2 de octubre de 2022

Iglesia Nuestra Señora del Carmen (López Lecube, Provincia de Buenos Aires)

 Del sitio Misioneros Digitales:

Donde la fe se puede ver en ladrillos”. Más o menos así fue la frase con la cual el padre Leandro Volpe de Darregueira se refirió a la también llamada Catedral de la Soledad. 

Para comprender la historia de este templo debemos pensar en la Argentina de 1880. 

Apenas dos años antes había comenzado la Campaña del Desierto, que fue una operación militar que duró aproximadamente 6 años con el fin de extender las fronteras del país y ganar grandes extensiones de tierra en las que habitaban pueblos originarios. 

Uno de los hacendados de la zona sudoeste de Buenos Aires era el señor Ramón López Lecube. 

Durante esos días los ataques en malón (ataque inesperado de un grupo de indígenas que incluían saqueos, entre otras cosas) eran frecuentes. Era la respuesta que podían ofrecer los pueblos originarios antes los ataques militares. 

Un día el señor López Lecube estaba controlando sus tierras junto a un ayudante de su confianza. Fue este quien divisó una nube de tierra a lo lejos. De inmediato identificó que esto se trataba de un malón y si los descubrían era muy probable que ambos fueran asesinados. Fue él quien sugirió al señor López Lecube que bajara de su caballo. Entonces golpeó al caballo del señor Ramón para que corriera en una dirección (levantado polvo en esa misma dirección) y él se dirigió con su caballo en la dirección contraria, es decir levantando polvo en la dirección contraria. Esto causó que el malón creyera que se habían separado y corrido en direcciones opuestas, mientras que, en verdad, el señor López Lecube se había escondido en unas vizcacheras que había en el lugar (una vizcachera es una madriguera de vizcachas – gran roedor – que en general consisten en pozos enterrados en la tierra). 

Por la noche, solo, temeroso y aún en el improvisado refugio, el señor Ramón, devoto de Nuestra Señora del Carmen, oró con mucha fe a la Madre del Señor, comprometiéndose a construir una iglesia en el lugar. 

Tiempo después el señor López Lecube, como agradecimiento a la Madre de Jesús, comenzó las conversaciones con el arquitecto Pedro Jürguensen, quien inició la impresionante empresa de construcción con materiales traídos desde Europa que llegaban en barco al puerto de Ing. White (Bahía Blanca) distante a unos 100km del lugar. Estos materiales eran llevados hasta el lugar con carros tirados por caballos. 

Inaugurada por Ramón López Lecube el 31 de agosto de 1913, aun resiste el paso de los años y el castigo de las inclemencias del tiempo, propio de un árido desierto pampeano, en un relativo abandono a pesar de haber sido declarada en 1993, patrimonio cultural de la provincia de Buenos Aires.

Un grupo minoritario de fieles organizados en la Asociación Amigos de la Iglesia, hacen enormes esfuerzos combatiendo la humedad y las palomas, entre otras tantas dificultades estructurales, para llevar adelante una adecuada y costosa restauración, y así impedir su ruina. 

Para recaudar fondos, todos los años en el último Domingo de agosto, los lugareños se reúnen y celebran a la Virgen realizando una peregrinación a caballo partiendo de la localidad de Felipe Solá (distante 15 kilómetros) y culminando en la iglesia, disfrutando de un asado campero, en una jornada de fe y tradición. 

En la década del 80, el Cotolengo de Natty Petrosino (Hollmann) era un hogar para chicos con discapacidades y huérfanos. Natty era modelo y acaudalada, que tras pasar por una enfermedad casi terminal se hizo muy creyente y empezó a hacer muchas obras de caridad. Todo niño de la calle que encontraba lo llevaba a su casa hasta que no había más lugar y así empezó su historia. En su paso por Lecube fue responsable de la reparación del techo de la iglesia. 

Con el tiempo llego el ferrocarril y a su alrededor comenzó a crecer un poblado al que llamaron López Lecube, y que en su momento de auge llegó a tener 1000 habitantes. Pero, como resultado del cierre del ramal ferroviario, cayó en el olvido y abandono atando su destino al de la propia iglesia, dejando en la actualidad solo 22 habitantes.

A unos 90 km desde Púan, recorriendo la ruta 76, camino que pasa por el Monasterio de Santa Clara y por el Mirador Millenium se llega a la población llamada Felipe Sola por asfalto. 

Desde allí restan 16 km de ripio, en general en buen estado; y de la nada, en un mar de pastizal, la impactante y solitaria iglesia Nuestra Señora del Carmen también llamada coloquialmente Catedral de la Soledad. 

La iglesia es de planta cruciforme, más precisamente de cruz latina, habitual en las iglesias de peregrinación del Románico y Gótico, y corresponde a un diseño donde la nave mayor tiene más longitud que el transepto o el brazo menor. 

En este eje mayor es donde se alinean la puerta principal, el atrio, el altar mayor y el ábside.

Cuenta con catorce espléndidos vitrales importados de Francia. Algunos fueron rotos por las tormentas, aunque los que quedan dejan pasar la luz solar con brillantes tonalidades y que permiten entrever las imágenes de diferentes santos como san Roque, san Alejo, san Ramón, san Antonio, san Francisco y uno muy especial: san Eduardo, que honra la memoria de su mayordomo desaparecido. 

También cuenta con cinco altares de mármol de carrara, construidos en una sola pieza y traídos de Italia. Los confesionarios y bancos son de roble de Eslovenia. 

Su mampostería fue íntegramente realizada en ladrillo especial, con granito de las canteras de la región. 

En su fachada pueden verse columnas del orden corintio y pilastras decorativas, y también la impactante figura blanca de la Virgen que custodia su pórtico desde lo alto, que está hecha íntegramente en mármol de carrara y se enmarca entre columnas apareadas. Los santos que coronan los altares son casi de tamaño natural.

En uno de sus laterales, a modo de jardín interno, acompaña una higuera que invita en la paz del lugar a sentarse y disfrutar del sonido del viento. 

En sus campanas se encuentra una significativa inscripción que reza: «Confortado en la fe cristiana, llegué a estos campos el 8 de noviembre de 1880, en los que labré mi felicidad».

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