La historia de este Santuario del Pueyo se inicia con una aparición de la Santísima Virgen en este monte.
La aparición de la Virgen se data en el año 1101, un año después que el rey Pedro I conquistara la ciudad que por siglos había estado en poder de los sarracenos, desde el año 711.
Un pastor, llamado Balandrán, natural de Morilla de Ilche, estaba apacentando un pequeño rebaño en el Pueyo. De repente llamaron la atención del pastorcillo unos resplandores que emergían de entre las ramas de un almendro. Allí estaba Ella, la Reina de los cielos, que le cegaba y le abría los ojos con su resplandor. Y le transmitía un mensaje, que él, Balandrán, tenía que transmitir al Concejo y a la Ciudad entera de Barbastro. Ella, la Virgen, se lo ordenaba. Y él, Balandrán, no podía negarse. El cielo había hablado.
Pronto, según el deseo de la Virgen se levantó una capilla en la cumbre del montecillo, al lado mismo de donde se hallaba el almendro de la aparición, santificado por la presencia de la Virgen. Acababa de nacer el Santuario de El Pueyo.
El primer documento histórico, en el año 1251, Jaime I el Conquistador fecha en Lérida un decreto, en el que, a ruegos de su esposa, doña Violante, establece una capellanía en El Pueyo de Barbastro.
Desde entonces, habrá siempre en el Pueyo un capellán, que regentará la ermita, o el santuario. Pero antes de 1251 hubo capellanes. El afortunado vidente de la Virgen, San Balandrán, ordenado sacerdote fue el primero de ellos. Su estatua yacente lo representa con los ornamentos sacerdotales.
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