Un día cualquiera en el Perú de 1984, Nicolás, un niño de 10 años vio pasar a la Virgen de Fátima por las calles de su ciudad natal, Trujillo. El joven quedó admirado por la belleza de la imagen peregrina, que comenzó a cobrar relevancia en diversos puntos del país. Ocho años después, pasó por la céntrica iglesia de San Francisco, abarrotada por cientos de personas. Intrigado, preguntó qué congregaba a tantos fieles y supo que María estaba de nuevo en su ciudad. En aquel momento decidió dedicar su vida por completo a llevar la Virgen a los hogares y familias de todo el país.
En 1984, la Virgen Peregrina de Fátima comenzó su andadura en Perú y parece no tener fin. Desde entonces, ha visitado a más de 30.000 familias y 110.000 personas en cerca de 200 pueblos y ciudades de la costa, sierra y selva del Perú, habiendo participado en las visitas y recibido gracias y favores más de 400.000 personas.
Podría pensarse que esta desorbitada labor surge de una organización empresarial con cientos de voluntarios. La realidad es muy distinta. Los organizadores de El Perú necesita de Fátima son los responsables de esta labor, una campaña compuesta por tan solo once personas. Nicolás Verástegui es uno de ellos.
Verástegui ha atendido a CariFilii desde Trujillo (Perú), en plena campaña de la Virgen Peregrina. Es 3 de noviembre (de 2023), ha dirigido un rosario público a las 10:00 de la mañana y se dispone a visitar a su familia acompañado de un joven sacerdote que vio nacer su vocación gracias a las imágenes de la Virgen.
La historia de Nicolás es un ejemplo de fe, confianza y devoción en la Virgen y en la Providencia.
Como él mismo explica, antes de pertenecer a la campaña trabajaba en una gran distribuidora de medicamentos con una prometedora carrera empresarial por delante. Sin embargo, tras acudir a un retiro organizado por la campaña El Perú Necesita de Fátima fue consciente de que su misión en la vida era otra muy distinta.
"Entendí que era un llamado de Dios para dedicarme a esta labor y renuncié a la empresa aún teniendo muchas posibilidades de desarrollo. Me puse a entera disposición de la organización. Me costó aceptar pero ahora vivo bajo la Providencia", comenta.
Más de dos décadas después, continua su misión. Ha llevado a la Virgen por todos los rincones del país, desde el inmenso Amazonas hasta altitudes superiores a los 4.000 metros.
Su colaboración formal comenzó precisamente cuando en la Iglesia de San Francisco le dieron la oportunidad de inscribirse para recibir a la Virgen, proponiéndole además "un reto".
"El primero era reunir a 100 personas y la segunda, que todas deberían estar sentadas. Asumí el reto, tenía muchos amigos y vecinos y cada incitado tenía que llevar su silla", comenta entre risas. La realidad fue que no cabía tanta gente en su casa, y por difícil que parezca, escogió como lugar de recepción un campo de fútbol: "Mi sorpresa fue que no llegaron 100 personas… ¡Fueron más de 300!".
Como detalla el portal de la organización Alianza de Fátima, las visitas de la Virgen consisten en peregrinaciones privadas a los hogares de Perú con el objetivo fundamental de "dar a conocer el mensaje de Fátima, promover el rezo del Santo Rosario y fortalecer la institución familiar" a lo largo y ancho del país.
Verástegui explica entre risas que en ocasiones le gustaría "tener el don de la bilocación como San Martín de Porres para poder atender todas las solicitudes". Por el momento, sus organizadores se conforman con disponer de cuatro imágenes peregrinas -réplicas de la Virgen de Fátima de 1,25 metros-, lo que en cierta manera les permite "estar en varios lugares a la vez recorriendo el Perú y visitando los hogares".
Pero ¿en qué consisten esas visitas a las que Verástegui ha entregado, literalmente, su vida? En primer lugar, llama la atención que no son visitas "a demanda". De hecho, informan que para recibir a la Virgen en los hogares es necesario haberlo solicitado previamente. Entre la fecha de la solicitud y la realización de la visita, hay un tiempo de espera que depende de la distancia a recorrer, los medios disponibles para ello y del número de familias en la lista de espera. En el caso de Lima hay un promedio de espera de uno a tres meses y las visitas son prácticamente a diario.
Una vez la imagen llega a los hogares, permanece en ellos durante una hora y media, en la que o bien unos pocos anfitriones o en ocasiones hasta cientos de personas pueden disfrutar de la presencia de la Virgen, escuchar explicaciones sobre las apariciones y el mensaje de Fátima, rezar el Santo Rosario y ser incluidos en las intenciones del mismo.
¿Eres de Perú y quieres que la Virgen visite tu casa? Pincha en este enlace.
Las visitas, sin embargo, no son la única ocupación de la campaña. También se celebra una Misa mensual y un Rosario los días 13 de cada mes y una religiosa carmelita ofrece sus oraciones de cada día por las intenciones de los voluntarios e inscritos, que además se encuentran entre los mil rosarios al año que llevan a cabo en la institución. También disponen de una publicación mensual, Tesoros de la Fe, así como un canal de YouTube y un boletín de WhatsApp y otras aplicaciones que llega diariamente a miles de personas.
Tras más de dos décadas al servicio de la Virgen María, Verástegui asegura que "es como si hubiese empezado ayer".
"Es una buena señal que no sintamos el paso de los años, no lo vemos como algo pesado, al contrario, lo digo con mucha alegría", exclama. Durante más de 20 años, Verástegui ha sido testigo de multitud de conversiones, gracias y experiencias y ha recorrido un camino en el que, literalmente, les han "abierto las puertas en todos los lugares del Perú". Y no solo de los hogares: explica que también ha llevado el mensaje y las imágenes de la Virgen a conventos, hospitales, parroquias, cuarteles e incluso cárceles y centros de reclusión para jóvenes.
"Es impresionante como, cuando hacemos algo que nos gusta, el tiempo no pasa. Parece que empecé ayer y ya estoy preparando una nueva visita", explica en referencia a uno de los colegios que visitó el mes de octubre o a la actual de Trujillo.
Mientras habla con Cari Filii, Verástegui habla de visitas a escuelas, centros penitenciarios o viajes de cientos de kilómetros casi a diario como si fuesen costumbre. Como se desprende de su historia, llevar a la Virgen a cuestas no es cansado para él. De hecho es su vocación, y la vive feliz y agradecido junto con el equipo de El Perú Necesita de Fátima: "Me siento muy afortunado aunque inmerecedor de tal privilegio: ser el peregrino de Nuestra Señora, o quizás como una buena religiosa me dijo: `El borriquito´ de la Virgen".
Antes de despedirse, Verástegui rememora una de sus visitas a la selva del Perú marcada por largas caminatas bajo un sol abrasador para llevar a la Virgen a los fieles que lo solicitaron.
"Aún recuerdo las palabras de nuestro anfitrión: `Gracias por haber venido desde tan lejos. Nos han dado una inyección de fe´. Y eso es lo que pretendemos y buscamos, fortalecer los coágulos religiosos del país. Aún hay una mecha de fe que humea y hay que fortalecerla, hay que reforzar los ámbitos católicos porque eso será un avance frente a toda la orquestación anticristiana", concluye.
No hay comentarios:
Publicar un comentario