Del sitio Catholic.net:
Esta advocación evoca una curiosa leyenda. San Juan Damasceno (640-754) era funcionario del califa de Damasco. Cristiano árabe, se opone a las pretensiones de los emperadores iconoclastas. Al advenimiento del califa Abd-el-Mali, Juan se retira al monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén. Allí se consagra a la oración y a la elaboración de su obra teológica.
En aquel momento se sitúa la leyenda que cuenta el origen de nuestro icono. El emperador León delata a Juan ante el califa como un traidor que ha entregado los planos de la ciudad al enemigo. El califa manda cortar la mano que había diseñado el plano de la ciudad. Juan, lleno de angustia, presenta la mano cortada a la imagen de la Madre de Dios. Al momento sintió la voz de la Virgen que le prometió la curación.
A la mañana siguiente la mano estaba de nuevo en su sitio. El califa, sintiéndose engañado, quiso restituir a Juan en sus funciones, pero él rehusó, porque había decidido consagrar su vida a la Madre de Dios. Dejó Damasco, llevando consigo el icono, y se hizo monje en el monasterio de San Sabas.
El icono permaneció en el monasterio hasta el siglo XIII. San Juan Damasceno, como signo de agradecimiento, había fijado sobre la parte baja del icono una mano de plata. Más tarde, en las copias, esta mano viene ya pintada. Este icono es uno de los más célebres en la Iglesia greco-ortodoxa y atrae a numerosos peregrinos.
Dice la leyenda que durante la invasión turca, los ortodoxos, temiendo la profanación por parte de los musulmanes, sacaron el icono del monasterio de San Sabas, lo cargaron a lomo de un asno y dejaron partir al animal sin guía alguna. El asno prosiguió solo su camino y llegó tras un largo periplo al Monte Athos.
Allá se paró frente al Monasterio De Chilandar. Los monjes recibieron el icono con alegría y lo llevaron solemnemente hacia su iglesia, donde se venera desde aquel momento. Tras la solicitud del patriarca de Rusia, Nikon, le llega una copia de este icono. Desde entonces se difunde su veneración en aquel país.
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