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La advocación de Nuestra Señora de Brujas, venerada en la ciudad belga de Brujas, tiene una rica historia que se remonta al siglo XII. En un santuario en Flandes dedicado a María, se conserva un mechón de cabello de la Virgen María, donado por un obispo sirio llamado Mocca. Este santuario también alberga una famosa reliquia de la Santa Sangre, que se convirtió en el centro de numerosas peregrinaciones.
La preciada reliquia de la Santa Sangre fue traída desde Tierra Santa por Thierry de Alsacia a su regreso de la segunda cruzada en 1150. Desde entonces, ha sido objeto de gran devoción, especialmente durante la peregrinación anual que tiene lugar el lunes siguiente al primer domingo de mayo. Nobles flamencos y miles de peregrinos de toda la cristiandad participan en esta procesión. El santuario, dedicado a María por su papel en la entrega de su propia sangre por su Hijo Divino, también es escenario de numerosos milagros atribuidos a la intercesión de la Madre de Dios.
La actual catedral gótica de Notre-Dame en Brujas, construida en 1225, alberga varias reliquias importantes, incluida la Madonna de Brujas, una escultura de mármol de la Virgen y el Niño realizada por Miguel Ángel en 1504. Esta escultura, encargada por los mercaderes flamencos Mouscrom, presenta a la Virgen y al Niño con una solemnidad plástica, similar a una arquitectura. La escultura sufrió varias sustracciones a lo largo de la historia, incluida una durante la Revolución Francesa y otra durante la Segunda Guerra Mundial, pero fue devuelta a Brujas en ambas ocasiones. La Madonna de Brujas es una obra maestra de Miguel Ángel, que refleja la belleza clásica del rostro de la Virgen y la dinámica energía del Niño Jesús. Se encuentra detrás de un cristal antibalas desde un intento de ataque en 1972 en la Basílica de San Pedro en Roma, lo que limita el acceso del público pero no disminuye su importancia como un tesoro de la fe católica y una expresión sublime del arte renacentista.
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