3 de noviembre de 2022

Las falsas devociones a Nuestra Señora

Del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen:  

San Luis María Grignon de Montfort expone las falsas devociones a la Virgen en su Tratado de la Verdadera Devoción, en los numerales del 90 al 104. Copiamos el texto exacto:

Hoy más que nunca, nos encontramos con falsas devociones que fácilmente podrían tomarse por verdaderas. El demonio, como falso acuñador de moneda y ladrón astuto y experimentado, ha engañado y hecho caer ya a muchas almas por medio de falsas devociones a la Santísima Virgen y cada día utiliza su experiencia diabólica para engañar a muchas otras, entreteniéndolas y adormeciéndolas en el pecado, bajo el pretexto de algunas oraciones mal recitadas y de algunas prácticas exteriores inspiradas por él.

Como un falsificador de moneda no falsifica ordinariamente sino el oro y la plata y muy rara vez los otros metales -porque no valen la pena-, así el espíritu maligno no falsifica las otras devociones tanto, como las de Jesús y María: la devoción a la Sagrada Comunión y la devoción a la Virgen, porque son entre las devociones, lo que el oro y la plata entre los metales. 

Es por ello, importantísimo:

Conocer las falsas devociones para evitarlas y las verdaderas para abrazarlas.

Conocer cuál es, entre las diferentes formas de devoción verdadera a la Santísima Virgen, la más perfecta, la más agradable a María, la más gloriosa para el Señor y la más eficaz para nuestra santificación, a fin de optar por ella.

Hay, a mi parecer, siete clases de falsos devotos y falsas devociones a la Santísima Virgen, a saber:  

1. Los devotos críticos.

2. Los devotos escrupulosos.

3. Los devotos exteriores.

4. Los devotos presuntuosos.

5. Los devotos inconstantes.

6. Los devotos hipócritas.

7. Los devotos interesados.

1. Los devotos críticos

Los devotos críticos son, por lo común, sabios orgullosos, engreídos y pegados de sí mismos, que en el fondo tienen alguna devoción a la Santísima Virgen, pero critican casi todas las formas de piedad, con las que la gente sencilla honran ingenua y santamente a esta buena Madre, sólo porque no se acomodan a sus fantasías. Ponen en duda todos los milagros e historias referidas por autores fidedignos o extraídas de las crónicas de las Órdenes religiosas, que atestiguan la misericordia y poder de la Santísima Virgen. Se irritan al ver a las gentes sencillas y humildes arrodilladas para rogar a Dios ante un altar o imagen de María o en la esquina de una calle... llegan hasta a acusarlas de idolatría, como si adorarán la madera o la piedra. En cuanto a ellos, así dicen, no gustan de tales devociones exteriores ¡ni son tan “ilusos” para creer a tantos cuentos e historietas como corren acerca de la Santísima Vfirgen! Si se les recuerdan las admirables alabanzas que los Santos Padres tributan a María, responden que hablaban como oradores, en forma hiperbólica, o dan una falsa explicación de sus palabras.

Esta clase de falsos devotos y gente orgullosa y mundana es mucho de temer: hace un daño incalculable a la devoción a la Santísima Virgen, alejando de Ella definitivamente a los pueblos, bajo pretexto de desterrar abusos.

  2. Los devotos escrupulosos

Los devotos escrupulosos son personas que temen deshonrar al Hijo al honrar a la Madre, rebajar al Uno al honrar a la Otra. No pueden tolerar que se tributen a la Santísima Virgen las justísimas alabanzas que le prodigaron los Santos Padres. Como si los que oran a la Santísima Virgen, no orasen a Jesucristo por medio de Ella! No quieren que se hable con tanta frecuencia de la Madre de Dios, ni que los fieles acudan a Ella tantas veces.

Oigamos algunas de sus expresiones más frecuentes: «¿De qué sirven tantos Rosarios? ¿Tantas congregaciones y devociones exteriores a la Santísima Virgen? ¡Cuánta ignorancia hay en tales prácticas! ¡Esto es poner en ridículo nuestra religión! ¡Hábleme más bien de los devotos de Jesucristo! -Y, al pronunciar frecuentemente este nombre, (lo digo entre paréntesis), no se descubren-. Hay que recurrir solamente a Jesucristo. Él es nuestro único mediador. Hay que predicar a Jesucristo: ¡esto es lo sólido!»

