Del sitio María de Nazareth:
Kofaza es una pequeña ciudad de Hungría que goza de un cierto renombre, en primer lugar por su santuario mariano y luego por sus campos fértiles, sus viñedos soleados, sus ricas praderas y su bosque, verdadero bastión del santuario. Muchos son los peregrinos que visitan este santuario de la Virgen sin preguntarse su origen que merece ser conocido.
En el siglo XVII, Kofaza era, gracias a este extenso bosque, un lugar de caza del Conde Tomás Nadasdy. La carretera que conducía al Lago Fertoe, pasaba por Kofaza, cerca de una capillita perdida en el medio del bosque, donde se veneraba un hermoso cuadro de la Virgen. El Conde Nadasdy tenía una hija enferma, desahuciada por los médicos más reconocidos de la época. La pequeña enferma, llamada Eleonora, era la cruz de la familia especialmente del Conde.
Eleonora tenía la costumbre de pasearse sola o acompañada por el bosque. Un día, llega hasta la capilla. Entra, y al ver el cuadro de la Virgen con el Niño en sus brazos un amor ardiente se apodera de su corazón. Cuanto más mira a la imagen, más su corazón se enardece y la oración brota de sus labios. « ¡Virgen Santa, cúrame, para que sea feliz, cúrame y te perteneceré para siempre. A tus pies, deposito mi virginidad hasta el final de mis días! » Segura de haber sido escuchada, Eleonora se marchó llena de alegría. Desde ese día llegará con frecuencia a visitar a la Santa Virgen a su capilla en el bosque.
A los 14 años, Eleonora era una joven bella, orgullo de su padre y alegría de la familia.
El conde comienza a hacerse proyectos para el futuro de su hija. Se abren las posibilidades de alianzas con una gran familia de la nobleza del país. El tiempo pasa. Los días de caza continúan para la familia Nadasdy. Eleonora es descubierta por el joven Wesselenyi, miembro de la gran nobleza húngara. Las negociaciones de matrimonio se entablan. Eleonora, entonces, le hace conocer a su padre su voto de virginidad. ¡Gran consternación!
El conde consulta a su pariente, Monseñor de Eger. Este juzga que Eleonora, enferma y poco madura, hizo un voto del que no podía comprender su importancia y alcance. También el Obispo dispensa a la joven de su voto de virginidad y las nupcias tienen lugar.
Dejemos de lado el sufrimiento interior de Eleonora. Todo el pueblo está feliz. La familia Wesselenyi ostenta todas sus pompas. Eleonora radiante se presta por obediencia a la preparación del cortejo que debe conducirla ante su joven novio. Hace un tiempo magnífico. De pronto, el cielo se cubre de nubes oscuras. La tormenta amenaza. Deciden dejarla pasar. No esperan mucho tiempo. Un viento violento hace temblar el castillo y un trueno irrumpe de súbito, un rayo seco cae sobre el cortejo.
Ese día, en Kofaza, en lugar de una boda, se celebraron las exequias de Eleonora. Terror, llantos, lamentos, frente a la muerte de la pequeña. Terrible sería el remordimiento del pobre conde. En prueba de reparación, construirá en la misma capilla un santuario donde aún hoy se venera a la Madre de Dios, la gran Señora de los magiares!
Kofaza es una pequeña ciudad de Hungría que goza de un cierto renombre, en primer lugar por su santuario mariano y luego por sus campos fértiles, sus viñedos soleados, sus ricas praderas y su bosque, verdadero bastión del santuario. Muchos son los peregrinos que visitan este santuario de la Virgen sin preguntarse su origen que merece ser conocido.
En el siglo XVII, Kofaza era, gracias a este extenso bosque, un lugar de caza del Conde Tomás Nadasdy. La carretera que conducía al Lago Fertoe, pasaba por Kofaza, cerca de una capillita perdida en el medio del bosque, donde se veneraba un hermoso cuadro de la Virgen. El Conde Nadasdy tenía una hija enferma, desahuciada por los médicos más reconocidos de la época. La pequeña enferma, llamada Eleonora, era la cruz de la familia especialmente del Conde.
Eleonora tenía la costumbre de pasearse sola o acompañada por el bosque. Un día, llega hasta la capilla. Entra, y al ver el cuadro de la Virgen con el Niño en sus brazos un amor ardiente se apodera de su corazón. Cuanto más mira a la imagen, más su corazón se enardece y la oración brota de sus labios. « ¡Virgen Santa, cúrame, para que sea feliz, cúrame y te perteneceré para siempre. A tus pies, deposito mi virginidad hasta el final de mis días! » Segura de haber sido escuchada, Eleonora se marchó llena de alegría. Desde ese día llegará con frecuencia a visitar a la Santa Virgen a su capilla en el bosque.
A los 14 años, Eleonora era una joven bella, orgullo de su padre y alegría de la familia.
El conde comienza a hacerse proyectos para el futuro de su hija. Se abren las posibilidades de alianzas con una gran familia de la nobleza del país. El tiempo pasa. Los días de caza continúan para la familia Nadasdy. Eleonora es descubierta por el joven Wesselenyi, miembro de la gran nobleza húngara. Las negociaciones de matrimonio se entablan. Eleonora, entonces, le hace conocer a su padre su voto de virginidad. ¡Gran consternación!
El conde consulta a su pariente, Monseñor de Eger. Este juzga que Eleonora, enferma y poco madura, hizo un voto del que no podía comprender su importancia y alcance. También el Obispo dispensa a la joven de su voto de virginidad y las nupcias tienen lugar.
Dejemos de lado el sufrimiento interior de Eleonora. Todo el pueblo está feliz. La familia Wesselenyi ostenta todas sus pompas. Eleonora radiante se presta por obediencia a la preparación del cortejo que debe conducirla ante su joven novio. Hace un tiempo magnífico. De pronto, el cielo se cubre de nubes oscuras. La tormenta amenaza. Deciden dejarla pasar. No esperan mucho tiempo. Un viento violento hace temblar el castillo y un trueno irrumpe de súbito, un rayo seco cae sobre el cortejo.
Ese día, en Kofaza, en lugar de una boda, se celebraron las exequias de Eleonora. Terror, llantos, lamentos, frente a la muerte de la pequeña. Terrible sería el remordimiento del pobre conde. En prueba de reparación, construirá en la misma capilla un santuario donde aún hoy se venera a la Madre de Dios, la gran Señora de los magiares!
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