27 de agosto de 2023

Nuestra Señora Reina: Reinar en los corazones para reinar en el mundo

De la Revista Heraldos del Evangelio - Agosto2018:

 El 22 de agosto, la Iglesia celebra a Nuestra Señora Reina. Instituida por Pío XII, esta conmemoración se trasladó del 31 de mayo a la Octava de la Asunción, para acentuar la realeza de la Virgen con su glorificación corporal. 

Al instituir la fiesta de Nuestra Señora Reina, la Iglesia ha querido glorificar a Dios a través de la realeza de su Santísima Madre, honrándola y venerándola con este título, uno de los más grandes y bellos que se le han atribuido.

Por tanto, con gran alegría debemos unirnos a esta celebración de las prerrogativas reales de María, pensando en ellas y meditándolas, no sólo para crecer en el conocimiento de tan excelsa Soberana, sino también y sobre todo para aumentar nuestro amor y devoción hacia Ella.

Si es verdad que la Virgen nunca es más plenamente Reina que cuando reina en los corazones humanos y en la sociedad, hay que constatar que, desgraciadamente, también es verdad que se ve poco en el mundo contemporáneo una aceptación efectiva de esta realeza.

Cada vez más se ha ido rompiendo con Nuestro Señor Jesucristo, con María Santísima, despreciando y relegando a un segundo plano las enseñanzas y dictados de la Santa Iglesia. El resultado es este colmo del desorden en el que vivimos hoy.

Para que Nuestra Señora vuelva a reinar en las almas y sobre el género humano, es necesario que cada devoto de Ella tenga, ante todo, la esperanza de que vendrá una nueva era católica, ese Reino de María profetizado y descrito por San Luis Grignion en las páginas de su "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", en el que todos los corazones y toda la civilización se someterán de buen grado al dulce imperio de la Madre de Dios.

Pero, ¿eso es todo? ¿Viviremos sólo de una gran esperanza? 

No. Tenemos la posibilidad, cada uno en su interior, de proclamar el Reino de María, de decir: "En mí, oh Madre mía, tú eres Reina. Reconozco tu derecho y procuro acatar tus mandatos. Dame el lumen de la inteligencia, la fuerza de la voluntad, el espíritu de renuncia, para que tus determinaciones sean efectivamente obedecidas. Aunque el mundo entero se rebele y reniegue de Ti, yo Te obedezco".

Así habrá siempre, en medio de este torrente de desorden, almas en las que la Virgen sigue reinando, corazones que son otros tantos enclaves de Ella en la tierra, consagrados a Ella y desde los que puede extender de nuevo su dominio sobre el resto del mundo.

Sin embargo, Nuestra Señora es Reina y Madre de inagotables misericordias. Sabiendo, como sólo Ella sabe, que Dios no desea la muerte del pecador, sino que viva, la Santísima Virgen quiere la salvación de todos los hombres.

Fiel o débil, santa o pecadora, esta Madre celestial tiene siempre hacia nosotros la misma actitud de bondad, dispuesta a apoyarnos en cualquier situación y a aportar una solución a cualquier problema.

Y puede, por una de esas maravillas de su inagotable clemencia, obtener de Nuestro Señor una forma super - excelente e irresistible de la acción de la gracia, por la cual las almas rebeldes son tocadas y convertidas. Tan iluminadas y tan ayudadas desde lo alto, que ni siquiera tienen la tentación de una recaída.

Debemos, pues, pedir a la Virgen que trabaje así sobre las almas duras y endurecidas, para que se abran a su realeza hecha de dulzura y benevolencia.

Que Ella rompa y extirpe, desde el fondo de esos corazones rebeldes, las resistencias abyectas, las pasiones desordenadas, los deseos perversos.

Y tengamos plena confianza en que está en manos de esta Soberana celestial conquistar un número asombroso de almas, someter a los impenitentes, a los que hasta ahora han hecho oídos sordos a sus súplicas.

Para que, en un día no lejano, Ella pueda proclamar: "¡Por fin -según la promesa que hice en Fátima- ha triunfado mi Corazón Inmaculado!".

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