10 de enero de 2023

Nuestra Señora de Salz

 Del blog La Paúl ¡¡Existe!!:

Zuera, una de las villas más antiguas, ilustres, populosas y ricas de Aragón, fue fundada seguramente por los romanos con el nombre de Zufaria. Fue reconquistada de los árabes por Alfonso I el Batallador en 1117 o 18. Los reyes de Aragón la distinguieron con privilegios y distinciones singulares. Don Pedro III celebró cortes en su recinto según testimonio de Zurita. 

Es villa rica, situada en medio de fértiles vegas en las orillas del río Gállego, con un término municipal extensísimo, rico en pastos, en bosques y en buenas tierras de pan llevar. 

Sus habitantes han sido en los pasados tiempos, bellos y fuertes ejemplares de la incomparable raza aragonesa, y ejemplo de sus grades virtudes de nobleza, lealtad, hidalguía, valor, franqueza y tenacidad; de estas cualidades raciales dieron los vecinos de Zuera brillantes pruebas en el curso de nuestra historia en las guerras sostenidas por el honor, la grandeza y la independencia de la patria, y en el cultivo de las letras y de las artes. 

Fue tierra fértil siempre, no solo en los frutos de la naturaleza, sino en las flores y frutos mas dulces y fragantes del espíritu, de la inspiración y del heroísmo; cuenta Zuera entre sus hijos predilectos, muchos hombres célebres, letrados, guerreros, artistas. 

Pero tiene Zuera otras glorias más grandes. En el orden religioso ostenta en su historia hechos prodigiosos y extraordinarios favores del cielo. Posee la insigne reliquia del brazo derecho de obispo San Licer, que Dios le concedió milagrosamente, y una celebre y milagrosa estampa de la Purísima, donde está el acta del acuerdo tomado con juramento por el concejo y vecinos de la villa en el año 1619, de defender el misterio de la Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen

Esta estampa ha resistido y vencido milagrosamente las pruebas del fuego y del agua. En 1621, una niña la arrojó al fuego y las llamas la respetaron. En la noche del 21 de abril de 1889 fue robada con el marco y pie de plata, rica alhaja del siglo XVII, en que esta colocada la estampa y arrojada al río Gállego, a un pozo de cinco metros de profundidad y no se hundió ni fue arrastrada por la corriente de las aguas.

Pero su tesoro más rico y el acontecimiento más prodigioso y consolador de su historia fue la aparición de la sagrada imagen de Nuestra Señora del Salz.

A la distancia, hacia el Norte, de unos diez o doce kilómetros de Zuera, en la orilla del río Gállego, según tradición, hubo un pueblo o aldea llamada Salz o Salcey, por la abundancia de sauces que había en sus alrededores, como hoy los hay en las riberas de este río. Este pequeño pueblo desapareció hace muchos siglos, antes tal vez de la reconquista de Zuera por el Batallador. 

En el mismo sitio donde estaba este pueblo, los reyes de Aragón construyeron un castillo o pequeña fortaleza. Este castillo, que es actualmente el santuario de la Virgen del Salz, estaba construido sobre una eminencia que se levanta ochenta o cien metros sobre el río Gállego. En aquella época todos los montes que rodean el santuario estaban poblados de umbrosos y numerosos bosques de pinos; aun existen hoy en los alrededores del santuario algunos bellos y corpulentos ejemplares, y es triste y doloroso que la codicia, el instinto de destrucción de pueblos incultos y la apatía, cuando no la complicidad de las autoridades, hayan talado estos bosques, fuente inagotable de riqueza y ornamento el más hermoso de nuestras tierras.

Desde ese monte donde estuvo el castillo y ahora está el santuario, se descubre un amplio y magnífico panorama: al Norte, las llanuras del Somontano de Huesca y las sierras que se escalonan hasta el Pirineo; al Este, la ancha vega del Gállego, los campos jugosos de los Monegros hasta las sierras de Alcubierre; hacia el Sur, se ven brillar las torres de Zaragoza y las huertas del Ebro.

Este castillo del Salz fue donado por el príncipe Don Ramón Berenguer, esposo de la reina Doña Petronila, en el año 1141, a la poderosa Orden de los Caballeros Templarios.

Don Alfonso el Batallador, tan afortunado en sus empresas bélicas, siempre coronadas por el triunfo, como desgraciado en su vida familiar y doméstica, no teniendo descendencia directa, legó sus Estados a los Caballeros Templarios. Después de la muerte del Batallador, los Templarios, favorecidos por los reyes aragoneses, tuvieron en Aragón poderosos castillos y fortalezas y cuantiosos y ricos patrimonios y prestaron a la monarquía aragonesa relevantes servicios hasta que fueron extinguidos por el Papa Clemente V, en 1311.

