Este santuario data de finales del siglo I, por lo que es uno de los más antiguos de Francia. Según la tradición, algunos de los primeros cristianos de la zona descubrieron la estatua que residía en la rama de un roble. La cogieron con gusto, la colocaron en un muro cercano a una fuente y fueron a llamar a los vecinos para mostrarles lo que habían encontrado.
Al volver, descubrieron que la estatua no estaba donde la habían dejado. Como se trataba de un lugar aislado, se preguntaron quién podría haberla cogido. Más tarde, la estatua fue encontrada de nuevo donde la habían visto por primera vez, sentada en la rama del roble. Como la Virgen no parecía querer ser trasladada, la primera capilla se construyó, en consecuencia, alrededor del árbol, estando las ramas con la estatua en el piso superior.
Una iglesia parroquial, construida posteriormente al lado, muestra la arquitectura de finales del siglo XII, pero el santuario ya era muy antiguo en esta época. La iglesia y el priorato de Nanteuil pertenecían a la Abadía desde los primeros años del siglo XII.
La construcción se atribuyó a Philippe-Auguste, que quiso mostrar su gratitud a la Virgen por un doble beneficio: el primero, por haber sido atendida su plegaria y por haber empapado con lluvia a su sedoso ejército para calmarla; el segundo, por su victoria sobre el rey de Inglaterra y su toma de Montrichard. De hecho, la segunda columna que sostiene el arco en el lado derecho es el rostro del monarca, junto con los rostros de otros líderes de su ejército.
La devoción de los Reyes y Señores por la Virgen de Nanteuil era compartida por el pueblo, y de todas partes acudían en peregrinación, especialmente el lunes de Pentecostés, lo que dio origen a una famosa feria que se estableció antes del siglo XIV y que continúa hasta nuestros días.
Las convulsiones religiosas del siglo XVI dejaron a la Virgen de Nanteuil intacta, pero antes de la Revolución Francesa se produjo un cambio en la estatua. El rostro sonriente se volvió triste, y muchos peregrinos atestiguan haber visto lágrimas en las mejillas. En efecto, la Revolución trajo el dolor al santuario. Uno de los peregrinos lanzó una cuerda alrededor del cuello de la estatua y la tiró al suelo, rompiendo todo menos la cabeza. Una mujer que tiró la cabeza por descuido y buscó un botín mejor fue castigada con una muerte casi instantánea. Otra mujer recogió la cabeza mutilada y la escondió hasta que terminó la destrucción y se pudo hacer un nuevo cuerpo para acompañarla.
Uno de los muchos milagros registrados de Nuestra Señora de Nanteuil es la curación de un niño que estaba completamente lisiado. Su madre lo llevó en su espalda durante tres peregrinaciones, y la tercera vez al santuario de Nuestra Señora de Nanteuil, regresó a casa completamente curado. El santuario era especialmente famoso por las curaciones de niños enfermos, y era el favorito del rey Luis XI.
Este santuario contaba con un altar privilegiado y muy indulgente. Era el favorito del Venerable Olier, y de ese santo vagabundo, Benedicto José Labre.
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