22 de julio de 2022

Nuestra Señora, Eminencia de Dios



Del sitio Gaudium Press:

El principio de eminencia, que enuncia San Lorenzo de Brindisi diciendo que “Todo aquello que de virtud, de santidad, de bondad ha encontrado Dios en la Iglesia y en el paraíso, en los hombres y en los ángeles, lo tomó para adornar a la Virgen con la dignidad del Hijo Unigénito, a fin de que ella fuese el paraíso y las delicias de Dios”, se nutre de la piedra angular de la mariología, que no es otra que la excelsa condición de María como Madre de Dios. 

Pero queremos hacer hincapié ahora en ese la eminencia de Nuestra Señora, pues tal vez sea en su profundización que hallaremos más elementos para intentar acercarnos en el conocimiento a ese ser gigantesco llamado María Santísima. 

Dice Roschini comentando a San Lorenzo de Brindisi, que “también Dios, sumo Rey de Reyes, tiene su tesoro, y este divino tesoro es María”. 

A este tesoro, Dios lo adornó con todos los dones que dio a sus otros súbditos, pero en grado eminente: “Esto que vemos ser concedido por Dios a un siervo, ¿cómo se puede negar que haya sido concedido también a la Madre?”, dice San Lorenzo de Brindisi.

Dios “es la esfera suprema de todos los entes, la unidad que abraza en su simplísimo seno, infinitas especies de números. Así María, puesta sobre todos los ángeles y los elegidos de Dios, contiene todas las bendiciones de todos los elegidos. ¡Oh suma y altísima bendición!”, se alegra San Lorenzo. 

Bella es la aurora, la estrella que prenuncia el sol; más bella la luna llena en cuanto que resplandece de argento candor. Bellísimo sin parangón es el áureo sol, el ejército alineado es sin lugar a dudas admirable y alegre; pero todo esto que de bello y de alegre se puede encontrar en cualquier cosa bellísima por naturaleza o por arte, todo va a confluir en la Esposa de Dios, y por esto se le aclama Beata…” 

Muchas y grandes obras Dios ha hecho en el mundo, en la Iglesia, en el paraíso; puesto que muchas y grandes son las obras de naturaleza, de gracia y de gloria (…) En el mundo Dios hizo grandes cosas a Adán, a quien constituyó emperador de todo el universo: Dominetur piscibus maris et universae terrae; hizo grandes cosas a los príncipes, a los reyes, a los emperadores. En la Iglesia ha hecho grandes cosas a los Patriarcas, a los Profetas, a los Apóstoles, a todos los Santos. Grandes beneficios Él hizo a los Hebreos en el Antiguo Testamento, mayores también a los cristianos en el Nuevo. Es propio a Dios hacer cosas grandes… ¡Cuanto de grande hizo Dios a Noé, a Abrahán, a José, a David, a Pedro, a Pablo, a Juan! Gran autoridad concedió a Moisés: Constitui te deum Pharaonis, gran dignidad confirió a Aarón, gran fortaleza a Sansón, gran sabiduría a Salomón, gran espíritu a Elías, gran santidad de vida a Juan: Erit enim magnum coram Domino, gran gracia del Espíritu Santo dio a los apóstoles; sin embargo sólo de la Virgen se dice: Fecit mihi magna qui potens est…(Ha hecho en mí grandes obras, Él que es Todopoderoso)… Porque la grandeza de María trasciende cualquier otra grandeza creada”, continúa San Lorenzo. 

María es “como un compendio de toda la Iglesia, como el hombre es el microcosmos, compendio de todo el gran mundo”.

Grande fue el Señor en la creación del gran mundo; pero también grande fue en la creación del mundo menor, el hombre, constituido por él príncipe de todo el mundo; mucho más grande fue en su Iglesia, mucho más grande en el paraíso, donde son obras mucho más perfectas; pero, por decir lo que pienso, más grande me ha parecido Dios en la Virgen que en el mundo, en la Iglesia, y en el paraíso. Es más grande de hecho la perfección, la nobleza, la dignidad de la Virgen que aquella de todo el mundo; es más grande la gracia de la Virgen que aquella de todos los santos y santas de toda la Iglesia juntos; es más grande la gloria de la Virgen que aquella de todos los ángeles y de todos los bienaventurados del paraíso”. 

Grande es el Señor en María, dice Roschini, la grandeza del Señor se manifiesta de forma eminente en María, ella es la Eminencia de Dios, la manifestación del Poder creador de Dios.

Ese es el puente magnífico que Dios constituyó para que nos uniéramos con él, puente hecho de nuestra misma carne y sangre, que son la carne y sangre de Cristo.

Por Saúl Castiblanco

 


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