En la cima de la montaña de Périgueux, en Francia, en un lugar de difícil acceso, subían personas piadosas para rezar sus oraciones y pagar sus penitencias. Una de estas personas, la joven María Galvani, subió a la montaña con este fin. Durante sus oraciones, la Virgen se le apareció y le pidió que se construyera allí una capilla en su honor.
Como la joven no creía en Nuestra Señora, la Virgen hizo brotar un manantial de agua en la cima de aquella montaña estéril. Pronto se difundió la noticia del milagro y la gente subió a la montaña para ver el manantial milagroso. Comprobado el milagro, llamaron al manantial la Fuente Santa. Y con ello llegó el título: Nuestra Señora Fuente Santa.
María Galvani fue a ver al cura local y le contó la hazaña. El cura entregó a la joven una pequeña imagen de la Madre de Jesús, de unos 30 centímetros de altura. Y ésta fue la primera imagen de la capilla, que se construyó poco después.
Los devotos de Nuestra Señora de la Fuente Santa saben que hay que subir una montaña para encontrarse con Dios. Y allí, en esa fuente, María quiere invitarnos a beber del agua de la vida, que es su propio Hijo, Jesucristo.
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