Del sitio Gaudium Press:
Hoy se celebra a Nuestra Madre como Nuestra Señora de los Dolores.
Siete espadas ¡Oh Reina!
se ciernen en tu Corazón Inmaculado,
laminas para el sacrificio supremo,
que con esmero el Padre ha preparado.
Desde la eternidad, en su amor infinito,
mayores insignias no ha encontrado.
En previsión del momento álgido,
tantas cristalinas lágrimas han surcado,
tu purísimo y maternal rostro,
que no queda ya más que diamante y oro,
para derramar a los pies del Crucificado.
Pero en cuanto no llega el rojo final
en tu lívida faz se ha clavado,
para consolar el Señor de los tormentos,
una sonrisa serena, fortaleciendo así el amado.
Ese amor sin límites, cuyo dolor ha velado,
en apacible y celestial mirada transparente.
¡Ay! No puede ocultar al Hijo que bien conoce,
el corazón que agoniza, por divino y frío acero…
traspasado.
Para mayor gloria darte, así lo ha querido,
quien de ningún dolor se ha privado,
y en su espíritu, el mayor ha consumado:
Saber que su madre adorada vive y muere,
en cada golpe, humillación, pecado,
con que Él es victimizado.
Bien convenía para redimir la humanidad,
y teniendo los dos un único corazón,
¡Generosidad ilimitada!
Toda su sangre vertieran.
En el Gólgota cual espada de marfil se yergue,
junto a la Cruz de pie está la Reina,
recogiendo rubíes, regando diamantes,
siendo antorcha de la fe, el mundo sustenta,
unida a Dios en la mortal refriega.
Aunque si bien eres madre ¡Oh Virgen!,
también eres Señora de la guerra.
Blanca espada en que se inscribe un Fiat,
Inmaculada luz que derrota las tinieblas,
¡Triunfas para siempre María!
Y con cuanta gloria en tu pecho llevas
Siete espadas ¡Oh Reina!
Por J.V. Irwing
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