Del sitio Lieux Sacrés:
La aldea de Baroille, en el Loira, alberga desde el siglo XII la estatua de una virgen negra, Notre-Dame de Baroille. Cada 8 de septiembre, día de la Natividad de la Virgen María, los peregrinos acudían a venerarla, hasta 1952, cuando la peregrinación cayó en el olvido. La estatua fue vendida al Museo del Louvre, donde se expone desde entonces en una vitrina del Pabellón Richelieu.
Los Amigos de Nuestra Señora de Baroille hicieron esculpir toscamente otra Virgen y la restablecieron en un acto en 1997.
Nuestra Señora de Baroille, datada en el siglo XII, mide 52 cm de alto, 21 cm de ancho y 16 cm de profundidad. La proporción es más o menos la misma que la de sus hermanas mayores de madera, que miden 70 cm sobre una base de 30. ¿Por qué siempre los mismos números?
Tal vez un principio de explicación: el 3 representa la trinidad, conjunción del 1 y el 2, que produce la unión del cielo y la tierra, la encarnación de la Vida, el descenso de la energía primordial en la materia. Para los druidas y sus tríadas, que se encontraban en la regla de los templarios, se trata de los tres principios fundamentales (agua, aire y fuego) de los que manarán las fuerzas creadas del universo. Son también los tres aspectos de la materia, los tres principios alquímicos (sal, azufre y mercurio), las tres fases de la Gran Obra (negro, blanco y rojo).
La estatua, policromada, tiene la particularidad de estar realizada en una aleación de plomo repujado.
Extracto del libro de Viollet-le-Duc y Pierrefonds, "Histoire d'un chantier": "Los ornamentos que hay que reproducir se hacen primero en yeso para que sirvan de modelos, y estos modelos se funden después en hierro para que sirvan de matrices. El grosor del plomo utilizado varía de 2 a 3 mm, según la mayor o menor profundidad de los adornos y según la resistencia que se quiera dar. Se coloca una plancha de plomo sobre el modelo de hierro fundido y, utilizando mazos con puntas redondeadas y chasquidos de madera de álamo, se golpea para darle la forma general del modelo. La madera blanda de álamo es adecuada para este primer trabajo porque repele el plomo sin mancharlo de huellas a cada golpe como haría una madera dura. El trabajo se completa, por el contrario, con chasqueras de boj o carpe que permiten martillar y cincelar, por así decirlo, el plomo. La habilidad consiste en alimentar los huecos con material tomado de los llenos, de modo que el plomo repujado tenga en todas partes el mismo grosor que antes del trabajo."
El trabajo sobre el vil metal que se transforma...
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