El 17 de enero de 1797, entre las 15:00 y las 16:00 horas, Rosina Bucher, de 18 años de edad, descubrió un retrato de la Virgen María en el cristal de una ventana situada en la planta baja de la casa paterna en Absam (Tirol).
Tras su aparición, la imagen fue sometida a un estudio exhaustivo por las autoridades civiles y religiosas, por científicos y artesanos.
Sobre la superficie lisa del vidrio no se apreciaron huellas de actuación exterior, ni diferencias en la propiedad de la superficie. El motivo puede borrarse lavándose, pero vuelve a aparecer poco tiempo después, partiendo de una opacidad del vidrio. Las sustancias químicas tampoco hacen desaparecer el retrato de modo duradero. Aplicando diversos procedimientos de lijado o bien de pulido no volvía a aparecer solo en los lugares pulidos con diatomita.
A pesar de que las autoridades, partiendo de la investigación, descartaron un milagro, la población trasladó la imagen a la iglesia parroquial de San Miguel, que se transformó en el lugar de peregrinación mariano más importante de Tirol, y que el Papa San Juan Pablo II elevó a basílica en el año 2000 .
El retrato apareció en la cuarta sección de la mitad superior de un ala de ventana interior, un cristal de aprox. 0,18 m x 0,13 m. No se encuentra en el centro del vidrio, sino trasladado hacia el borde izquierdo/a la esquina inferior izquierda.
La imagen no recuerda tanto una fotografía como un grabado en madera expresionista, en blanco y negro, que por la carencia de color y de contornos finos se concentra en la información fundamental de su modelo.
Mientras que en la Virgen de Guadalupe el manto cubre el cabello, con raya, la cabeza de la Virgen de Absam está rodeada por un velo doble. El manto está rodeado de rayos del sol; el velo, por un nimbo.
En ambas imágenes de la Virgen, la cabeza está inclinada hacia la derecha, en un ángulo similar. Mientras que la mirada de la Virgen de Guadalupe se dirige hacia abajo a la derecha, María de Absam parece mirar absorta al observador. En el ojo derecho se aprecian lágrimas.
Las cuatro imágenes de María y Jesús no realizadas por la mano del hombre –en cada caso, un retrato y una representación de cuerpo entero– se asemejan; todas presentan una nariz delgada y alargada.
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