Y lo que dicen es verdad en cierto sentido. Pero, la aplicación que hacen de ello para combatir la devoción a la Santísima Virgen es muy peligrosa, es un lazo sutil del espíritu maligno, bajo pretexto de un bien mayor.

Porque ¡nunca se honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a la Santísima Virgen! Efectivamente, si se la honra, es para honrar más perfectamente a Jesucristo y si vamos a Ella, es para encontrar el camino que nos lleve a la meta, que es Jesucristo. La iglesia, con el Espíritu Santo, bendice primero a la Santísima Virgen y después a Jesucristo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús» (Lc 1,42). Y esto, no porque la Virgen María sea mayor que Jesucristo o igual a Él -lo cual sería intolerable herejía-, sino porque para bendecir más perfectamente a Jesucristo hay que bendecir primero a María.

Digamos pues, con todos los verdaderos devotos de la Santísima Virgen y contra sus falsos devotos escrupulosos: «María, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús».

  3. Los devotos exteriores

Los devotos exteriores son personas que cifran toda su devoción a María en prácticas externas. Solo gustan de lo exterior de esta devoción, porque carecen de espíritu interior. Rezan muchos Rosarios, pero atropelladamente. Participan en muchas Misas, pero sin atención. Se inscriben en todas las Cofradías Marianas, pero sin enmendar su vida, sin vencer sus pasiones ni imitar las virtudes de la Santísima Virgen. Sólo gustan de lo sensible de la devoción, no buscan lo sólido. De suerte que si no experimentan algo sensible en sus prácticas piadosas, creen que no hacen nada, se desalientan y lo abandonan todo o lo hacen por rutina. El mundo está lleno de esta clase de devotos exteriores.

Las personas de oración, por el contrario, se empeñan en lo interior como lo esencial, aunque sin menospreciar la modestia exterior, que acompaña siempre a la devoción verdadera. 

4. Los devotos presuntuosos

Los devotos presuntuosos son pecadores aletargados en sus pasiones o amigos de lo mundano, que creen que se salvarán sin necesidad de convertirse. Bajo el hermoso nombre de cristianos y devotos de la Santísima Virgen, esconden el orgullo, la avaricia, la lujuria, la embriaguez, el perjurio, la maledicencia o la injusticia, etc.; duermen en sus costumbres perversas, sin hacerse mucha violencia para corregirse, confiados en que son devotos de la Santísima Virgen; se prometen a sí mismos que Dios les perdonará, que no morirán sin confesión ni se condenarán, porque rezan el Rosario, ayunan los sábados, pertenecen a la cofradía del Santo Rosario, a la del Escapulario y otras congregaciones, llevan el Hábito o la Cadenilla de la Santísima Virgen, etc.

Cuando se les dice que su devoción no es sino ilusión diabólica y perniciosa presunción, capaz de llevarlos a la ruina, se resisten a creerlo. Responden que Dios es bondad y misericordia; que no nos ha creado para perdición; que no hay hombre que no peque, que basta un buen «¡Señor, pequé!» a la hora de la muerte. Y añaden que son devotos de la Santísima Virgen; que llevan el escapulario, que todos los días rezan puntualmente siete Padrenuestros y Avemarías en su honor y, algunas veces, el Rosario o el Oficio de Nuestra Señora, que ayunan, etc.

Para confirmar sus palabras y cegarse aún más, alegan algunos hechos, verdaderos o falsos -poco importa- que han oído o leído, en los que se asegura que personas muertas en pecado mortal y sin confesión, gracias a que durante su vida habían rezado algunas oraciones o ejercitado algunas prácticas de devoción en honor de la Virgen, resucitaron para confesarse o su alma, permaneció milagrosamente en el cuerpo hasta que lograron confesarse o, a la hora de la muerte, obtuvieron del Señor, por la misericordia de María, el perdón y la salvación. ¡Ellos esperan correr la misma suerte!

Nada en el cristianismo es tan perjudicial a las gentes como esta presunción diabólica. Porque, ¿Cómo puede alguien decir con verdad que ama y honra a la Santísima Virgen, mientras con sus pecados hiere, traspasa, crucifica y ultraja despiadadamente a Jesucristo, su Hijo? Si María se obligara a salvar por su misericordia a esta clase de personas, ¡autorizaría el pecado y ayudaría a crucificar a su Hijo! Y esto, ¿quién osaría siquiera pensarlo?