El castillo de Salz fue para los Templarios más que una fortaleza, una casa de retiro y oración; tenía más carácter religioso que bélico.

Las Ordenes militares fueron fruto regalado y exquisito de la doctrina evangélica y una creación genial y sublime de la Iglesia; porque era institución fecunda y gloriosa poner la fuerza armada al servicio de la verdad desarmada; apasionar al soldado por una idea, por una doctrina, por la causa de la humanidad entera; saber unir armónicamente las virtudes pacíficas del Evangelio, con el valor, la audacia y el heroísmo más fuerte; la vida monástica silenciosa y penitente con la vida bulliciosa y libre de los campamentos; el santuario embalsamado con el perfume del incienso y las melodías de los himnos litúrgicos, y el campo de batalla envuelto en el humo de las armas y en el estruendo de los tiros y de las explosiones.

Los profesos de las Ordenes militares eran monjes guerreros, y unían las virtudes del religiosos con las cualidades excelsas del soldado, y fueron el tipo acabado y perfecto del Caballero.

El castillo del Salz fue una casa de oración y de recogimiento donde venían los caballeros templarios, después de sus expediciones militares, a templar su espíritu en el silencio y en la penitencia y a buscar en Dios la fortaleza para futuras empresas.

Esta vida retirada y contemplativa sólo se suspendía alguna vez por breves expediciones militares, urgentes, en defensa de fronteras amenazadas y para proteger de salteadores y ladrones a inermes caminantes y piadosos peregrinos.

Faci dice que los caballeros de este castillo de Zuera pertenecían a la Orden de San Juan, aunque entre paréntesis añade que quizá eran templarios; y asegura que en 1273 el pueblo de Zuera compró el castillo por mil quinientos sueldos a los caballeros de San Juan don Pedro Hugo de Follat, maestre del Hospital y comendador de Mallén, don Blasco, comendador de Calanda y don Fr. Bernardo, capellán mayor. Además, en un cuadro que había en un retablo antiguo del santuario, el caballero a quien se aparece la Virgen está cubierto con el manto negro de los Sanjuanistas. El manto de los caballeros templarios era blanco. Sin embargo, siempre se ha creído que los caballeros poseedores del castillo del Salz eran templarios.

Una tradición constante afirma que la santa imagen de Nuestra Señora del Salz se apareció a uno de los caballeros habitantes del castillo. Entre estos monjes soldados florecía la piedad más fervorosa y muchos eran verdaderos santos de vida austerísima y penitente y de virtudes heroicas. Bajo la armadura de acero de aquellos hombres duros, bravos y fuerte, latía un corazón animado por elevados y nobles sentimientos. En el ejercicio de las armas no buscaban sino la defensa de la Iglesia y de la justicia, al amparo de los débiles y de los oprimidos, la extensión del reino de Cristo, el castigo del crimen y la gloria y servicio a Dios. La guerra era para ellos un acto de religión.

Uno de esos caballeros piadosos y santos bajó un día a la orilla del Gállego y retirado en la umbría grata y apacible de la floresta que embellece sus riberas, estaba en oración, cuando vio con gran sorpresa y admiración iluminarse el bosque con resplandores brillantísimos y con una luz extraordinaria. Buscó con temerosa emoción la causa de esos fenómenos luminosos sorprendentes y vio sobre un sauce una bellísima imagen de la Santísima Virgen, de donde irradiaban los resplandores que iluminaban la floresta. Poseído de fervorosos sentimientos de piedad y de gratitud, y también de asombro, postrado de rodillas adoró la santa imagen y subió presuroso a comunicar a los habitantes del castillo el consolador y portentoso suceso. Bajaron precipitadamente los caballeros, cubiertos con sus mantos y guarnecidos con sus armas, y encontraron la sagrada imagen sobre el sauce; la adoraron postrados en tierra y le rindieron sus armas, y tomándola con toda reverencia el capellán del castillo, y escoltada por los caballeros como guardianes de honor, en vistosa y emocionante procesión la subieron al castillo y la colocaron en la capilla entre cánticos y aclamaciones de gozosa y agradecida devoción.

Para la tradición ha quedado que fue en este antiquísimo sauce, al pié de la ermita, donde fue la aparición. Ha pasado por malos momentos e incluso cayó en él un rayo, pero hoy en día goza de un saludable aspecto.

