El Papa celebró su primera misa del año (2022) en la Basílica de San Pedro. En esta solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, la homilía se basó en el pasaje evangélico: "María atesoraba todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (Lc 2,19).
El Santo Padre describe la reacción de los pastores que, sorprendidos y felices por la noticia del Ángel, se acercan al Niño Jesús.
La Virgen, en cambio, estaba "pensativa, guarda toda esta realidad en su corazón", dijo.
Francisco continuó explicando que la reacción de los pastores recuerda el comienzo de la Fe, donde las cosas son fáciles y claras. María, sin embargo, muestra signos de una "fe madura y adulta". Así, María Santísima nos enseña a madurar y crecer en la fe a partir de las situaciones difíciles de la vida.
"Que la Madre de Dios interceda por todos nosotros y especialmente por aquellos que, de diferentes maneras, sufren a causa de la pandemia, y les traiga alivio".
Un segundo aspecto que Francisco destaca de la Virgen es que "guarda y medita". Recoge en su corazón y en sus oraciones las cosas bellas y busca interpretar el sentido de los acontecimientos con los propios ojos de Dios.
"Acoge el plan de salvación, para el que Dios tuvo que descansar en un pesebre. Ella ve al Niño divino que es frágil y tembloroso y acoge el maravilloso vínculo de la grandeza divina con la pequeñez", aclaró.
Francisco explicó que así son las madres: "Esto es lo que hacen las madres: saben superar los obstáculos y los conflictos, saben infundir la paz. Así consiguen transformar las adversidades en oportunidades de renacimiento y de crecimiento". Recordó que ésta es también la actitud de la Iglesia como Madre.
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