Protesto que abusar así de la devoción a la Santísima Virgen, devoción que después de la que se tiene al Señor en el Santísimo Sacramento es la más santa y sólida de todas, constituye un horrible sacrilegio, el mayor y menos digno de perdón después de la comunión sacrílega.

Confieso que, para ser verdadero devoto de la Santísima Virgen, no es absolutamente necesario que seas tan santo, que llegues a evitar todo pecado aunque esto sería lo más deseable. Pero es preciso, al menos (¡nota bien lo que digo!):

Mantenerse sinceramente resuelto a evitar, por lo menos, todo pecado mortal, que ultraja tanto a la Madre como al Hijo.

Violentarse para evitar el pecado.

Inscribirse en las cofradías, rezar los cinco o quince misterios del Rosario u otras oraciones, ayunar los sábados, etc.

Todas estas buenas obras son maravillosamente útiles para lograr la conversión de los pecadores, por endurecidos que estén. Y si tú, lector, fueras uno de ellos, aunque ya tuvieras un pie en el abismo... te las aconsejo, a condición de que las realices con la única intención de alcanzar de Dios, por intercesión de la Santísima Virgen, la gracia de la contrición y perdón de tus pecados y vencer tus hábitos malos y no para permanecer tranquilamente en estado de pecado, no obstante los remordimientos de la conciencia, el ejemplo de Jesucristo y de los santos y las máximas del Santo Evangelio.

5. Los devotos inconstantes

Los devotos inconstantes son los que honran a la Santísima Virgen a intervalos y como a saltos. Ahora fervorosos, ahora tibios... En un momento parecen dispuestos a emprenderlo todo por su servicio, poco después ya no son los mismos. Abrazan de momento todas las devociones a la Santísima Virgen y se inscriben en todas sus cofradías, pero luego no cumplen sus normas con fidelidad. Cambian como la luna. Y María los coloca debajo de sus pies junto a la medialuna, porque son volubles e indignos de ser contados entre los servidores de esta Virgen fiel, que se distinguen por la fidelidad y la constancia. Más vale no recargarse con tantas oraciones y prácticas devotas y hacer menos, pero con amor y fidelidad a pesar del mundo, del demonio y de la carne.

6. Los devotos hipócritas

Hay todavía otros falsos devotos de la Santísima Virgen: los devotos hipócritas. Encubren sus pecados y costumbres pecaminosas bajo el manto de esta Virgen fiel, a fin de pasar a los ojos de los demás por lo que no son. Los devotos hipócritas, a diferencia de los presuntuosos, quieren aparecer como santos ante los demás, ocultando sus pecados bajo la devoción a la Virgen. Los presuntuosos, en cambio, llevan una vida abiertamente pecaminosa que no les interesa ocultar ni cambiar. 

7. Los devotos interesados

Existen, finalmente, los devotos interesados. Son aquellos que sólo acuden a María para ganar algún pleito, evitar un peligro, curar de una enfermedad o por necesidades semejantes... sin las cuales no se acordarían de Ella. Es decir, no acuden a ella por amor sino por lo que Ella les puede dar, por las gracias y favores que les puede alcanzar. Son personas que siempre que oran están pidiendo y pidiendo, y no saben más que pedir, sin darse cuenta que ella misma es el regalo más precioso que Dios nos puede dar.

Unos y otros son falsos devotos, en nada aceptos a Dios ni a su Santísima Madre.

Pongamos, pues, suma atención a fin de no ser del número:

De los devotos críticos, que no creen en nada pero todo lo critican.

De los devotos escrupulosos, que temen ser demasiado devotos de la Santísima Virgen por respeto a Jesucristo.

De los devotos exteriores, que hacen consistir toda su devoción en prácticas exteriores.

De los devotos presuntuosos, que bajo el oropel de una falsa devoción a la Santísima Virgen, viven encenagados en el pecado y no buscan salir de él.

De los devotos inconstantes, que por ligereza cambian sus prácticas de devoción o las abandonan a la menor tentación.

De los devotos hipócritas, que entran en las cofradías y visten la librea de la Santísima Virgen, para hacerse pasar por santos.

Y finalmente de los devotos interesados, que sólo recurren a la Virgen, para librarse de males corporales o alcanzar bienes de este mundo.

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