Enterado el pueblo de Zuera de esta celestial aparición en su termino municipal, acudieron sus vecinos, presurosos y alegres, a venerar la santa imagen, y desde el momento celebraron en su honor fiestas y cultos solemnes y ofrecieron a los caballeros cuantiosos donativos y sus trabajos para engrandecer la capilla del castillo convertida por la milagrosa imagen en palacio y trono de la Virgen y fuente irresistible de sus gracias y misericordias.

El P. Faci dice que el pueblo llamado Salz o Salcey, que estaba en el sitio que ocupó luego el castillo y ahora el santuario, fue conquistado por Don Alfonso I el Batallador y que a ese pueblo, sin duda a su iglesia parroquial, fue llevada la santa imagen aparecida. "Conquistó, dice, este pueblo el Rey Don Alfonso de Aragón, año 1118, como dice el P. Abarca en la vida de este príncipe ... Después se trasladó la santa imagen al castillo donde estuvo este pueblo dicho y allí se veneró".

Esta afirmación del P. Faci, no es cierta. El castillo se construyó seguramente después de la desaparición del pueblo, y la aparición se realizó a un caballero del castillo. No fue, pues, llevada primero la santa imagen aparecida a la iglesia de ese pueblo que ya no existía, sino a la capilla del castillo.

¿Cuando sucedió la aparición? No se conocen con certeza ni la fecha, ni los detalles de la aparición. Pero hay un dato que nos señala con absoluta seguridad los límites del tiempo en que este prodigioso acontecimiento tuvo lugar. La aparición fue a un caballero del castillo y por consiguiente la aparición sucedió entre los años 1143 y 1256, que fueron los años que los templarios habitaron y poseyeron el castillo del Salz. En la historia de la aparición, que escribió don José San Martín, se considera como fecha la más fundada y probable la del año 1150.

El castillo, con sus posesiones y tierras, fue vendido por los caballeros templarios a la villa de Zuera. Según el P. Faci, la enajenación del castillo fue en el año 1273, pero según el libro del cabreo antiguo de Zuera, que se conservó hasta la guerra de la Independencia, fue en el 1256. Después de la venta, los templarios abandonaron el castillo, trasladándose a otras fortalezas y casas de su Orden.

La villa de Zuera, que desde la aparición consideró a la sagrada imagen como su tesoro más preciado y como su Reina, Madre y Patrona excelsa y amantísima, la ha venerado siempre con fervoroso amor y con un culto constante y solemne, con fiestas, peregrinaciones y visitas frecuentes, y con donaciones, limosnas y cuidado de su templo y santuario.

El castillo, convertido en santuario de Nuestra Señora del Salz, en la serie de siglos ha tenido muchos cambios y transformaciones.

La iglesia fue reformada y embellecida muchas veces, procurando siempre Zuera embellecerla y engrandecerla cuanto podía. La actual ermita, de una nave, con muchas pinturas representando atributos y escenas de la vida de la Virgen, se hizo en los primeros años del siglo XVIII. El retablo mayor, donde está colocada la santa imagen, es de madera tallada y ricamente dorada, y según consta del libro de cuentas de la cofradía de Nuestra Señora del Salz, se hizo por orden del Prior de la Cofradía mosen Pedro Estadilla, devotísimo de la Virgen y muy celoso de su templo y de su culto, por los años 1706 y 1713.

La Santa imagen es de madera, de un metro de altura. En la mano derecha tiene una pequeña esfera terrestre adornada por la piedad de los fieles con pequeños ramos de flores, y con la otra sostiene a su Divino Hijo. El rostro es muy dulce, expresivo y hermoso. Está cubierta con mantos y tocas.

Para el sostenimiento y fomento del culto y devoción de la Santísima Virgen hay establecida una Cofradía. Sus constituciones fueron aprobadas en el año 1702 por el arzobispo de Zaragoza, don Antonio Ibáñez de la Riva Herrera. El Papa Clemente XI, en una Bula expedida en Roma en el año 1701, concedió muchas indulgencias plenarias y parciales a los cofrades.

Esta Cofradía ha trabajado con el mayor celo por el sostenimiento del santuario y por el esplendor del culto de la Virgen. Examinando su libro de cuentas se ve que adquirió para la Virgen algunos campos, que recaudaba limosnas en el pueblo, que reparaba y engrandecía el santuario, que construía y sostenía la carretera para subir la empinada cuesta del monte en cuya cumbre está el santuario, que organizaba y sufragaba las fiestas y atendía al engrandecimiento, reparación, muebles y utensilios del santuario y a todas sus necesidades.

El santuario tiene muchas y amplias habitaciones, y es un sitio pintoresco, saludable y ameno y muy adecuado para el recogimiento y el descanso.

