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El 17 de abril de 1555, en la ciudad de Corbetta, próxima a Milán, ocurrió un suceso extraordinario que conmocionó a toda la región. Mientras tres niños jugaban en la plaza frente a la iglesia de San Nicolás, el Niño Jesús representado en un fresco de la Virgen María descendió milagrosamente de la imagen para unirse a ellos en su juego. Entre los niños se encontraba Giovanni Angelo della Torre, conocido como Navello, un niño de diez años sordomudo de nacimiento, quien, al ver al Niño, recobró de inmediato el habla y el oído. El milagro fue ampliamente documentado en la época y dio lugar a una intensa devoción popular.
La imagen de la Virgen, sentada en trono con el Niño en brazos, había sido pintada en la fachada de la pequeña iglesia. Según el testimonio, tras ver al Niño descender, la Virgen también se manifestó, descendiendo para recuperar a su Hijo. Este hecho, que a simple vista podría considerarse legendario, está respaldado por documentos históricos y una serie de milagros posteriores que fortalecieron la fe de la comunidad. En tan solo ochenta días, se registraron más de cincuenta milagros, entre ellos curaciones y prodigios, consolidando el título de “Madonna dei Miracoli” para la Virgen de Corbetta.
La respuesta de la comunidad fue rápida. En 1556, el Capítulo de los Canónigos decidió construir un Santuario para resguardar el fresco milagroso y dar acogida a los numerosos peregrinos. Aunque la construcción sufrió retrasos debido a guerras y pestes, la devoción nunca decayó. En 1562, el papa Pío IV concedió indulgencias plenarias al Santuario, y ya en el siglo XVIII el edificio adoptó su forma definitiva. En 1954, el Santuario fue consagrado, y en 1955, durante el cuarto centenario de la aparición, la imagen fue solemnemente coronada por el cardenal Giovanni Battista Montini, futuro papa Pablo VI.
El Santuario de Corbetta es hoy un lugar de veneración, riquísimo en arte y espiritualidad. De planta de cruz latina, alberga seis capillas laterales decoradas con obras de arte de gran valor. Entre ellas destaca la capilla de San Antonio con frescos de Stefano Montalto, y un crucifijo de madera del siglo XVII. El fresco milagroso de la Virgen, de estilo inspirado en el Trecento toscano, ocupa el altar mayor y sigue siendo objeto de continua peregrinación y devoción fervorosa.
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