14 de febrero de 2019

Nuestra Señora de la Guarda (Italia)

Del sitio Catholic.net:
El 29 de agosto de 1490, Benedicto Pareto era un humilde campesino de Livellato, un pequeño pueblo del valle de Polcevera, próximo a Génova, donde vivía con su esposa y sus dos hijos.
Una mañana, como acostumbraba hacerlo, cuidaba sus ovejas en espera del almuerzo cuando, súbitamente, se le apareció una señora de bello aspecto, resplandeciente como el sol, quien le habló dulcemente: “No temas, oh Benedetto. Yo soy María, la Madre de Jesucristo” e, indicándole con la mano al sitio, le dijo: “Yo quiero que tú me hagas fabricar una Capilla”.
Señora, -replicó Paretto-, yo estoy listo a hacer todo aquello que me encomendares, pero soy tan pobre, y fabricar sobre este monte tan alto y tan desierto, llevará tanta fatiga y tanto gasto que yo espero poder hacerlo”. “Benedetto, -replicó María- no temas; con mi ayuda te será fácil cada cosa”. “Y bien, -concluyó Paretto- en Vos confío, oh, mi Señora, pondré manos a la obra encomendada”.
De regreso en su casa, el pastor, presa de viva excitación, narró lo ocurrido a su familia, recibiendo como respuesta que se estaba volviendo loco y que el pueblo entero se mofaría de él. En vista de ello, Benedicto decidió olvidar lo acontecido y seguir su vida normalmente.
Unos días después, se hallaba en lo alto de una higuera cuando la rama sobre la que se hallaba de pie se quebró. Benedicto cayó pesadamente al suelo, fracturándose ambas piernas por lo que debió guardar cama varios días. Mientras convalecía, se le apareció nuevamente a la Virgen que, con tono suave y delicado, le reiteró su pedido.
Pareto comprobó emocionado que sus heridas habían sanado y que ya no padecía dolores, novedad que corrió por todo el, pueblo, despertando el asombro y curiosidad de sus habitantes y la sorpresa de su familia.
Con la ayuda de sus hijos y el vecindario, Benedicto comenzó a construir la capilla, tarea a la que se sumó la familia Ghersi, aportando una importante suma de dinero y una bella imagen de mármol para el altar, que representaba a Nuestra Señora con el Niño en brazos.
Cuando el templo estuvo terminado, comenzaron a acudir los fieles en gran número. Sin embargo, poco después se pudo comprobar que no era suficiente para tantos, razón por la cual, se decidió levantar una iglesia mayor, capaz de recibir a las grandes multitudes que llegaban permanentemente del norte de Italia y de la misma Francia.
En 1530 comenzó a edificarse un nuevo santuario que sería reemplazado en 1890 por la grandiosa basílica actual.
La devoción a Nuestra Señora de la Guardia se difundió por el valle de Polcevera primero, por la Liguria después y finalmente por toda Italia, convirtiéndose en la advocación preferida de los antiguos navegantes genoveses.
En 1915 el Papa Benedicto XV elevó el santuario a basílica menor mandando además, colocar una imagen de la Virgen de la Guardia en los jardines del Vaticano.
Desde el monte Figogna, la devoción se expandió por el mundo siendo de destacar los santuarios del Piamonte, América y África pertenecientes a la Pequeña Obra de la Divina Providencia, fundada en Tortona.

En la Argentina, san Luis Orione en persona atribuyó a un milagro el que Monseñor Francisco Alberti, Obispo de La Plata, le concediese la abandonada iglesia de Victoria, en el partido de San Fernando, para iniciar desde allí su apostolado. “Vine a la Argentina a levantarle una iglesia –exclamó al ver la imagen de la Virgen genovesa sobre una caja de madera, a un costado del altar - pero ella fue mucho más diligente y me la entrega hecha”. En 1990 Monseñor Giovanni Canestri, Arzobispo emérito de Génova, puso bajo su auspicio la misión diocesana que dos años después se puso en marcha en el barrio de Guaricano, Santo Domingo, República Dominicana.
Todos los 29 de agosto la Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora de la Guardia, patrona de Génova, fecha en la que, según la tradición, se produjo su aparición en los alrededores de Livellato.
 
El nombre de la Virgen se debe a que era uso antiguo cerca de los griegos y los romanos y otros pueblos colocar sobre los montes, especialmente a lo largo del litoral, puestos de guardia o semáforos, los cuales deberían señalar el avecinarse de los enemigos en tiempo de guerra, o también de naves infectadas en tiempos de epidemia. De estas guardias derivó el nombre de “Guardia” al lugar mismo donde éstos se colocaban, y por lo tanto se designaban aquellos lugares “Cabo de la Guardia”, “Monte de la Guardia”, etc.. El cual puede haber sido también el nombre dado al monte Figogna, dada su posición eminentemente estratégica y consiguientemente al Santuario en él erigido.
En el curso de los siglos Nuestra Señora de La guardia fue defensa, la guardia, el refugio de los genoveses en todos los peligros, en todas las necesidades, como atestiguan los votos y péndulos del Santuario, y la voz unánime de sus devotos.

No hay comentarios: