Del sitio Roman Catholic Saints:
En el año 1514, Nuestra Señora fue venerada en un santuario cerca de Montserrat, España. Su ayuda fue invocada en nombre de un hombre mudo que peregrinó allí, y la Santísima Virgen restauró milagrosamente su habla. A partir de ese momento se le dio el título de Nuestra Señora de la Palabra.
Aquí también se verificaron las palabras del "Memorae": "Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, quejamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente".
Cuando Dios se hizo hombre, fue ella quien dio voz a la Palabra. En el Magnificat, Dios Espíritu Santo, su místico esposo, habló a través de ella. Cuando Cristo era niño, ella era su voz. Cuando Nuestro Señor era hombre, hablaba por sí mismo, mientras su madre permanecía en silencio.
Después de la Ascensión, Ella se convirtió de nuevo en Su voz mientras guiaba a la Iglesia infantil a través de esos tiempos peligrosos. Una y otra vez las palabras de Dios vinieron a través de ella, porque ella es su Mediadora de gracia, el vínculo entre nosotros y Él.
Vestida con el poder todopoderoso de su Divino Hijo, María, imitándolo, visita la tierra, hace el bien, concede peticiones, satisface las necesidades de los que la invocan y da consuelo, consuelo y ayuda a sus hijos. Ella es en verdad Nuestra Señora del Verbo; Madre del Verbo Encarnado; "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros", a través de su "Fiat".
Como consecuencia, incluso mientras estuvo en la tierra, la palabra de Su Madre tuvo una gran influencia sobre Cristo. "No tienen vino", pronunciado en nombre de los recién casados avergonzados en Caná, fue todo lo que se necesitó para producir el primer milagro de sus Hijos.
Y así, a través de los siglos, María escucha las palabras de sus hijos nacidos en el Calvario y habla en su nombre a Jesús. Su intercesión, su palabra, su discurso, nunca es en vano. No dejemos de invocar a esta poderosa protectora, que no quiere otra cosa que interceder por nosotros, sus hijos, ante el trono de Dios.
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