20 de mayo de 2025

Nuestra Señora de Canchillas


Adaptado del Blog Chucalezna

Entre las herencias familiares llegó a mis manos una pequeña estampa de la Virgen de Canchillas. En algún momento se esfumó entre los incontables documentos familiares y la que creí perdida para siempre. Sin embargo, había quedado grabada en mi mente pues aquella imagen ofrecía cierto aire excéntrico que contrastaba con su religiosidad. Hace unos días, la reencontré mientras ordenaba algunas fotografías de mi familia por el lado paterno. 

En internet no abunda información histórica sobre esta virgen. Sin embargo, los estudios de la investigadora María Azucena Colatarci (Premio Konex 2014) y el sitio web "Jujuy le han puesto de nombre", me posibilitaron transitar un camino de descubrimiento de la Virgen de Canchillas y su relación con mi tía abuela, corroborando que era una activa devota.

La Virgen de Canchillas es una advocación de la Virgen de la Asunción y su celebración tiene lugar el 15 de agosto, en concordancia con la de la Asunción de la Virgen María. Su oratorio se encuentra en el paraje Canchillas, 8 km hacia el noroeste del poblado de Santa Catalina, en el departamento homónimo, muy cerca de la frontera con Bolivia. Santa Catalina es la segunda localidad más septentrional de Argentina, luego de El Angosto, y en el siglo XVIII fue un centro comercial muy activo, pues en esa zona la minería estaba en auge.

Los trabajos sobre la Virgen de Canchillas realizados por Colatarci, indican que esta imagen es propiedad de una familia del lugar. Para la celebración es trasladada desde su oratorio hasta la Iglesia de Santa Catalina, convocando a gran cantidad de devotos, tanto de Argentina como de Bolivia. Para el contexto en el cual se produce una manifestación de religiosidad que congrega población que habita a ambos lados de un límite fronterizo, la investigadora definió una categoría dada a conocer como devoción de frontera. Bajo esta denominación quedaría enmarcada la devoción a la Virgen de Canchillas. Asimismo, se hacen presentes pobladores oriundos de Santa Catalina, pero que por diversas razones residen en otros lugares.

Por otra parte, la imagen presenta la particularidad de que aún siendo privada, su celebración en Santa Catalina es general. No se trata de una fiesta patronal, pues la patrona de este pueblo es Santa Bárbara. Sin embargo, la celebración de la Virgen de Canchillas resulta emblemática.

Los relatos de los milagros de la Virgen se han transmitido de manera oral. No obstante, muchos de ellos han sido asentados, a modo de memoria, en dos grandes cuadernos resguardados por una devota residente de Santa Catalina.

En la publicación “Animadores” de la Prelatura de Humahuaca se encuentra un relato pormenorizado acerca de los orígenes de la imagen. Según el mismo, el matrimonio de Marcos Soria y María Rosa Zotar habría adquirido la imagen de yeso a fines del siglo XVIII. Eran pastores oriundos de Chirimayo, localidad ubicada 18 kilómetros al norte del pueblo de Santa Catalina, y construyeron para la Virgen un oratorio en un sitio cercano llamado Laguna, en las inmediaciones del cerro Tincuyoc. Dado que Tincuyoc significa “encuentro” en quechua, surgió la creencia que la imagen había sido “encontrada” en ese lugar. Pero en realidad el nombre hace referencia al encuentro o conjunción de tres cerros. También se postula que quien pudo haber obtenido esta pequeña imagen de la Virgen fue el hijo del matrimonio Soria, Agustín. Más allá de quien la adquirió, desde ese momento toda la descendencia se consagró al cuidado de la imagen.

Por aquella época era frecuente que santeros llegaran desde el Perú ofreciendo sus imágenes. Así fue que una imagen idéntica habría sido adquirida por la familia Alfaro, residente en los alrededores de la vecina localidad boliviana de Sarcari, a tan solo 6 km de Santa Catalina. La familia Alfaro también construyó un oratorio para esa imagen, tal era la costumbre local. Ambas imágenes siempre fueron muy veneradas, siendo conocidas como “Las vírgenes hermanas”, que todos los años eran llevadas a Sarcari y a Santa Catalina, respectivamente, para celebrar las misas en su honor y luego regresarlas a sus oratorios privados.

En 1836, María Soria, nieta de Marcos y María Rosa, contrajo matrimonio con Eugenio Calizaya y se establecieron en el paraje Canchillas, cercano a Santa Catalina, donde erigieron un nuevo oratorio. Así resurgió la creencia de que la Virgen había aparecido sobre las rocas de aquel lugar. Cincuenta años después, la nieta de María Soria, Anastasia Calisaya y su marido, Lorenzo Alvernas, se constituyeron como los primeros esclavos, es decir, encargados y cuidadores consagrados a la imagen de la Santísima Virgen de Canchillas, como una advocación de Nuestra Señora de la Asunción. Hacia 1890 ya se registraban peregrinaciones al Santuario de la Virgen de Canchillas, no sólo desde el pueblo de Santa Catalina sino también desde otros lugares.

Cien años después, la estructura de adobe del oratorio se encontraba muy deteriorado. Ante esta situación, en 1935, la señorita Epifania Nelson, docente de Santa Catalina impulsó la construcción del actual oratorio con la colaboración del juez de paz Ramón Saravia y Rueda y de otros devotos de la virgen. Aquella reconstrucción se logró con la ayuda económica del gobierno provincial. De esta manera, el 6 de enero de 1939 se trasladó la imagen de la virgen a la nueva capilla. Doce días después, Epifania Nelson fallecía muy joven.

La descendencia de Alvernas-Calisaya continuó con la devoción por la Virgen, siendo traspasada la responsabilidad como esclavos a su nieto, Jacinto Domínguez y a su esposa Nasaria, allá por 1940. Al fallecer Jacinto, en la década de los años 60, esta responsabilidad recayó sobre su hijo Ceferino, casado con Pilar Cardozo. En 1948, una tormenta eléctrica destruyó a la virgen hermana boliviana en el oratorio de Sarcari, perdiéndose, a partir de ese momento, toda referencia acerca de esa imagen religiosa.

Como en otras festividades documentadas en la Puna, días previos a la celebración central, devotos de la Virgen se trasladaban al oratorio para descender con la imagen hasta el pueblo.

El día 12 de agosto se preparaba la Virgen para el traslado y al anochecer se encendían las luminarias y se servía ponche. Esa noche, la banda de sikuris se presentaba junto al torito y a los caballitos que danzaban en adoración, mientras que los devotos pasaban la noche orando, preparándose para trasladar la Virgen al día siguiente.

Al otro día se daba comienzo a la procesión hacia Santa Catalina encabezada por la banda de sikuris y un flautista, al son de los cuales danzaban el torito y los caballitos. Durante todo el trayecto se oraba, se cantaba y cuando se descansaba se ubicaba a la Virgen sobre las peanas. Al llegar la Virgen a Santa Catalina todo el pueblo se había congregado para recibirla.

El 14 de agosto se celebraba la primera misa en su honor, encargada por el llamado “alférez de la aurora”. El almuerzo de ese día también era ofrecido por dicho alférez y, temprano en la tarde, ofrecía su casa para iniciar la “entrada de cera”. Este tramo de la celebración, comenzaba con la distribución de masitas, rosquillas y pan dulce acompañados con mistelas (licores y bebidas de diferentes colores) y luego, cada devoto recibía una vela muy adornada. A continuación, los alféreces y la concurrencia se trasladaban a la Iglesia al son de los sikus para depositar las velas al pie de la virgen. Los sikuris ingresaban al templo de rodillas, interpretando la adoración a la Virgen. A la noche tenían lugar las Vísperas, cuando nuevamente se distribuían velas con el significado de “en este valle de lágrimas, cada vela que brille es la fe con la esperanza de llegar al cielo, unidos en oración”. A continuación se encendían las luminarias del frente de la Iglesia al mismo tiempo que se lanzaban fuegos artificiales, bombas de estruendo y se hacían repicar las campanas. Los sikuris continuaban tocando para dar inicio al tradicional baile, mientras los alféreces servían vino caliente y ponche.

El día 15, se celebraba una misa con órgano, arpa y armonio. Luego se organizaba la procesión central encabezada por los “alféreces del día”, con bombas, campanas, sikuris y danza de los samilantes, del torito y los caballitos. Después de la procesión se llevaba a cabo la cuarteada frente a la iglesia y a la Virgen, que consistía en repartir la mitad de un cordero muerto con cuero entre mujeres y hombres, quienes debían cortar los cuartos del animal por medio de tirones rítmicos, para así poder quedarse con la parte ganada, lo que significaba la bendición de la Virgen (estos acontecimientos, hoy en día, se pueden encontrar registrados en video, en la web). Terminado este ceremonial, la Virgen regresaba al templo y los asistentes pasaban por la casa de los alféreces para almorzar. Generalmente se preparaban comidas tradicionales como asado de cordero, picantes, machorra y calapurka, condimentadas con chachacoma y llajua. 

En la actualidad, la devoción y celebración a la Virgen de Canchillas, cuya imagen se continuó traspasando entre generaciones de la misma familia, permanece la mayor parte del tiempo en su oratorio de Canchillas. El esclavo, quien se hace cargo del culto, prevee que alrededor del día 5 de agosto se traslade la imagen al pueblo de Santa Catalina para sus celebraciones. Una vez allí, se realizan la novena y la celebración central, la cual es de tal importancia para la iglesia católica que suele estar presente el párroco de La Quiaca y, en ocasiones, también el obispo de Humahuaca. La imagen permanece en el pueblo por un tiempo, generalmente hasta fines de octubre, cuando el esclavo vuelve a buscarla para reintegrarla al oratorio familiar.

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