Desde hace muchos siglos el mes de mayo se relaciona íntimamente con la devoción a María Santísima, de hecho, así como el día primero de mayo la primavera llega a su plenitud y se olvidan las agruras del invierno, de la misma manera la aparición de la Santísima Virgen en la historia del mundo trae una “Nueva Primavera de gracia” para la humanidad y el consecuente olvido de las agruras traídas por el pecado original.
Analizando con ojo crítico las últimas noticias que nos llegan de todos los puntos cardinales sobre la situación actual de la Santa Iglesia Católica, podemos constatar que el Cuerpo Místico de Cristo está pasando por las agruras de un “nuevo” invierno, aunque para 2000 años de historia no hay invierno nuevo: persecuciones declaradas y veladas, profanaciones de sus templos y de sus cultos, confisco de sus bienes, asechanzas a sus doctrinas y creencias, difamaciones calumniosas a sus instituciones, desacralización del culto y un largo etc.
Pero es imposible no ver detrás de todo esto las primeras luces de una “Nueva Primavera”. “Las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella” (Mt 16, 18) afirmó Nuestro Señor Jesucristo en Cesarea de Filipo; podrán atacarla, zarandearla, golpearla, desfigurarla e inclusive prostituirla tergiversando su doctrina, pero nunca conseguirán acabar con Ella, pues el “no prevalecerán” indica que en determinado momento resurgirá de entre la espesa camada de nieve que la cubre y se elevará inmaculada sobre todos los pueblos, revestida con un esplendor y una belleza como nunca se vio en la historia.
En la primavera, las flores nos muestran todo su encanto, las rosas su elegante belleza, los lirios su cándida pureza, las margaritas su atrayente inocencia, los tulipanes su delicada organización… Sin embargo, parafraseando al Divino Redentor podemos decir que ninguna de ellas se engalanó de tanta belleza y esplendor como la Santísima Virgen María (Mt 6, 28-29), pues el mismo Dios la revistió con las más bellas gracias y virtudes que ninguna criatura humana pudiera tener jamás.
Pidamos a María Santísima que haga florecer prontamente en la Santa Iglesia Católica las mismas gracias y virtudes que brillan en sus vestidos. Serán éstos los primeros rayos de una “Nueva Primavera Marial” de belleza y esplendor inédita en la historia de la Iglesia, preludio del triunfo del Inmaculado Corazón de María en toda la faz de la tierra como Ella misma lo anunció en Fátima.
" Y poco vale que nuestros adversarios que se rían de estas previsiones pues: “La risa de la lechuza nunca conseguirá retardar la aurora que se levanta ”.
Por Guillermo Torres Bauer
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