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Nuestra Señora de los Árboles o “La Arbolina”, denominación cariñosa con la que los lugareños de Carbajales conocen a su patrona, se apareció en un negrillo del Fuerte, hace muchísimos años, cuando la tierra era zona de nadie y se encontraba invadida por la morisma. Las tropas cristianas, viéndose vencidas, pidieron auxilio al cielo.
Numerosos son los milagros documentados de esta Virgen, los cuales se conservan, además de en los libros parroquiales, en sendos cuadros que están en la iglesia de Carbajales.
El primero del que tenemos noticia ocurrió el 3 de abril de 1679.
Ese día coincidió con la fiesta de
santa Engracia, mártir portuguesa que murió decapitada en Carbajales.
La procesión fue variando a lo largo de los siglos; hasta el siglo XVIII acompañaba, además del pueblo, el ayuntamiento en pleno a la imagen de Nuestra Señora de los Árboles.Pero, como consecuencia de un pleito que se entabló con los ermitaños agustinos, esta costumbre se perdió.
En una de las procesiones, los jóvenes se encaramaron, como siempre, en tapias y algunos subieron al campanario para voltear las campanas a la entrada de la Virgen en la iglesia, cuando uno de los mozos, llamado Sebastián Alonso, hijo de Pedro Sebastián y Ana Báez, se resbaló desde el campanario cayendo por el hueco. Según caía, se le ocurrió encomendarse a la patrona diciendo: “La Virgen de los Árboles bendita, me valga”.
Todos gritaron al ver estrellarse el cuerpo del joven contra el suelo, más cuál no sería su sorpresa, cuando se levantó sonriendo, como si nada hubiese ocurrido.
Todo el pueblo se encaminó hasta la capilla de Nuestra Señora, para darle gracias por su infinita misericordia.
El párroco, don Juan del Castillo, se encargó de reflejar en los libros de actas la caída del mozo.
Otra vez, el 20 de mayo de 1862, en que la tierra estaba resquebrajada por la extrema sequía padecida, el pueblo determinó sacar en rogativa a su patrona, cantándole con devoción unas coplas donde se le pedía clemencia y lluvia.
Numerosas pueblos acompañaron a dicha Virgen en la rogativa, y a pesar de que no cayó una sola gota de agua, el rocío y un viento del nordeste conservaron frescos los campos, de manera que no se perdieron las cosechas.
Los lugares vecinos también llevaron a sus respectivas imágenes.
La procesión alcanzó gran esplendor, ya que además del pueblo y las Vírgenes respectivas, acompañaron pendones, concejos y la música.
Algunas de las coplas populares de entonces, en las que se celebraba semejante portento y se criticaba a los lugares de la tierra que no acudieron, son recordadas por los más viejos del lugar.
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