Traducido del sitio SOS Familia & Juventude:
El 29 de junio comienza la peregrinación a Nuestra Señora de Luggau en Lesachtal, Austria. ¡Una vela que no se apagó, un discapacitado que recuperó la razón y un conde accidentado marcan el inicio de las grandes gracias ocurridas en este santuario!
Según una antigua tradición, el Santuario de Nuestra Señora de Luggau fue construido en un campo muy fértil que era cultivado por una mujer llamada Helena, una señora muy piadosa, pero también muy pobre.
Un día, cansada del trabajo, Helena se sentó y se quedó dormida. En su sueño, vio que allí surgiría una iglesia en cuya construcción ella misma tendría que participar. Al principio, trató de ignorar el sueño, ya que no podía entender cómo, siendo tan pobre, podría construir una iglesia. Sin embargo, como la idea la atormentaba día y noche, se dijo a sí misma: "Si hay algo de verdad en todo esto, encenderé una vela en el campo y tendrá que arder continuamente durante tres días y tres noches. Si es así, tendré que creer que la visión vino del cielo".
A pesar del fuerte viento, la vela ardió durante los tres días sin apagarse. Así, Helena se convenció, compró una imagen de Nuestra Señora de los Dolores y la llevó de casa en casa, contando la historia de lo que le había sucedido y pidiendo ayuda para la construcción de la iglesia.
Sin embargo, la pobre mujer solo recibió burlas y fue acusada de loca y estafadora. Terminó encerrada en la cárcel durante un tiempo, hasta que fue liberada por los jueces, que la consideraron inocente. Después de tanto sufrimiento y humillación, los aldeanos cambiaron de actitud y proporcionaron la madera necesaria para la construcción de la capilla.
Durante la construcción, un carpintero que trabajaba en el techo vio a un discapacitado mental entrar en la pequeña capilla y, atraído por la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, la cogió para llevársela. El carpintero advirtió inmediatamente al pobre discapacitado que devolviera la imagen, y este obedeció rápidamente. Tan pronto como la imagen volvió a su altar, el discapacitado recuperó inmediatamente el uso de la razón.
Este gran milagro contribuyó a difundir aún más la fama del pequeño santuario. Por ello, Helena acudió al conde João de Manndorf, en Pittersberg, para pedirle que la capilla de madera fuera sustituida por un edificio de ladrillo. El conde aceptó y se desplazó personalmente a Luggau para coordinar las obras.
Tras un mal comienzo, el conde se peleó con los campesinos y acabó abandonando el proyecto. Sin embargo, cuando regresaba a Pittersberg, su caballo se desbocó y lo tiró al suelo. En la caída, el conde quedó atrapado en el estribo y fue arrastrado por un largo tramo de la carretera, hasta que el caballo se detuvo de repente. A pesar de todo, Manndorf vio que estaba completamente ileso y lo reconoció como una señal del cielo. Así, el conde regresó de inmediato a Luggau y trabajó duro para terminar la iglesia.
Las gracias recibidas a lo largo de los siglos han sido tantas que Luggau recibe actualmente a numerosos peregrinos de toda Italia y Austria. Las peregrinaciones comienzan siempre el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, y se prolongan hasta mediados de septiembre.
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