La advocación de Nuestra Señora de Balvanera como referencia comunitaria se da en la República Argentina solamente en un barrio porteño, y su difusión en la América hispana está igualmente reducida. Tampoco son frecuentes en la parroquia de Buenos Aires que le está consagrada las manifestaciones de interés por los orígenes de esta devoción tan arraigada en la ciudad. En 1778 se erigió, por donación de Antonio González Varela, una casa de refugio para sacerdotes franciscanos. Desconocemos los motivos por los cuales estos beneficiarios se desprendieron de la casa y la entregaron al Obispado. Algo después éste la transformó en iglesia parroquial adjudicándole su tradicional nombre.
Ello ocurrió en 1833 y, como queda dicho, sin registro de sus antecedentes. El hecho nos pone también en presencia de otra incógnita: ¿cómo se nombraba a esta zona a la cual hoy no podemos imaginar con otro nombre que Balvanera? Por cierto que no podría ser Once, ya que esta designación heterodoxa se refiere a un acontecimiento de 1852 y por consiguiente posterior, ni mucho menos Congreso.
Tal vez Miserere, pero es improbable porque los corrales y matadero así conocidos no traspasaban las divisiones naturales establecidas por el arroyo Manso o Tercero del Norte o por el gran pantano comprendido entre las actuales Corrientes, Pasteur, Córdoba y Gallo y no hubieran podido comunicar su nombre a los terrenos así hidráulicamente separados que ahora integran la misma parroquia.
El mismo Tomás Rebollo, miembro unitario prominente del vecindario de entonces y relacionado familiarmente con el legendario Miserere dueño de los corrales tropezaría con dificultades al respecto. Otro tanto podría decirse de su vecino rosista Leandro Alén, padre de Leandro Alem, fundador del radicalismo, y abuelo de Hipólito Yrigoyen, cuya carrera de caudillo comenzó con su designación como comisario de Balvanera, cuando ese cargo era de naturaleza política.
De modo que Balvanera pasó a identificar una amplia geografía de quintas y baldíos que en el tiempo fundacional iba desde la actual Arenales hasta el Riachuelo y desde nuestra Callao-Entre Ríos de hoy hasta encontrarse al oeste con San José de Flores, parroquia que ya estaba fuera de la ciudad capital.
El Pilar, la Concepción, Montserrat son asimismo viejas parroquias de Buenos Aires consagradas a la Virgen cuyas advocaciones continúan en América el fervor de algunas regiones de España. Y es el caso igualmente de Balvanera, caso en el que no se ha podido aun identificar al riojano que trasplantó en suelo porteño el culto mariano de las montañas cantábricas.
Pero sí se sabe, en cambio, que ese culto florecía ya en el siglo I, apenas menor en importancia y antigüedad que el del Pilar de Zaragoza; su santuario está desde entonces en un sitio poco accesible, entre las fragosidades de los montes prepirenaicos que separan a La Rioja de Navarra, al norte de España. Como nosotros, con el desdén por la ortografía que caracterizaba a los fundadores de nuestro país, sustituimos en su momento la inicial V corta de Valvanera por la B larga, sin notar que el prefijo val suele ser una abreviatura de valle.
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