11 de enero de 2022

Nuestra Señora, La Primogénita de la Creación

 

Del blog Jesús está vivo:

Cuando la Virgen María concede una entrevista, esto es lo que sucede: 

Señora mía, quiero aprovechar avaramente el tiempo que me concede una profesora de mariología como tú... ¿Podrías decirme qué significa ese título de PRIMOGÉNITA que te damos? 

- Pues, eso: que fui la primera criatura engendrada en la mente y en el corazón de Dios.

- Habrás de explicarte.

 - Toma el primer párrafo de la carta de Pablo a los de Efeso, y allí te encuentras con que Dios, antes de la creación del mundo, ya había elegido en Jesucristo a los que deberían salvarse, para ser sus hijos adoptivos, santos, sin mancha y amantes en su divina presencia. Mira lo que dice: "En Cristo". Aquí está la clave de mi predestinación, y más que de la vuestra.

- Me lo imagino. Porque tú también estabas entre tantos elegidos. 

- Sí. Pero de una manera muy distinta y muy superior. A todos vosotros os elegía Dios a la Gloria después que os veía salvados en Cristo. Primero pensó en Cristo, y después en todos los elegidos en el mismo Cristo.

- Y tú, ¿estabas en el mismo plano de Jesucristo, o estabas en el plano nuestro? 

- Ni en el mismo de Jesucristo ni el mismo vuestro. Me hallaba en un plano totalmente singular. Dios pensó ante todo y sobre todo en Jesucristo. Pero, al pensar en Jesucristo, pensó a la vez en la mujer que había de dar su naturaleza humana al Hijo de Dios. Al determinar Dios que su Hijo se hiciera hombre, con el mismo decreto determinaba que yo fuera su Madre. Me vio entre todas las mujeres, pero fui yo la elegida para Madre suya: fui la primera en quien Dios se fijó.

- Comprendo. Porque es imposible pensar en un hijo que va a nacer, sin pensar a la vez en una madre que lo lleve en sus entrañas. 

- Ese es mi caso. El Hijo de Dios se había de hacer hombre en mi seno. Por lo tanto, Dios no podía disociar, no podía separar mi persona de la persona de su Hijo encarnado. Y si Dios tuvo esta idea y tomó esta determinación "antes de la creación del mundo". ¿Quién fue la primera criatura engendrada? ¿Quién fue la primogénita?...

- Algo me hacían sospechar esas lecturas que la Iglesia te aplica en tus fiestas, cuando pone en tus labios: "El Señor me poseyó al comienzo de sus obras, desde el principio, antes de que crease cosa alguna" "Yo salí de la boca del Altísimo como primogénita, antes que existiese criatura alguna

- Dices bien que la Iglesia me "aplica" esas palabras de los Proverbios y del Eclesiástico. Lo que se dice de la Sabiduría divina, sobre todo de la Sabiduría encarnada, se puede decir proporcionalmente de mí. Porque, en la mente de Dios, yo daba el ser de Hombre a su Hijo divino.

- ¿Podrías decir qué hay que entender por "Predestinación"? 

- Es el plan que Dios se forma sobre una persona, a la que elige y destina para una gracia determinada, para un puesto en la Iglesia, y, en definitiva, para la Gloria del Cielo. Y esto, antes de que la persona exista; desde toda la eternidad. Todos los elegidos hemos sido predestinados.

- Pero, tú decías que tu predestinación fue diferente, del todo singular y a la vez que la de Jesucristo. 

- Mira, Dios destina a todos a la gracia y a la gloria. A mí me predestinó a ser Madre de Dios, Madre de su Hijo hecho Hombre, Madre de Jesucristo el Redentor. Todas las grandezas de que me iba a revestir, y la misma gloria en el Cielo, serían una consecuencia y el coronamiento de mi elección para Madre suya.

- Quiere decir esto que Dios se quiso lucir con una mujer como tú... 

- Naturalmente que, al ser la primera elegida, pensó en mí como prototipo de toda la creación, después de Jesucristo. Al elegirme con el mismo e idéntico designio que a Jesucristo, aunque en segundo plano y siempre subordinada a El, pensó en hacerme Inmaculada y Virgen, Corredentora y Reina de Cielo y Tierra. Al mirarse en mí, todos tendrán claro el ideal de Dios sobre ellos mismos.

- ¿Y qué vio Dios en ti, para elegirte a ti precisamente? 

- Nada. No vio absolutamente nada. No vio más que a una mujer como cualquier otra. La elección de Dios es completamente libre y sin mérito alguno del elegido. Pero, al elegir por amor, entonces se vuelca Dios sobre el elegido y lo llena de todos sus dones. Mi elección fue pura gracia. Aunque, una vez elegida, me colmó de dones inimaginables. Por eso, a pesar de mi grandeza, sigo siendo la pobrecita esclava del Señor, la más humilde de todas las criaturas.

- Pero a nosotros nos inspiras una gran confianza. 

- Así debe ser. No olvides que Dios me eligió para Madre de Jesucristo Redentor. Yo tenía que cooperar con Jesucristo a la salvación de todos. Y, por eso también, me dio un corazón lleno de ternura para con los pecadores más necesitados. "Que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación, bajó del Cielo", confesáis de Jesús. Y, por vosotros también, me unió Dios tan estrechamente con Jesús el Salvador, en un mismo destino y en una misma misión.

- ¿Y por qué te llamamos INMACULADA? "La Inmaculada" ha venido a ser como tu segundo nombre propio. En Lourdes le dijiste a Bernardita: "Yo soy la Inmaculada Concepción

- Pues, no tienes más que analizar la palabra Inmaculada: sin mancha. Para entenderlo has de remontarte al paraíso. Peca el hombre en un principio, y ese pecado de origen pasa a toda la humanidad. Nada más concebido el hombre en el seno materno, ya es esclavo de Satanás. Es pecador a la vez que hombre.

- Y no es más que una culpa heredada. Pecamos todos por estar encerrados en Adán como la semilla en el árbol... - Viene después el pecado personal. Esclavo de las pasiones, y colocado en la atmósfera de pecado que rodea y penetra el mundo, el hombre añade al pecado original más y más pecados propios, grandes o pequeños, que le apartan y privan de Dios. Solamente la sangre de Jesús, que él tomó en mi seno, libra al pecador de su culpa.

- Y tú, Señora, ¿no conociste pecado alguno? 

- Ninguno. Dios, con su omnipotencia, me libró del pecado original al mismo tiempo que era concebida en el seno de mi madre. Mi entrada en el mundo no fue noche tenebrosa, sino aurora radiante. Satanás, la serpiente antigua, retorció impotente sus anillos bajo mis pies de niña. ¿Después?... El pecado, hasta el más pequeñín, no tuvo entrada en mi alma. Por mi Inmaculada Concepción, fui la Toda Hermosa. Al no tener la más mínima culpa, me vi "llena de gracia".

¡Alabado sea Jesucristo!

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