3 de agosto de 2025

¿Por qué celebrar la Asunción de Nuestra Señora?

 

Del sitio Gaudium Press:

Los últimos años de la existencia terrena de Nuestra Señora estuvieron marcados por la paz y por un intenso diálogo con lo sobrenatural. Diariamente recibía la visita de su Divino Hijo y de su castísimo esposo San José, acompañados de muchos ángeles. Venían a socializar por un tiempo y a aliviar la inmensa nostalgia causada por su separación.

Con cada nuevo viaje, con cada nueva visita, la Virgen intensificaba su enamoramiento de ellos, hasta el momento en que ya no era posible aumentarlo, porque su Corazón estaba completamente inundado de amor. Sin embargo, como el fuego nunca se sacia, ardía en deseos de dilatarlo aún más. En ese momento, Nuestro Señor le dijo a su Madre que había llegado el momento de que dejara esta tierra y se dirigiera al Reino de los Cielos. Ella le preguntó entonces si prefería partir sin pasar por la muerte o seguir el camino de todos los hombres, el que él había recorrido.

A María no se le planteó la cuestión: si Jesús había elegido la muerte para sí mismo, y su virginal esposo había hecho lo mismo, ¿cómo podía Ella elegir otro camino? Sin la menor vacilación, eligió la más perfecta imitación de su Divino Hijo: ¡quiso el camino de la muerte! Complacido con su actitud, Nuestro Señor le dijo que su voluntad sería respetada; sin embargo, determinó una muerte indolora, porque no le permitiría sufrir más de lo que ya había padecido durante su vida, especialmente durante la Pasión, que, soportada con extrema valentía, le valió los títulos de Reina de los Mártires y Redentora de la Humanidad.

Los últimos años de la existencia terrena de Nuestra Señora estuvieron marcados por la paz y por un intenso diálogo con lo sobrenatural. Diariamente recibía la visita de su Divino Hijo y de su castísimo esposo San José, acompañados de muchos ángeles. Venían a socializar por un tiempo y a aliviar la inmensa nostalgia causada por su separación.

Esta es la maravilla de una criatura humana que, de plenitud en plenitud, de perfección en perfección, había llegado al límite extremo de todas las medidas, hasta casi no haber diferencia entre su comprensión del universo y su propia visión de Dios. ¿Qué le faltaba?

Su corazón se dilató tanto de amor que su cuerpo no pudo resistir... ¡Un éxtasis la llevó a la eternidad y se durmió en el Señor, con su Divino Hijo y San José a su cabecera! Una multitud de ángeles cantó y se sintieron gracias sobreabundantes.

El paso del estado sufriente al glorioso no significó para María Inmaculada una ruptura devastadora en su ser, como para las personas corrientes. Desde su nacimiento, había estado en contacto constante e intenso con los espíritus angélicos, y más aún con su Hijo, el Verbo Encarnado, que nunca cesó, incluso después de la Ascensión. A medida que pasaban los años, nuevos universos de gracias y dones resplandecían en su alma, porque su conocimiento y su amor a Dios, aunque siempre plenos, estaban sujetos a crecimiento. En un momento dado, la fe dio paso a la visión, y subió al cielo llena de virtudes y de gloria; en definitiva, llena de la Santísima Trinidad.

En vista de ello, es esencial corregir cierta visualización que ofrecen algunas obras de arte, incluso piadosas, en las que María aparece envuelta en una nube, elevada al cielo por unos angelitos, la mayoría de las veces representados como si se esforzaran por conducirla.
En realidad, como su alma estaba en la visión beatífica, su cuerpo resucitado gozaba ya de agilidad, una de las cualidades de este estado.Se movía con extraordinaria facilidad, con la rapidez del pensamiento, pudiendo ascender al cielo por sí misma. 

¿La habrían acompañado los ángeles? Sí, pero por veneración, sin tener que cargar con ella, ya que tenía más gloria que todos ellos juntos.

Otra razón de la idoneidad de este magnífico acontecimiento es la restitución hecha a Dios por todos los beneficios concedidos a la raza humana. Puesto que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad bajó del cielo para encarnarse, trayendo al mundo la divinidad humanizada, era justo que una persona humana hiciera una ofrenda armónicamente opuesta y llevara al cielo lo mejor de la santidad, lo más bello, excelente y extraordinario que podía existir en la tierra: la humanidad divinizada.Tal misión estaba reservada a María.

Por otra parte, ella fue el tabernáculo del Hijo de Dios durante los nueve meses en los que dio a luz a la santísima humanidad de Cristo. Era comprensible que, habiéndola recibido como tabernáculo en la tierra, la acogiera también en su santuario celestial.

Esta solemnidad de la Asunción nos abre grandes puertas y nos abre un camino florido y lleno de luz en lo que se refiere a la salvación eterna. Ante la prenda de nuestra resurrección, que nos da el misterio de la Asunción de María Santísima, debemos considerarnos según este ideal, como si ya estuviéramos resucitados, porque por encima de las tinieblas y pruebas de esta vida brilla la esperanza de la glorificación hacia la que nos encaminamos.

Con sólo recordar que moriremos, seremos enterrados y esperaremos a recomponernos gloriosamente, hasta adquirir un cuerpo espiritualizado, anticipamos ya ese momento de extraordinaria belleza en el que triunfaremos, como Nuestra Señora el día de la Asunción.

Vivamos buscando el bien de lo alto, y que nuestros pensamientos sigan el camino que siguió la Virgen María. Ella entró en el cielo en cuerpo y alma y fue exaltada; nosotros, en la actualidad, ya que no podemos entrar físicamente en él, hagámoslo al menos en el deseo. Dirijámonos al trono de María Asunta, y así recibiremos gracias sobre gracias para estar siempre en este camino que nos conducirá a la feliz y eterna resurrección, cuando recuperaremos nuestros cuerpos en estado glorioso.

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