26 de enero de 2025

Nuestra Señora Auxiliadora, verdadera amiga

 

Del sitio Gaudium Press:

Cuando nos encontramos con la figura de Nuestra Señora bajo la advocación del Auxilio de los Cristianos, nuestra primera reacción suele ser de respeto ante su suprema majestad. En efecto, en esta imagen contemplamos a María Santísima ceñida con una corona y con un cetro en la mano, como una verdadera Reina, llevando en su brazo a su Divino Hijo, el Rey del Universo.

Se representa así a Nuestra Auxiliadora para subrayar que su ayuda es, sin duda alguna, poderosa. Ninguna gracia supera su capacidad de intercesión, ya que la Madre de Dios todo lo obtiene de su Hijo, y para Él "nada es imposible" (Lucas 1,37)...

Sin embargo, el mayor error que alguien podría cometer sería pensar que, por ser tan indeciblemente alta, María es inaccesible, como tantos poderosos de este mundo. ¡Eso es un error!

María nos engendró a la gracia cuando, en la Anunciación, dio su consentimiento a la Encarnación de nuestro Salvador (cf. Lucas 1, 38) y, más tarde, cuando ofreció la vida de su Divino Hijo en el Calvario. El mismo Señor Jesucristo quiso confirmar esta verdad, pues nos la transmitió oficialmente desde su adorable Cruz, en la persona del Apóstol San Juan: "Cuando Jesús vio a su Madre y al discípulo que amaba, que estaban junto a ella, dijo a su Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: 'Ahí tienes a tu madre'" (Jn 19, 26-27).

Con este gesto, el Dios Humanizado erigió a María en Madre, Auxiliadora y Defensora de los "hijos degradados de Eva". Así, no es descabellado pensar que el Altísimo la creó llena de gracias también con vistas a defender la causa de sus hijos hasta la consumación de los siglos.

Ante tal responsabilidad, la humildísima Sierva del Señor no estuvo ociosa. Ella es nuestra Madre por excelencia, que nunca se deja superar en solicitud y beneficia incluso a quienes la ignoran o la odian. De hecho, no faltan ejemplos históricos de ello.

Y si María es tan buena Madre incluso para los ingratos e indiferentes que la invocan poco y la aman, "¿qué clase de Madre será para los que la aman y la invocan a menudo? “Los que la aman la encuentran fácilmente” (Sabiduría 6,13). [...] Ella protesta que no puede abandonar a los que la aman".

Cuentan que una vez, en una clase de catequesis, tuvo lugar esta sorprendente escena: el catequista preguntó a los alumnos el nombre de sus mejores amigos y una niña respondió sin dudar: "¡Mi mejor amiga es mi mamá, maestra!" ¡Y tenía razón!

Entonces, ¿cómo definir a un amigo? Es aquel que protege y consuela, que acoge y ama, que está del mismo lado en una causa; aquel con quien compartimos tanto las alegrías como las amarguras, y con quien podemos contar en todas las dificultades, porque nunca falta. Y nadie hace esto mejor que nuestra Madre, sobre todo en los primeros albores de la vida. Ahora bien, si tratamos a la Virgen como Madre, ¿por qué no considerarla nuestra Amiga? Su ayuda no es distinta de la de nuestro mejor amigo.

María es la verdadera Amiga que, al ver nuestra necesidad, ya se apresura a socorrernos, a arreglar la situación, a aliviarnos de nuestras preocupaciones, incluso antes de que se lo pidamos. Como bien describe San Luis Grignion de Montfort, "Ella ama [a sus hijos] no sólo con afecto, sino también con eficacia. [Busca [...] ocasiones favorables para darles algún bien, para engrandecerlos, para enriquecerlos. Ella ve claramente en Dios todos los bienes y todos los males, las buenas y las malas fortunas, las bendiciones y las maldiciones divinas, y por eso, aun desde lejos, dispone las cosas para eximir a sus siervos de todo mal y colmarlos de todo bien."

"Al buen amigo se le reconoce en las horas inciertas", dice el refrán. Y cuántas horas inciertas hay en la vida... Sin embargo, para quien tiene a la Virgen como Madre y Amiga, no hay nada que temer, porque "es imposible que una Reina tan benigna vea la necesidad de un alma sin acudir incontinentemente en su ayuda".

En este sentido, el episodio de las Bodas de Caná es elocuente: "Cuando se acabó el vino, la madre de Jesús le dijo: “Ya no tienen vino”" (Juan 2,3).

El texto no deja lugar a dudas. La Virgen se dio cuenta de la angustiosa situación de los novios y probablemente no le pidieron nada. Ella misma se adelantó para ayudar, intercediendo ante su Divino Hijo. En otras palabras, no es como el amigo del hombre problemático de la parábola (cf. Lucas 11,5-8), que sólo acudió en su ayuda después de mucho insistir. Al contrario. La "gran compasión de María por nuestras miserias la lleva a ayudarnos y consolarnos, incluso cuando no la invocamos".

La Virgen es una amiga para siempre, dispuesta a ayudar en cualquier lugar y situación. Y para que su intercesión sea más eficaz, sólo necesita confianza. La mayor alegría de esta buena Madre es ver en quienes se acercan a ella una dependencia total.

Un niño pequeño, aunque tenga la ropa sucia después de un ajetreado partido, no dudará en correr a los brazos de su madre cuando se sienta amenazado por un perro furioso... Ésta debe ser la actitud perenne del fiel hacia la Virgen: aunque esté manchado por el pecado -¡sobre todo si la falta es grave! - debe correr a María Santísima, porque Ella tiene las llaves del Corazón misericordioso de Jesús y el remedio justo para todos nuestros males. Así que no tenemos por qué desconfiar de Ella, de quien nunca se ha rumoreado que abandone a nadie, ¡por muy malo que sea!

