Mamma Rosa* estaba terminando de preparar la comida (cortando tomates para hacer una ensalada) cuando un joven sacerdote, de unos treinta años, llama a la puerta. La saluda y le pide poder orar con ella, frente a la hermosa estatua de la Virgen que está allí, sobre un altarcito muy sencillo, en el lugar de honor.
Ambos se arrodillan. El sacerdote comienza a rezar de la forma más espontánea y sencilla posible. Rosa lo sigue cada vez más fascinada, tanto que de pronto le dice: “Feliz eres tú por saber tantas cosas, por saber rezar tan bien. Yo solo sé rezar el Rosario y no sé los misterios. Enséñame a orar bien, como el Señor quiere”.
El sacerdote le responde: “Continúa orando como sabes. Di bien tu Rosario. Es una oración muy hermosa y poderosa. En cuanto a los misterios, no te preocupes por ellos: yo mismo te voy a enviar a alguien para que te los enseñe. Además, cuanto más sencilla sea tu oración, más agradará a Dios. Repite muy a menudo: “¡Dios mío, te amo! ¡Jesús, gracias! ¡Jesús, perdóname! Ora así, según la posibilidad del momento, según te venga a la mente”.
Rosa vuelve a preguntar: “Siento que me haces tanto bien, ¿de dónde vienes?" "Soy nazareno", responde el sacerdote. Entonces, insiste Rosa con su escasa cultura eclesiástica: “¿Vienes tal vez de Loreto?”. El sacerdote responde: “Sí, vivo en la casa de Loreto”. “¡Oh, ven de nuevo a verme!”, y cuando se gira para ahuyentar al gato que estaba a punto de saltar sobre la mesa para coger algo, el sacerdote desaparece.
Tiempo después, cuando estaba a punto de comenzar sola el Rosario, sintió dos manos invisibles que le tomaban la cabeza. Una voz le hizo repetir siete veces los quince misterios del Rosario. Tan pronto como empezó a recitarlo, se sorprendió al saber ahora todos los misterios, con orden y precisión, y desde entonces nunca más los olvidó. Unos días después, tuvo la idea de preguntarle a la propia Virgen quién podía haber sido aquel famoso sacerdote.
La Virgen, sonriendo, le dijo que el "sacerdote" de Nazaret, por excelencia, al que ella había visto y que aún tiene su sagrario en la Casa Santa de Loreto, no era otro que su Hijo Jesús. Por último, le dijo que había sido el Espíritu Santo quien le había enseñado los quince misterios.
Extracto del libro Fioretti de Rosa di Gesu-Maria (“Florecillas de rosa de Jesús-María”).
* La Virgen María se le apareció varias veces a Mamma Rosa bajo la advocación de Nuestra Señora de las Rosas en San Damián, Italia.
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