Del sitio Gaudium Press:
Tristeza que abate el ánimo
cabizbajo caminaba el día;
y en su lenta y pálida agonía,
rumiaba el pecador inveterado:
– Caminé por las sendas de Venus,
degusté las uvas del Baco;
quemé incienso a orgullosa Hibris,
de fortuna Abundia colmé mi saco.
En los vaporosos pliegues de Venus,
obnubilado quedé prendado;
regurgitando el alcohol de Dionisio,
inflé el cuello como el pavo;
y millares de monedas de oro,
formaron lava en mi tejado.
Pero un día llegó el día,
mi insatisfecha alma decía:
– Iluso capricho de Venus,
que solo me supo a cacho.
Abrazado por Dionisio,
mis calzones me robaron;
de dármelas de pavo orondo,
terminé de pavo asado;
y las monedas de mi oro,
que se las quede el banco.
Qué desilusión la mía,
en esta lenta y pálida agonía.
Entonces se aparece el ángel:
– ¿Me recuerdas?
– Te recuerdo.
– ¿Y por qué no me has buscado?
– Enredado estaba, en oropel oxidado.
– Entonces, ¿qué hacemos?
– Estoy abierto a las opciones.
Sácame de este embrollo,
antes de que muera ahogado.
– Pues mira que es más bien simple,
y no es tan complicado.
Es solo rezar a la Virgen,
y a desandar el camino andado.
– Ella no debe ya ni quererme,
he sido su hijo ingrato.
De su compaña escapé,
a retozar con marranos.
– No sabes de su cariño,
a quien llevó en su regazo,
hasta un Judas arrepentido,
hubiera Ella perdonado.
Ven vamos a verla,
arréglate el peinado,
para hacer de tus miserias,
estrellas en cielo blanco.
– Tengo miedo del recuerdo,
sé que me atraerá el pecado,
el maligno me conoce,
con sus artes malhadados.
– Más miedo de la Virgen,
tiene ese bicho alado;
ven vamos presurosos,
a cubrirnos con su manto.
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