Del sitio Yucatán Ancestral:
Cuenta la leyenda que a finales del siglo XIV, durante el mandato de los monarcas Enrique III de Castilla y Catalina de Lancáster (1390-1406), un pastor llamado Pedro de Buenaventura vigilaba a sus ovejas en un pizarral, a cinco leguas de la ciudad de Segovia, y en el término de la villa de Nieva.
Era su costumbre rezar el rosario en la soledad del monte, y eso hacía cuando de pronto se le apareció la virgen y le ordenó que se presentara al obispo para decirle que en su nombre que debía ir a sacar entre el pizarral una imagen suya, y que en ese mismo lugar se levantara un templo. El pastor prometió cumplir el mandato después de darles de beber agua a sus ovejas para lo cual tenía que dirigirlas a otro lugar, pues el pizarral carecía de líquido.
Ante esta situación, la virgen le ordenó tocar con un cayado unas rocas, y haciéndolo comenzó a brotar abundante agua, la cual bebieron sus animales, y así Pedro de Buenaventura partió a cumplir el mandato de la Señora.
Al llegar al palacio episcopal fue recibido por los familiares del obispo quienes no le creyeron su relato, lo tomaron por orate, e hicieron mofa de su persona. Ante su insistencia, el pastor fue presentado delante del obispo don Alfonso de Frías, y éste, después de oír su mensaje, le pidió una prueba para poder creerle. El pastor regresó ante la virgen, y triste le dio las nuevas, añadiendo la petición para que no lo mandara de nuevo, pues por su miseria, los familiares del obispo se burlaban de él. La virgen lo consoló, le dijo que él tenía que ser su mensajero y que por eso sería dichoso, dándole al mismo tiempo una pizarra que sería la prueba.
El pastor se presentó de nuevo al palacio episcopal, los familiares lo recibieron, se burlaron nuevamente y quisieron quitarle la piedra que llevaba en la mano, no pudiendo abrirle los dedos a pesar de que el pastor no oponía resistencia y ellos aplicaban todas sus fuerzas. Asombrados los familiares lo llevaron ante el obispo y le narraron el suceso. El prelado se acercó a Pedro y con suavidad tomó la piedra de sus manos sin ningún esfuerzo, hecho que fue suficiente para creerle.
De inmediato el obispo partió hacia el pizarral acompañado de sus familiares, otros sacerdotes y vecinos de la ciudad; y con le guía de Pedro, levantaron una gran roca, y ahí encontraron la imagen de la virgen que fue bautizada con el nombre de Santa María de Nieva, también conocida como la Soterraña, por haberse encontrado enterrada.
Enterados los reyes de Castilla de aquel suceso, y por calor de la reina, se recogieron limosnas que hicieron posible la construcción de una ermita que al poco tiempo fue insuficiente por el crecimiento de la devoción. Por esta razón, los reyes pensaron conveniente entregar la imagen bajo custodia de los dominicos, quienes, con el apoyo Real, construyeron un suntuoso templo, y junto a él un gran convento.
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