25 de septiembre de 2022

Nuestra Señora de la Visitación de Ancuya

 Del blog Buscando una Identidad Cultural:

Un leve viento se levantaba por entre el valle de Angayan, deslizándose pausadamente por entre frondosos árboles que parándose con firmeza sobre sus propias raíces, apenas se movían dejando caer una que otra de las hojas de sus ramas. El pequeño poblado, caserío de unas cuantas rusticas casas, estaba siendo poco a poco despoblado por parte de los españoles que no se sentían muy seguros en aquel lugar debido al permanente ataque de los indios Abades que de un tiempo acá, quizá cuatro ilustres atrás, habían sido obligados a replegarse a la cordillera para dar paso a los nuevos invasores de las márgenes allende al (río grande de Quillacinga) que con el tiempo se conociera como el Guaitara.

Juan María, síndico de la región, era un indio que para aquel entonces tenía más de cincuenta años, veinte de los cuales estarían en el servicio de los españoles que ante la sumisión que a ellos demostada no tardaron en darle confianza, depositando a su cargo la conservación y el arreglo de la imagen de la Virgen que según todo indica provenía de Sevilla en España, dentro del gran número de imágenes de madera que hiciera traer el rey Carlos V con los padres Mercedarios y Franciscanos para que sean veneradas y contribuyan en la campaña evangelizadora del para aquel entonces Nuevo Reino de Quito.

Justino Mejia y Mejia, la describe así: "La imagen traída de los primeros años del siglo XVI desde España, es de madera incorruptible, mide 1.20 mts. de altura, tiene ropaje propio consistente en túnica carmesí, manto azul rígido, en ademán de andar; su mano izquierda esta en actitud de atraer; la diestra hecha para sostener un cetro. Tiene cuello erguido y de blancura ebúrnea, su cara ovalada, sus mejillas sonrosadas, sus ojos pequeños atrayentes y modestos. Gracias a la generosa piedad de los fieles le han vestido con túnicas lujosas y le han puesto en su mano un cetro y en sus sienes corona de oro".

El Pbro. Luis Alberto Coral Bravo, dice al respecto: "La virgen, por su fisonomía y expresión del rostro, comparada con otras imágenes españolas, no solo es semejante si no idéntica… con toda verdad vino de España como un obsequio de los Reyes Españoles… tal es el caso de las Purísimas Inmaculadas, que se conservan como regalos, en muchas ciudades y poblaciones de America: San Juan Bautista de Pasto, Buesaco, Pupiales, Carlosama, guardan en regular estado, Inmaculadas de fabricación española, en su advocación de la Purísima Concepción".

El Indio Juan María, ha terminado ya de arreglar convenientemente el fardo donde se encuentra la imagen de madera y procede a llevarla del Valle de Angayan a su nuevo sitio en la también nueva población que según determinación de los españoles será en el denominado Valle de Púrpura. La distancia entre uno y otro sitio no es mayor. El Valle de Púrpura es la actual población de Ancuya.

 El nuevo sitio para ubicar la población es una llanura que se levanta sobre las estribaciones de la cordillera, colindante con el río Guaitara, provista de excelente vegetación y localizada de manera estratégica para evitar los ataques de los indios Abades.

La palabra Ancuya es de origen quechua y proviene de las palabras: Ankunervio y Uya-cara, lo cual significaría: Nervio de la cara, haciendo alusión al Cacique de nombre Angayan o Ancuya quien se dice tenia en el rostro un nervio muy prominente que le daba un aspecto feroz.

El indio Juan María, sindico de la imagen de la virgen, la deposito en el nuevo sitio, donde seguramente ya se había construido una pequeña capilla. En tanto la arreglaba recordaba como la salida de la imagen de la virgen en madera, de la antigua población, no había sido fácil, por cuanto un grupo de indios de la comunidad se oponían rotundamente a dejar salir la imagen, considerando que era de ellos y guardaban hacia esta gran respeto y veneración.

El incidente no quedo allí. Los indios resentidos por el hecho en referencia, se reunieron a escondidas para preparar un plan que traería nuevamente la imagen de la Virgen a sus lares. Una noche que se pierde en el camino incierto del año mil quinientos cincuenta y cuatro, cuando todo parecía que había pasado, un grupo de gente proveniente de Aguada o “Pueblo Viejo”, logra llegar sigilosamente, sin que nadie los ve, hasta donde se encuentra la imagen de la Virgen en la nueva población de Ancuya y la regresa hasta la antigua población.

