Del sitio Virgen del Olmo:
Entre las numerosas imágenes de la Virgen que nuestros antepasados dejaron en Navarra hace siglos, ocupa un lugar principal la de Nuestra Señora del Olmo. En Azagra a sus fieles hijos les basta oir este nombre para quererla y proclamarla como la mas bella. Pero hay que reconocer que algo tiene para suscitar este entusiasmo. Y no es solamente el que durante mas de seiscientos años de la historia, grande o pequeña, de Azagra, esta imagen haya recogido el palpitar religioso de sus gentes. Hay algo más. Su valor y belleza artística pueden justificar los mejores elogios. Y creo que así pensaron quienes, hace unos cuarenta años, se preocuparon de que esta antiquísima talla fuese convenientemente restaurada, haciendo de este modo resaltar más aún sus encantos. En este noble afán se le suprimieron los ojos de vidrio anteriormente incrustados, se puso corona a la cabeza de la Virgen, de acuerdo con su estilo haciendo desaparecer las sucesivas capas de pintura que tenía acumuladas. Se la decoró a la estofa completando los vestigios de la que pudo ser primitiva pintura Tal vez el brillo del dorado resultó algo excesivo, pero en conjunto fue una labor positiva.
Fue en los albores del siglo XII cuando Navarra, libre ya de las seculares preocupaciones y sobresaltos de la reconquista en su territorio, pudo dedicarse a organizar con cierta calma la vida civil y religiosa. Los ,guerreros se convirtieron en labradores. Surgieron iglesias en todos los lugares del Reino y se encargaron imágenes para todas ellas. El Camino de Santiago atravesaba de uno u otro modo todo el territorio, y por él iban y venían gentes de toda Europa.
También artistas. Ellos trajeron un estilo que, en otros países del continente de más tradición artística y más contacto con el Oriente bizantino, llenaba Iglesias, monasterios y palacios. Nosotros le llamamos ahora el románico. Era un arte ingenuo, viejo y nuevo a la vez, lo mismo que nuestras lenguas romances, que por entonces nacieron del latín, la lengua madre. Y el románico creó el tipo de imagen de la Virgen que luego con algunas variantes, llegaría hasta nuestros días. Presenta a la Virgen como Trono de la Sabiduría, porque Jesús, su Hijo, es la Sabiduría del Padre y Ella, la Madre de Jesús, nos lo muestra al principio sentado de frente entre sus rodillas; después, a medida que el románico cede el paso al estilo gótico, el Niño pasa a la rodilla izquierda para irse ladeando cada vez más y volviendo por fin su rostro hacia la Madre que ya empieza a sonreir aceptando y ofreciendo caricias a su Hijo.
La imagen de Azagra puede situarse, según todos los indicios , a principios del siglo XIV. Tiene ya cierto movimiento, armonía y proporciones, sólo posibles en el gótico. Pero conserva, de esa perdurable tradición románica, en el Niño el rostro de mayorcito, la postura frontal, la túnica y el manto; en la Madre, la actitud en cierto modo solemne, el rostro que no se dirige todavía al Niño, los pliegues del manto poco profundos.
Es una de las imágenes más características de lo que se ha llamado el "tipo navarro" de Virgen. Es un modelo que tiene unas formas muy propias y a la vez muy repetidas en todo el viejo Reino: sentada sobre una banqueta con cojín y sin respaldo, lleva al Niño en el lado izquierdo, poniéndole una mano sobre el hombro; el manto cae desde los hombros terciándose por delante con un pliegue muy peculiar bajo las rodillas. El rostro, generalmente ovalado, suele enmarcarse con un velo de elegantes pliegues y la cabeza siempre está -o estuvo- coronada. En la mano derecha sostiene la simbólica manzana de la nueva Eva, o una flor. El Niño bendice con la mano derecha y sostiene el libro en la izquierda. Se ve por lo tanto que la de Azagra pertenece perfectamente a este tipo y como él las hay en Ochovi, Erieta, Olite, Puente la Reina, Fitero e lranzu, Los Arcos, San Adrían, Mélida, Codés, Bargota y tantos otros lugares, desde el Pirineo a la Rioja.
Muchas fueron talladas por grandes artífices. Precisamente a principios del siglo XIV se realiza en su mayor parte la maravilla del claustro de la catedral de Pamplona. En otros casos, artífices locales, o simples canteros tratan de copiar ingenuamente las obras de aquéllos.
Frecuentemente -más aún en el románico- eran monjes los que, en los talleres monásticos, realizaban las imágenes encargadas por los pueblos o colocadas por ellos mismos en las parroquias filiales del propio monasterio.
Pero, por encima de su antiguedad, y más allá de su belleza artística, hay en estas imágenes de la Virgen un algo más profundo, más misterioso y más atractivo para el cristiano: la expresión del amor de Dios que se hizo hombre y que hizo a María su Madre.
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