La imagen de Ntra. Sra. de Atocha, es la más antigua de Madrid. La leyenda remonta la devoción a tiempos apostólicos, atribuyendo su realización a Nicodemo y su policromía a San Lucas, siendo trasladada por los discípulos de San Pedro desde Antioquía a España. Son las crónicas del siglo XVII las que comienzan a aportar datos más realistas, citando un documento donde aparecía la primera referencia al culto a Ntra. Sra. de Atocha. Se trataría de un escrito del siglo VII de San Ildefonso en que afirmaba haber orado ante una imagen en Madrid cuyas características se corresponderían con la imagen actual.
La siguiente referencia a la imagen se recoge en una leyenda que es la más conocida y popular y que aparece en muchas de las crónicas de la ciudad de Madrid. Se trata de la historia de un caballero llamado Gracián Ramírez, considerado Alcaide de Madrid, que habría vivido en el siglo VIII, siendo ya por entonces un gran devoto de Nuestra Señora de Atocha, y que iba a rezar con frecuencia a su ermita que se encontraría entonces en la orilla del río Manzanares, en la zona que llamaban Santiago el Verde.
En una ocasión, al entrar a la ermita, se dio cuenta de que la imagen había desaparecido y se puso de inmediato a buscarla, encontrándola en el lugar donde hoy se encuentra la Basílica. Cuando Gracián Ramírez se puso a construir una nueva ermita en ese lugar, los musulmanes que ocupaban por entonces la ciudad de Madrid pensaron que estaba construyendo una fortaleza y lo atacaron. La batalla parecía perdida por la superioridad musulmana, de modo que su mujer y su hija prefirieron quitarse la vida antes que caer en manos enemigas. Pero milagrosamente, cuenta la historia, Gracián Ramírez con la ayuda de más cristianos y la intercesión de Nuestra Señora, vencieron en la batalla. Cuando el soldado volvió ante la imagen de la Virgen, lleno de dolor por la muerte de su mujer y sus hijas, las encontró resucitadas, arrodilladas ante el altar.
Los primeros documentos que mencionan la existencia de una ermita en la que se rinde culto a Nuestra Señora de Atocha, se remontan a 1162, y son unas Bulas de la Catedral de Toledo donde el arzobispo de esa ciudad concede la propiedad de la ermita a la casa Colegial de Santa Leocadia de Toledo. Y finalmente, el documento irrefutable que demuestra la existencia de un culto importante a Nuestra Señora en su advocación de Atocha, lo encontramos en el siglo XIII, en las Cantigas de Alfonso X el Sabio, donde se hace referencia directa a dos milagros de Ntra. Sra. de “Tocha” de “Madride” (Cantigas 289 y la 315).
La primera cantiga cuenta el milagro de un labrador que no cumplía el precepto dominical y un día se le agarrotaron las manos y no podía abrirlas, pero se curó al acudir a la Virgen. La segunda relata la historia de un niño que se atragantó con una espiga y su madre lo llevó ante la Virgen que lo salvó.
Existen distintas versiones acerca del origen del nombre Atocha. Unos consideran que se refiere al supuesto lugar de procedencia de la imagen, Antioquía; otros creen que procede del griego Theotokos (Madre de Dios), pues en su trono se pueden leer las letras griegas T y O; por último, y es la hipótesis más aceptada, el nombre haría referencia al lugar donde se erigió su ermita, donde abundaban las “atochas” (una planta parecida al esparto). Lope de Vega, por eso, dedicaba un poema a Ntra. Sra. de Atocha queriendo resaltar su humildad:
No quiso Montes Serrados,
ni Peñas de Francia, altivas,
a nuestros ojos esquivas,
sino atochas, y sembrados,
viñas, álamos y olmos.
Los frailes dominicos son custodios de la imagen desde el año 1523, año en el que, a través de fr. Juan Hurtado de Mendoza, confesor del rey Carlos V, la ermita pasa a ser propiedad de la Orden de Predicadores. Por él han pasado ilustres frailes (confesores de reyes, teólogos, escritores, músicos…) Fr. Bartolomé de las Casas, defensor de los Indios, pasó sus últimos años de vida, y aquí murió y fue enterrado (desconocemos el lugar exacto de su sepultura); fr.Jerónimo Vallejo, Padre de los Pobres, conocido en todo Madrid por sus obras de Caridad; fr. Hernando del Castillo, historiador y predicador de Felipe II, Beato Pedro Vázquez, mártir en Japón…
Desde entonces han cuidado el culto y la devoción a Nuestra Señora, poniéndola a salvo en ocasiones de peligro. Aún hoy son los frailes predicadores los encargados de su cuidado, de su culto, y de orar por las intenciones de quienes a Ella se encomiendan.
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