María en el Templo. Toda tu belleza y tu gracia del alma y del cuerpo, eran para el Señor.
Todo en ti, dulce Virgen María estaba orientado hacia la Santísima Humanidad de Jesucristo, el verdadero Templo de Dios.
Tu presentación en el Templo por tus santos padres, San Joaquín y Santa Ana, nos muestra tu pertenencia exclusiva a Dios, la completa consagración de tu alma y de tu cuerpo al misterio de la salvación; y nos enseña a responder con una obediencia amorosa al llamado de Dios Padre.
María, hiciste que en torno tuyo floreciera el amor a Dios y lo llevaste a cabo sin ser notada, porque tus obras eran cotidianas, cosas pequeñas llenas de amor.
Que aprendamos a servir a Dios y a nuestros hermanos, como tú, en la sencillez, y con amor.
Como tú te ofreciste a Dios en el Templo con prontitud y por entero, santa niña María, así nosotros queremos presentarnos a ti y te rogamos que nos lleves de la mano y nos ofrezcas al Señor.
Enséñanos, Madre, a ser valientes seguidores de tu Hijo, anunciándolo con firmeza y delicadeza en cada momento de nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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