Es verdad que ha habido, hay y habrá siempre almas que no se fían de María.

Y, sin embargo, Ella va al encuentro de esos pobres desgraciados con una solicitud increíble. El comportamiento de la Virgen hacia las almas es tan inescrutable como los mismos designios divinos, pero una cosa es cierta: no puede resistirse a confiar en las almas, como una madre no puede resistirse al cariño de un hijo.

La confianza en la Virgen es, por tanto, el fundamento de toda amistad con Ella. Y tenerla como amiga es garantía de ayuda indefectible.

Sin embargo, debemos comprender otro aspecto muy importante de este vínculo con nuestra Madre Auxiliadora.

A menudo parece que la Reina del Cielo hace "oídos sordos" a nuestras oraciones... Sin embargo, es precisamente en este momento cuando debemos reconocerla. Si parece que falta, su aparente ausencia es su propia ayuda.

Un ejemplo tomado de la vida de San Juan Bosco -el gran devoto y amigo de María Auxiliadora- durante la construcción del conocido santuario en su honor, puede ayudarnos a comprender esta verdad.

"La Virgen tenía que ayudar a Don Bosco a realizar lo que Ella misma le había sugerido. Y así lo hizo. Al contratista que vino a pedirle un anticipo, Don Bosco le tendió su monedero: '¡Es todo lo que tengo!' Y cayeron cuarenta céntimos: 'Pero ya verás que la Virgen piensa en ello y tendrás tu dinero'. Y así fue, pero a veces con grandes dificultades".

¡Tenemos que convenir en que Don Bosco debía poseer extraordinarias dotes de persuasión, para que un contratista, falto de dinero, sólo aceptara buenas palabras!

Y esto, más o menos, de un modo u otro, durante cinco años... Cinco años en los que la vida fue para él, por así decirlo, un continuo tormento, una verdadera carrera por el dinero.

Su fecunda imaginación siempre estaba inventando nuevas formas de forzar la apertura de los monederos. Organizó rifas, envió circulares, pidió ayuda al Consejo de la Comuna, cogió su sombrero y fue a llamar a las puertas de sus grandes benefactores en Roma y Florencia. Y cuando todos los medios humanos se mostraron ineficaces, el taumaturgo despertó en él para pedir al Cielo los milagros que le permitieran pagar las deudas del edificio y alimentar a sus muchachos.

"Y un buen día de 1866, el santuario quedó terminado. Un gran día. Una verdadera multitud asistió a las ceremonias. [...] El santuario fue consagrado el 9 de junio de 1868. Y durante veinte años, Don Bosco tuvo la alegría de ver aquella cúpula dominando la 'ciudad' de Valdocco, sirviendo de corona a aquella 'ciudad' que sus manos habían erigido. Ahora Don Bosco descansa en el templo que construyó en honor de Nuestra Señora Auxiliadora... ¡Un merecido descanso!".

La Virgen nunca falla y podría perfectamente haber facilitado los medios económicos a favor del que trabaja para Ella, obrando un milagro como el que hizo en Caná.

Sin embargo, si San Juan Bosco hubiera contado con todos los donativos necesarios desde el principio, ¿habría tenido la misma confianza en la Providencia al final de la obra? Más que una iglesia de piedra, nuestra Madre del Cielo quiso construir un monumento de confianza en el alma de su amigo.

No es raro que la Santísima Virgen permita que las dificultades se interpongan en el camino de sus más allegados. Y esto por una razón muy sencilla: conociendo de antemano todos los peligros del camino, no duda en obligarnos a tomar atajos que, a nuestros ojos precipitados, parecen desviarnos. En realidad, nos guía por el camino más fácil y seguro. Sólo tenemos que dejarnos guiar por la mano amiga de María.

La mayoría de las veces, sin embargo, nos gustaría tener una solución inmediata. Es difícil convencernos de que, en materia de progreso en la vida espiritual, es preferible una solución eficaz a una solución instantánea...

Cuando la cruz aparece en el horizonte de la vida, algunos se asombran y hasta se enojan, pensando que fue la mano del mismo Dios quien la colocó, subestimando que nos pone a prueba para nuestro mayor beneficio.

Imaginemos que en una ciudad ningún centro de enseñanza, ya sea primaria, secundaria o superior, exigiera a sus alumnos presentarse a exámenes. ¿Quién se atrevería a dejarse operar por un neurocirujano "formado" según semejante método de enseñanza?

Por eso, con gran razón, la Providencia nos envía duras pruebas en la vida para ser dignos del Cielo y... ¡para estrechar nuestros lazos con la Madre de Dios! De hecho, sería casi imposible aprobar los "exámenes de la vida" con todas las notas si no fuera por la ayuda dulcificadora de Nuestra Señora.

Sin embargo, esta poderosa Amiga no permite concesiones a nuestros lados malos y quiere que demos lo mejor de nosotros mismos a Dios en cada oportunidad. Es una relación que nos empuja a ir cada vez más alto.

Por último, si es verdad que la Virgen es más Madre que Reina, en palabras de la Santa de Lisieux, de todo lo que hemos dicho podemos concluir también que es tan Amiga como Madre de todos los hombres.

"Un amigo fiel es una protección poderosa: quien lo ha encontrado, ha descubierto un tesoro" (Eclesiastes 6,14), proclama con razón el Eclesiástico. Así que no perdamos tiempo, ¡porque el precioso tesoro de la amistad con la Virgen está al alcance de la mano!
 

Sor Mariana de Oliveira
mayo de 202

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