Del sitio Catholic Net:
En el Monasterio de la Limpia Concepción de la ciudad de Quito, Ecuador, se hallaba orando la abadesa Mariana Francisca de Jesús Torres y Berriochoa cuando, de repente, Nuestra Señora hizo su aparición para anunciar terribles premoniciones y el triunfo de la Santa Iglesia.
El 2 de febrero de 1594 (cuando la ciudad de San Francisco de Quito tenía apenas 60 años de su fundación española), la Madre Mariana Francisca de Jesús Torres oraba como todas las noches en el coro alto, frente al altar mayor cuando, repentinamente, vio apagarse la llama que ardía frente al Santísimo, dejando a la capilla en completa obscuridad. De repente, una voz dulce y angelical le dijo: “Soy María del Buen Suceso, la Reina del Cielo y de la Tierra”, mientras una luz celestial iluminaba el recinto.
“Amada hija de mi corazón, Yo soy María del Buen Suceso, vuestra madre y protectora” y así comenzó una serie de predicciones que llenaron de angustia a Mariana de Jesús. Grandes herejías se abatirían sobre la Tierra a fines del siglo XIX y todo el XX. “La luz de la Fe se extinguirá en las almas debido a la casi total corrupción de las costumbres. En esos tiempos estará la atmósfera repleta del espíritu de impureza (...) habrá grandes calamidades, físicas y morales, públicas y privadas. El corto número de almas en las cuales se conservará el culto de la Fe y de las buenas costumbres sufrirá un cruel e indecible padecer ...”.
Continuó diciendo la Santa Madre que serían considerados mártires aquellos que se sacrificaran a sí mismos por la Iglesia y las naciones y que vendrían momentos en los que todo parecería perdido y paralizado, pero ese “.. será el feliz principio de la restauración completa”. También anunció la emancipación de España y el martirio del presidente D. Gabriel García Moreno el 6 de agosto de 1875.
Las predicciones hechas por Nuestra Señora a sor Mariana fueron terribles. Cataclismos, pestes, hambrunas, guerras sangrientas, invasiones y blasfemias;”...habrá una guerra formidable y espantosa en la que fluirá sangre de propios y ajenos, de sacerdotes seculares y regulares y también de religiosas”.
Sin embargo, sobre el final, palabras de esperanza inflamaron el ánimo de la religiosa: “...entonces es llegada mi hora, en la que Yo, de una manera asombrosa destronaré al soberbio Satanás, poniéndolo bajo mi planta y encadenándolo en el abismo infernal, dejando por fin libre a la Iglesia y a la Patria de su cruel tiranía”.
Lo que la Madre de Dios anunció, al igual que en Fátima siglos más tarde aunque con otras palabras, fue el triunfo de su Inmaculado Corazón: “Recen con insistencia pidiendo a nuestro Padre Celestial que ponga fin a tan malvados tiempos, por el amor del Corazón Eucarístico de mi Santísimo Hijo...”.
Nuestra Señora pidió también insistentes oraciones para que Dios envíe “... el Prelado que deberá restaurar el espíritu de los sacerdotes”. Prelado al que “dotaremos de una capacidad pura, de humildad de corazón, de docilidad a las diversas inspiraciones, de fortaleza para defender los derechos de la Iglesia” y de “un corazón tierno para que, cual otro Cristo, atienda al grande y al pequeño”.
La Virgen María indicó que Francisco del Castillo, el mejor escultor de Quito, tallase su imagen asegurando que serían los Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael quienes guiarían su mano.
El 16 de enero de 1611, temprano por la mañana, cuando las hermanas entraron en la capilla para orar, vieron la magnífica imagen en el coro irradiando luz hacia todas partes, milagrosamente transformada por los tres Arcángeles.
La Madre Mariana Francisca de Jesús Torres falleció en olor de santidad el 16 de enero de 1635. “Ha muerto una santa”, exclamó la futura Santa Mariana de Jesús Paredes, entonces con 17 años de edad.
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