El Rosario, tal y como lo conocemos hoy, se originó a mediados o finales del siglo XV, aunque la leyenda dice que surgió de Santo Domingo, a principios del siglo XIII, antes de caer en desuso. El Rosario se basaba en tradiciones de oración que utilizaban múltiples repeticiones de la misma oración, al principio el Padre Nuestro, utilizando nudos en una cuerda para llevar la cuenta.
En la Irlanda del siglo IX, los laicos empezaron a utilizar una cuerda de cuentas para llevar la cuenta de los ciento cincuenta padrenuestros que rezaban para reflejar el número de salmos rezados por el clero regular de los conventos en el Oficio Divino; en aquella época se llamaba "Salterio de Nuestra Señora". En una práctica similar en la Iglesia de Oriente, los laicos solían utilizar cuerdas anudadas.
La intención era reflejar los 150 salmos. En los primeros siglos, algunos rezaban 150 padrenuestros, otras 150 avemarías, otras 150 alabanzas a Jesús, otras 150 alabanzas a María. En el siglo XIV, cada repetición de la oración principal iba acompañada de breves meditaciones, con series de 50, de 100 y de 150.
En contra de la creencia popular, el Saludo Angélico no es sólo una aberración occidental.
Casi todas las traducciones orientales al inglés traducen la primera palabra como "Rejoice!" en lugar de "Hail!". San Jerónimo, que tradujo la Vulgata del griego al latín, no era ni mucho menos un sabio lingüístico. La palabra griega "Chaire" significa "Alégrate", al igual que "Ave" significa "Salve". Donde Jerónimo dice "gratia plena", o "lleno de gracia", el griego original tiene la palabra "kerecharitomene", o "favorecido".
En Oriente, las dos frases de Lucas unidas como una sola se utilizaban en una oración regular ya en el siglo V. De hecho, forma parte de la liturgia de Santiago de Jerusalén, de San Marcos de Alejandría, de San Basilio el Grande y de los jacobitas abisinios. Algunos estudiosos y teólogos orientales conjeturan que su uso se remonta al siglo IV, o se remonta a la introducción del Tercer Concilio Ecuménico de Éfeso en el año 431.
Al componer su fórmula para el Sacramento del Bautismo en el año 647, San Severo, Patriarca de Alejandría, incluyó la oración así "La paz sea contigo, María, favorecida, porque el Señor está contigo. Bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesucristo. Santa María, Theotokos, ruega por nosotros, pecadores. Amén". Este es el primer caso que se conoce de una petición añadida al final de la Salutación Angélica, pero nunca se difundió en Oriente.
En 1198, la Orden de la Santísima Trinidad para la Redención de los Cautivos comenzó a rezar el Rosario de la Santísima Trinidad en una coronilla de tres grupos sobre nueve cuentas. La oración en torno a la cual se estructuró la coronilla es el Trisagio.
En 1233, la Orden de los Siervos de María, conocida como los Servitas, instituyó su rosario conocido como el Rosario de los Siete Dolores de Nuestra Señora. La forma se utiliza con una coronilla de siete décadas.
En 1422, la Orden de los Frailes Menores (los franciscanos) estableció el Rosario de las Siete Alegrías de Nuestra Señora, también conocido como la Corona Franciscana. Este rosario se reza con siete decenas de Avemarías, rematadas por un Padre Nuestro y una Doxología Menor, con dos Avemarías más añadidas al final.
En 1851, el Vaticano aprobó la Coronilla de San Miguel, que consta de nueve grupos de tres cuentas pequeñas separadas por una cuenta grande. Las oraciones utilizadas son el Padrenuestro y el Ave María.
En 1912, la Orden de la Visitación instituyó el Rosario de las Cinco Llagas, rezado en una coronilla de cinco decenas pero con oraciones diferentes.
En 1935, las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia instituyeron la Coronilla de la Divina Misericordia, rezada en una coronilla de cinco decenas pero con oraciones especiales.
En 1983, los videntes de Medjugorje, Croacia, introdujeron, o revivieron, una forma conocida como el Rosario de Jesús. Consiste en siete meditaciones de cinco cuentas cada una, antes de las cuales se reza en voz alta el misterio y la intención, seguidas de cinco Padres Nuestros, concluyendo con esta colecta: "Oh Jesús, sé fuerza y protección para nosotros". Al final, se recitan siete Doxologías Menores.
El Rosario es muy apreciado en la Iglesia Católica. El arzobispo Fulton Sheen dijo: "El rosario es el libro de los ciegos, donde las almas ven y representan el mayor drama de amor que el mundo ha conocido; es el libro de los sencillos, que los inicia en misterios y conocimientos más satisfactorios que la educación de otros hombres; es el libro de los ancianos, cuyos ojos se cierran sobre la sombra de este mundo, y se abren sobre la sustancia del próximo. El poder del rosario es indescriptible."
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