La fiesta principal se celebra con romería al santuario el segundo día de la Pascua de Pentecostés. Es costumbre tradicional que el cura del vecino pueblo de La Paúl, de la provincia de Huesca, salga a recibir, revestido con capa, a la procesión de Zuera. En la iglasia de la villa se celebra solemne novenario, y son muchas las personas de Zuera y de los pueblos cercanos que visitan el santuario.

Ha sido este santuario lugar preferido por almas piadosas y amantes de la Virgen, para sus retiros espirituales y para pasar unos días en santo recogimiento y descanso de sus trabajos ordinarios. Entre estas almas escogidas y piadosas descuella el sacerdote don Juan Bonal, cofundador con la M. María Rafols de la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana. Al santuario de Nuestra Señora del Salz se retiraba para descansar de sus penosas excursiones misioneras y hospitalarias por pueblos y ciudades para recaudar limosnas para el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, y la Virgen le dio el consuelo de morir en el santuario a la sombra de su manto y fortalecido con su bendición en el año 1829. Su cuerpo fue enterrado en un nicho de la cripta del Hospital de Zaragoza, y en 1908 fue trasladado a la iglesia del Noviciado, de las Hermanas de Santa Ana, donde el amor de sus hijas le preparó magnifico mausoleo frente al de la M. Rafols. La Congregación de Santa Ana colocó en la iglesia del santuario una lápida dedicada a la memoria y muerte de tan santo y celoso sacerdote.

En el año 1937, ante el peligro de que el santuario fuese ocupado por los rojos, fue trasladada la santa imagen a la iglesia parroquial de Zuera, en la cual recibió constantemente el homenaje filial y fervoroso de sus fieles hijos. En el año 1938, alejado definitivamente el peligro de la invasión comunista, el día 6 de junio, segundo día de la Pascua de Pentecostés, que es el día tradicional de la romería al santuario y la fiesta principal de la Cofradía, fue trasladada nuevamente a su santuario en procesión solemnísima y emocionante, a la cual concurrieron las autoridades y todo el pueblo de Zuera entre aclamaciones entusiastas e incesantes. En el santuario había una gran muchedumbre de gentes de Zaragoza y de los pueblos comarcanos, y se celebró una fiesta espléndida, en la cual tuve el honor de predicar el sermón. Fue un día memorable y de recuerdo imperecedero, y manifestación de la devoción de Zuera a su Madre y Patrona, que a pesar de la propaganda impía, tenaz y brutal de los años pasados, vive y alienta en el corazón de la ilustre villa aragonesa.

Las gracias y fervores dispensadas por Nuestra Señora del Salz, son innumerables, y algunas prodigiosas y extraordinarias. Siempre Zuera experimentó la protección de su excelsa Patrona en todas sus necesidades. A Ella ha acudido en todas las calamidades públicas y ha hallado siempre el consuelo y el socorro. Todos acuden con gran confianza a cobijarse bajo la sombra de su manto y al abrigo de su protección, y cuando el dolor y la desgracia los visita, a la Virgen del Salz se vuelven en busca de los ojos misericordiosos de la Virgen que son la vida, dulzura y esperanza para sus hijos. Siempre todos los que la invocan encuentran el remedio de sus males, o al menos la resignación y el consuelo en las pruebas amargas de la vida. Es abogada especial para la curación de herniados.

El día 4 de junio de 1775, en la fiesta de la Cofradía, al subir la cuesta de la ermita un carro cargado, tuvo un anciano de 80 años llamado Juan Francisco Blasco la desgracia de caer, y por dos veces pasaron las ruedas del carro sobre sus piernas y cabeza, y cuando todos acudieron para recoger su cadáver, porque lo creían muerto, se levantó ligero y alegre sin el menor daño ni quebranto. Cuando vió que el carro pasaba sobre su cuerpo, dijo a la Virgen: "Virgen Santisima, quítadme este peso", y la Virgen escuchó su oración.

El 12 de noviembre de 1778, a las siete de la tarde, se incendió la casa de Comedias o teatro de Zaragoza, que estaba lleno de espectadores. Fue un incendio terrible, en el cual perecieron cientos de personas y las principales autoridades y nobles de Zaragoza. El administrador de las Rentas de Tabaco de Aragón que estaba en el teatro, se arrojó por un balcón invocando a la Virgen del Salz, y por su intercesión fue milagrosamente salvado. Para agradecer tan extraordinario beneficio regaló un magnífico manto a la sagrada imagen y construyó en la iglesia del santuario un retablo dedicado a Jesucristo Crucificado.

Estos dos sucesos milagrosos los refiere y da fe de ellos el doctor Licer Mange, vicario de Zuera en aquellos años.

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