11 de abril de 2024

Nuestra Señora de Loreto de Achao

 Del sitio Chile Iglesias Católicas:

La historia de la estatua de la Virgen de Loreto (también venerada bajo la advocación de Virgen del Carmen) conservada en la Iglesia de Achao es muy interesante. 

En 1672 el virrey Conde de Lemos, Pedro Antonio Fernández de Castro, desde Lima envió al padre Mascardi de Nahuel Huapi una hermosa estatua de la Virgen para que “la colocase en la primera capilla que levantase entre los poyas”. Así lo hizo Mascardi y la escultura suscitó una grandísima admiración entre los puelches de la misión, tan grande, que cuando en 1717 se rebelaron a la presencia española y destruyeron la misión, matando al misionero Elguea e incendiando la capilla, antes sacaron a la Virgen y la resguardaron en un reparo, donde en 1724 fue hallada por el padre Yásper, quien la rescató y la llevó a Chiloé, con la intención de entregarla al obispo en Concepción. Sin embargo, su viaje a la capital penquista no fue posible y la estatua quedó en Chequián, desde allí fue llevada a la iglesia en Achao, donde en 1754 fue notariada por el padre Baltazar Hueber, Provincial de los Jesuitas de Chile. Refiriéndose a Achao en un informe remitido al Rey de España, destaca que en la iglesia “construída con ayuda de los indios de Cailín, [...se encuentra] una preciosa imagen del Carmen muy venerada por aquellos indígenas”.

Mientras todavía se estaba construyéndo el templo, un curioso acontecimiento estremeció la comunidad quinchaína. “En el año 1738 apareció sobre el horizonte de la ciudad de Castro una gran bola, ó meteoro de fuego, que llenó de consternación á todos los vecinos, temiendo no cayese sobre ellos y los abrasase. Todos clamaban al cielo; y el P. Diego Cordero, de nuestra Compañía, la conjuró, con gran confianza en los exorcismos de la Iglesia y en la bondad divina. Al momento aquel fenómeno aterrador, pasando de largo por sobre sus cabezas, se dirigió hácia el sur, sin causar el menor daño en aquel archipiélago” ( Enrich 1891). Transcurrieron 29 años cuando el padre José García navegando en la cercanía de Vielaiguai, isla del archipiélago de las Guaytecas, vió “grandes quemazones i me dicen es la isla donde cayó la bola o nube de fuego el año 1738” (García 1871).

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