Posesión portuguesa desde 1557, la región de Macao recibió a dos médicos enviados por el rey de Portugal para tratar asuntos relacionados con la monarquía. Estos médicos eran Miguel y Pablo, hombres rectos, que pronto se ganaron la admiración de los cristianos que allí vivían.
No les faltaba fe y amor a Nuestra Señora. La fe de estos hombres se hizo flagrante cuando Pablo cayó enfermo y, encontrándose en las últimas, se encomendó a la Virgen María. Muy devoto, el médico guardaba en su habitación una imagen de la Madre de Jesús.
Compasivo, Miguel comenzó a rezar por su amigo enfermo, confiando en la Virgen, le rezó, no encomendando el alma de Pablo, sino creyendo en el Poder de Dios que podía ser invocado por la Madre de Jesús, para que la curación llegase a este hombre.
La fe de aquellos hombres hizo que la curación llegara a Pablo. Y tuvo la certeza de ello cuando vio entrar en la habitación a la propia Virgen María, acompañada de ángeles. María confirmó al hombre que su enfermedad había desaparecido. Todo ello para alegría de sus amigos Miguel y Pablo, que comenzaron a difundir la noticia del milagro.
Tiempo después, la iglesia de Nuestra Señora de Macao fue elevada a la categoría de catedral, en respuesta a la fe de los cristianos de aquella región china.
OREMOS
Nuestra Señora de Macao, ruega por nosotros.
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