aula permanente sobre la Virgen peregrina en el Museo de Pontevedra, que actualiza el tema iconográfico y devocional de María con los atributos de peregrina jacobea.
Durante la Edad Media grandes multitudes se trasladan de una región a otra, como observa Raymond Oursel, en un clima de gran precariedad política y social. Aquí se sitúa el lugar de las peregrinaciones, dedicadas a los Misterios de Cristo, a los santos y a la Virgen, la cual tiene un papel prioritario como acompañante de los que realizan cualquier tipo de peregrinación. Los caminos que unen los países europeos están sembrados de iglesias dedicadas a María. Algunas de estas se convierten en puntos de referencia especial gracias también a los milagros y a los eventos históricos vinculados a la protección de la Virgen como la liberación de una guerra, de una peste, la reconciliación entre facciones en lucha o simplemente a una aparición que presenta diferentes formas, desde el descubrimiento de un icono mariano hasta una verdadera y propia aparición sobrenatural en momentos especialmente calamitosos. Desde el siglo IX las iglesias dedicadas a la Virgen se multiplican. La primacía la tienen las consagradas al misterio de la Asunción.
Cuando aparece en las iglesias la costumbre de construir más capillas y altares laterales, no hay una que no tenga una dedicada a la Virgen. A ella se consagran oratorios, pequeñas capillas, templetes en los caminos del campo y en los cruces y las campanas de las iglesias. Los cristianos empiezan a bautizar con su nombre. Además, surgen los primeros grandes santuarios marianos que pueblan la geografía europea y que son la meta de peregrinación de las más diversas regiones europeas como Le Puy-en-Velay en Francia. En España destacan Covadonga en Asturias, donde comienza la Reconquista española bajo la mirada de la Virgen; Montserrat en Cataluña; el Pilar de Zaragoza, referencia jacobea ineludible; Guadalupe en Extremadura; Santa María del Manzano en Castrogeriz y Santa María la Blanca en Villalcázar, de las que se contaban numerosos milagros, escenario ambas de varios de los hechos milagrosos recogidos por Alfonso X en sus Cantigas, y, finalmente, el santuario de Nuestra Señora de la Encina, en Ponferrada, de milagrosa aparición, en relación con los templarios.
En Inglaterra, conocida entonces como la tierra de María, surge Walsingham hacia el 1061. Este santuario mariano se considera la cuna del cristianismo en este país y tal vez sea la primera iglesia mariana de la isla, donde más tarde -hacia 1184- los normandos erigen un bellísimo templo que será saqueado en 1530 en la época del cisma de Enrique VIII.
En general, todo el mapa europeo está sembrado de estos santuarios que muestran la mirada misericordiosa de María sobre el pueblo cristiano. Surgen cofradías marianas que agrupan a artesanos y trabajadores, que dan solemnidad a las fiestas de María y erigen iglesias, oratorios y altares en su honor. De todo ello son testigos los caminos y los peregrinos jacobeos: van con Santiago de la mano de Santa María.
La presencia de María en cada uno y en todos los caminos que llevan a Compostela es impresionante. En ellos encontramos las más diversas advocaciones que sintetizan la fe cristiana acerca de la obra de María en el misterio de la Redención.
Como advocaciones típicas del Camino cabe mencionar Nuestra Señora de Rocamador, que pasó de Francia a Sangüesa, ejerciendo su patronazgo en numerosos hospitales y pequeñas ermitas a lo largo del Camino. Es una devoción que en Francia se remonta al siglo III. A ella aluden tanto Las Cantigas de Santa María como Los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo.
También está, por supuesto, la Virgen peregrina, que, si bien es una advocación tardía, pudo inspirarse en las referencias que hallamos en la cantiga número 49 de Alfonso X el Sabio, donde se presenta a María guiando a los peregrinos perdidos en el Camino. Aparece asimismo Nuestra Señora del Camino, la más antigua puede ser la de Carrión de los Condes (Palencia) y luego se extiende a muchos lugares del camino jacobeo, como León.
Las otras se refieren a las prerrogativas de María: Virgen, Madre, Santa María, Madre de Misericordia, Virgen Blanca o las relacionadas con las necesidades de los peregrinos y, a veces, dando el nombre de un determinado lugar.
Podemos sintetizar esta unión de Santiago y María como compañeros y valedores de los que hacían el Camino, recordando las estrofas del número VIII de Los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo.
No cabe duda de que el culto a María en el Camino de Santiago se potencia en el siglo XIII por medio de la obra poética del rey Sabio y de su corte de trovadores y poetas, tal como aparece en los diversos caminos que conducen a Compostela. Lo mismo habrá que decir de la literatura monástica en los albores de la lengua romance.
Algunas de las advocaciones marianas que encontramos en los distintos recorridos tienen un carácter local y otras alcanzan mayor relieve, aunque a todas ellas se les atribuyan hechos milagrosos en favor de los peregrinos. Entre estas devociones, como hemos señalado más arriba, hay que situar la de la Virgen peregrina que llega a confundirse con la advocación del Camino. Como peregrina a Compostela aparece en un fresco del siglo XIII que decora la catedral alemana de Linz-am-Rhein. Este tema reaparecerá con fuerza en los siglos XVII y XVIII, cuando el espíritu de la peregrinación baja en sentido real y se acentúa en sentido ideal y espiritual. La pervivencia de la iconografía mariana, con motivaciones y títulos relacionados con la temática jacobea, es un testimonio fehaciente de hasta que punto han calado en la religiosidad popular Santiago y la Virgen María.
La leyenda nacida entre los peregrinos narra que la Virgen se puso el atuendo propio de peregrina y realizó su romería para visitar al Apóstol. [SP]
viñen eu de romería ca variña de romeu.
Cheguei a veira do rio, chequei a veira do mar,
Vin vir a Nossa Señora cun ramaliño na man.
Eu pedinlle unha folliña i-ela deume o seu cordón
que me daba sete voltas ó redor do corazón.
Puxo o pe na barca d’ouro e arrimóuse o seu bordón;
un anxo terma da vela, outro terma do timón.
leva o Menino no colo, Jesús, ¡qué bonito!
era larguiño de perna, era curtiño de pe.
Trai escravina de cunchas que collera na ribeira,