Al despertar el día, grande fue la conmoción cuando el pueblo se enteró que había desaparecido la imagen de la Virgen; de inmediato se designó comisiones para que la busquen en sitios aledaños al poblado, encontrándola en la antigua población, donde nadie respondió por el hecho argumentándose que seguramente la Virgen no quería salir de aquel lugar. Nuevamente fue llevada y ubicada en la capilla de la nueva población.

Los indios de “Pueblo Viejo” o Aguada, no desistieron de volver a traer a la Virgen, a quien denominaba “su Patrona”, razón por la cual procedieron una vez más a preparar nueva incursión con dicho objetivo. Se perdió nuevamente la imagen de la Virgen de Ancuya. Hecha las averiguaciones, se conoció que esta había sido robada una vez mas por las gentes de Aguada “Pueblo Viejo”, por lo cual también se trazó un plan para hacerla volver al nuevo poblado. Se comisionó a un grupo de gente para que aprovechando las horas de la noche vaya hasta Aguada o “Pueblo Viejo” y traigan a hurtadillas la imagen de la Virgen. Ese ir y venir de la imagen a los dos poblados crea la tradicional leyenda de la Virgen Andariega en un principio, hoy de la Visitación de Ancuya, cuando según la tradición de las gentes del lugar: “Ella mesmo se ha venido porque esta haraposita la Mestiza”. Que diezma a la población y obliga a los naturales a refugiarse a los poblados vecinos. "La Virgen queda para siempre en Ancuya", dice el padre Luis Albero Coral Bravo.

Con el transcurrir del tiempo, la imagen de la Virgen de la Visitación de Ancuya adquiere veneración y respeto por parte de las gentes colindantes con el lugar y se registra un hecho histórico de su devoción cuando en el año de 1971, en el Archivo del Arzobispado de Quito, siendo el Párroco de Ancuya el padre Francisco Javier Ordóñez de Lara, dice Justino Mejia y Mejia, en los bienes que enumera de la Parroquia anota textualmente: “Primeramente $40.000 de una cofradía por ochenta cabezas de ganado, pertenecientes a nuestra señora de la Visitación, Acuia 1791”.

El calendario católico, registra el día 22 de Julio como la visita de la Virgen María a su prima Santa Isabel. Hecho que perfectamente encaja con la leyenda o tradición creada a raíz de los acontecimientos en que la imagen de la virgen de Ancuya se “traslada” o esta de “visita” de un lugar a otro, entre Aguada y Ancuya y viceversa, como anteriormente se describe; sin embargo había un problema o inconveniente para adaptar la imagen de la Virgen a la nueva advocación, por cuanto todo parece indicar que primigeneamente se veneraba a Nuestra Señora de las Mercedes, tenía al niño Jesús en su brazo izquierdo, pero, si esta vez advocaba al hecho de la visita a su prima Santa Isabel, no podía tener el niño en su brazo por cuanto se entiende, razón por la cual la imagen del niño Jesús desapareció misteriosamente en el transcurrir del tiempo.

Es de tradición entre las gentes del Guaitara que a partir del año 1901, hizo su aparición sobre las grandes hondonadas y vegas del río, una plaga de langostas que acababa con cuanto cultivo encontraba. Hecho que se repetía frecuentemente dos veces por año. “Todo esfuerzo por detenerlas fracaso, frente a la magnitud del oleaje aterrador, dice el padre Luis Alberto Coral Bravo, y continua: En tal desesperada situación, a la mente de Darío Caicedo, ferviente devoto de María, le vino la idea de hacer fabricar una langosta de oro fino, para colocársela a la imagen, en especial ceremonia. El párroco Pedro Haecker, después de una misa y solemnemente rogativa puso en el manto la presea.

En los siguientes días, sobre el cielo de Ancuya se presentó otra bandada distinta, eran aves desconocidas que en el aire atrapaban las sabandijas y después de decapitarlas, las dejaban caer; luego pasaban la noche en los peñascos del Guaitara para reanudar su tarea en los siguientes días. Corría el año de 1914. Hasta hace poco existían personas de gran responsabilidad que atestiguaban el hecho con juramento”, dice el Padre Coral Bravo.

Por otra parte el mismo sacerdote afirma:”Algo semejante ocurrió también con la plaga el Chinche, arácnido repulsivo, que según los entomólogos, puede durar hasta 70 años; pues tiene la capacidad de remudarse como las serpientes. En atención a la desaparición de esta plaga los habitantes de Ancuya, le ofrendaron también un chinche de oro.

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