En 1686, en la ciudad de Celles, en el sur de Francia, la Virgen María se apareció a un joven llamado Juan Astrié. Como en otras apariciones marianas, la Madre de Jesús pidió al joven que hiciera penitencia, como todos sus compatriotas.
Según cuenta el abad Rouzand en sus estudios sobre la Virgen, Juan Astrié paseaba por el campo cuando se vio sorprendido por una paloma que parecía acompañarle a lo largo del camino. En cierto momento de su paseo, la paloma tomó la delantera, como guiándole.
De repente, el pajarillo adoptó la apariencia de una mujer, sobresaltando a Juan Astrié. Para calmarle, la mujer le dijo: "Soy yo, la Virgen María". Luego le pidió a él y a toda la humanidad que hicieran penitencia.
Tras la aparición de la Virgen, su título se convirtió en Nuestra Señora de Celles, dado a la imagen de María venerada en el santuario de la ciudad.
En Celles se organizaron numerosas procesiones. También se experimentaron numerosos prodigios en la región, como curaciones y diversos prodigios, especialmente en relación con las enfermedades oculares.
Madre purísima, líbranos de todos los males del cuerpo y del alma.
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