Del sitio Catholic.net:
La devoción al Inmaculado Corazón de María, junto con la del Sagrado Corazón de Jesús, fue promovida por San Juan Eudes en el siglo 17.
El Papa Pío VII y Pío IX sugirieron su celebración como Purísimo Corazón de María.
En 1944, el Papa Pío extendió esta devoción a toda la Iglesia fijando la
 celebración del Inmaculado Corazón de María el 22 de agosto, ocho días 
después de la Asunción.
Con la renovación litúrgica, se le restó importancia a esta fiesta para 
dársela a las principales fiestas marianas y, se cambió la fecha para un
 día después de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
San Juan Eudes, decía que el Corazón de María es la fuente y el 
principio de todas las grandezas y excelencias que la adornan y que la 
hacen estar por encima de todas las creaturas; por ser hija predilecta 
de Dios Padre, madre muy amada de Jesús y esposa fiel del Espíritu 
Santo.
Y que ese santísimo Corazón de María es fuente de todas las virtudes que practicó.
También San Antonio María Claret, fundador de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, profesó un inmenso amor a esta advocación.
Quiso que sus misioneros, salieran por todo el mundo extendiendo la 
devoción al Inmaculado Corazón de María. Fue un profeta de Fátima, 
porque en Fátima la Virgen personalmente nos manifestó que Dios quería 
salvar al mundo, por medio de su Inmaculado Corazón.
La fiesta del Inmaculado Corazón de María sigue a la del Sagrado Corazón
 de Jesús. El corazón expresa y es símbolo de la intimidad de la 
persona. La primera vez que se menciona en el Evangelio el Corazón de 
María es para expresar toda la riqueza de esa vida interior de la 
Virgen: “María conservaba estas cosas en su corazón”
El corazón de María conservaba como un tesoro el anuncio del Ángel sobre
 su Maternidad divina; guardó para siempre todas las cosas que tuvieron 
lugar en la noche de Belén, o la adoración de los pastores ante el 
pesebre, y la presencia, un poco más tarde, de los Magos con sus 
dones,... y la profecía del anciano Simeón, y las preocupaciones del 
viaje a Egipto.
Más tarde, el corazón de María sufrió por la pérdida de Jesús en 
Jerusalén a los doce años de edad, según lo relata San Lucas en el evangelio.
Pero María conservaba todas estas cosas en el corazón....
Jamás olvidaría los acontecimientos que rodearon a la muerte de su Hijo 
en la Cruz, ni las palabras que le oyó decir: “Mujer, he ahí a tu hijo”.
 Y al mirar a Juan ella nos vio a todos nosotros. Vio a todos los 
hombres. Desde aquel momento nos amó con su Corazón de madre, con el 
mismo Corazón que amó a Jesús.
Pero María ejerció su maternidad desde antes que se consumase la 
redención en el Calvario, pues Ella es madre nuestra desde que prestó su
 colaboración a la salvación de los hombres en la Anunciación.
En el relato de las bodas de Cana, San Juan nos revela un rasgo 
verdaderamente maternal del Corazón de María: su atenta disposición a 
las necesidades de los demás. Un corazón maternal es siempre un corazón 
atento, vigilante.
La devoción al Corazón de María no es una devoción más. Nos lleva a 
aprender a tratar a nuestra Madre con más confianza, con la sencillez de
 los niños pequeños que acuden a sus madres en todo momento: no sólo se 
dirigen a ellas cuando están en gravísimas necesidades, sino también en 
los pequeños apuros que le salen al paso. Las madres les ayudan a 
resolver los problemas más insignificantes. Y ellas – las madres – lo 
han aprendido de nuestra Madre del Cielo.
Hoy queremos encontrarnos con María, con nuestra madre. Si recurrimos 
confiados a ella, ella nos va a decir qué debemos hacer y sentiremos su 
amor por nosotros. Ese mismo amor que Jesús tiene por cada uno de 
nosotros. y ella nos dirá que nos quiere, que nos quiere con toda su 
alma.
Pidamos a Dios que preparó en el Corazón de María, una morada digna al 
Espíritu Santo, que haga que nosotros, por intercesión de la Santísima 
Virgen lleguemos a ser templos dignos de su gloria.
Consagración al Sagrado Corazón de María
Oh Corazón Inmaculado de María, por tu perfecta comunión de amor con el 
Corazón de Jesús, eres la escuela viviente de total consagración y 
dedicación a Su Corazón.
En tu Corazón, Oh Madre, queremos vivir para aprender a amar, sin 
divisiones, al Corazón de Jesús; a obedecerle con diligencia y 
exactitud; servirle con generosidad y a cooperar activa y 
responsablemente en los designios de Su Corazón.
Deseamos consagrarnos totalmente a tu Corazón Inmaculado y Doloroso que 
es el camino perfecto y seguro de llegar al Corazón de Jesús. Tu 
Corazón, es también refugio seguro de gracia y santidad, donde nos vamos
 liberando y sanando de todas nuestras oscuridades y miserias.
Deseamos pertenecer a tu Corazón, Oh Virgen Santísima, sin reservas y en
 total disponibilidad de amor a la voluntad de Dios, que se nos 
manifestará a través de tu mediación maternal.
En virtud de esta consagración, Oh Inmaculado Corazón, te pedimos que 
nos guardes y protejas de todo peligro espiritual y físico. Qué nuestros
 corazones ardan con el fuego del Espíritu como arde tu Corazón.
16 de enero de 2019
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