De esta tradición surgió la devoción a Nuestra Señora de la Soledad. Es madre y siente en su piel la soledad y el abandono de la humanidad, con la muerte de su Hijo Jesús. La Virgen de la Soledad nos recuerda también el inmenso anhelo que la Virgen sintió por su Hijo durante los tres días que estuvo en el sepulcro.
En los inicios del cristianismo, cuando los cristianos fueron liberados y pudieron por fin profesar su fe, aparecieron los primeros crucifijos, que se consideraron símbolos de la redención. Algún tiempo después, comenzaron a representar la imagen de la Virgen Dolorosa con la cruz. Entonces recibió el título de Dama de la Soledad, que significa soledad, anhelo y tristeza.
La Virgen de la Soledad se representaba mirando al cielo o a la Cruz con los ojos llenos de lágrimas. En algunas imágenes, sostenía el Santo Sudario de Jesús. En la celebración del Vía Crucis, que representa las etapas del viaje de Cristo portando la Cruz, en uno de los Pasos hay una imagen de Jesucristo encontrándose con Nuestra Señora de la Soledad, llorando y con un pañuelo en la mano.
La devoción a Nuestra Señora de la Soledad se extendió durante los siglos XVII y XVIII, especialmente en la Península Ibérica, principalmente en la parroquia portuguesa de Arrentela.
Tras el terremoto de 1755, que arruinó gran parte de Lisboa y destruyó algunos pueblos ribereños a orillas del río Tajo, los habitantes de Arrentela fueron a la iglesia a buscar la estatua de Nuestra Señora de la Soledad, para llevarla a la orilla del río Judeu, donde la estatua, con un movimiento de su manita, hizo que el agua comenzara a bajar lentamente.
Oración a la Virgen de la Soledad
"Virgen digna de toda alabanza, Señora de la Soledad,
tú que estuviste al pie de la Cruz de tu Divino Hijo Jesús,
y a sus palabras: 'Mujer, he aquí a tu hijo' - 'Hijo, he aquí a tu Madre'
te has convertido en nuestra Madre; acoge, con bondad, nuestra oración filial.
Santísima Virgen María, oh Señora de la Soledad,
así como el discípulo te acogió en su casa,
también nosotros queremos abrir las puertas de nuestro corazón y de nuestro hogar,
confiándote toda nuestra vida, pasada, presente y futura.
Por eso, ejerce tu papel de Madre,
enseñándonos a vivir la voluntad de Dios en todo momento,
llevándonos así a imitar tu SÍ de Nazaret, que culminó en el SÍ del Calvario.
Ven en ayuda de nuestras angustias, oh Madre,
y no permitas que nos desviemos del camino de la bondad, la verdad y el amor.
Lleva nuestras vidas al puerto seguro de la salvación, que es: ¡JESÚS!
Nuestra Señora de la Soledad, ruega por nosotros.
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