Se encuentra en Perugia (Umbría, Italia) desde 1473 y está tallado en piedra de cuarzo calcedonio, pero ya desde el siglo X se encontraba en Chiusi (Toscana, Italia), procedente de Jerusalén. Según la tradición, la Virgen lo habría entregado al apóstol Juan antes de morir. Mucho tiempo después, no sabemos cómo, llegó a manos de un comerciante de Jerusalén que lo vendió a un orfebre de Chiusi.
La leyenda de cómo llegó el anillo a Chiusi está contenida en un códice del siglo XI, conservado en la Biblioteca Angélica de Roma, descubierto por el padre Juan Crisóstomo Trombelli quien la transcribió en el año 1765 en su obra ‘Mariae sanctissimae vita ac gesta cultusque illi adhibitus’.
Hugo Tuscia, duque de Toscana se había casado con Judit, una sobrina del emperador Otón III. Un orfebre de Chiusi llamado Ranieri en 985 tuvo la noticia de que un judío romano de vuelta de Oriente había traído consigo diversas joyas y piedras preciosas. La duquesa lo envió a Roma con el encargo de comprar buenas joyas para ella. Y así lo hizo. El judío, para agradecerle la buena venta, regaló al orfebre un anillo de ónix de factura modesta. Raniero inicialmente se creía que se trataba de una burla, pero el judío le dijo que aquél anillo era tan precioso que no habría podido comprarlo ni con todo el dinero del mundo, porque era el anillo con el cual José desposó a María de Nazareth. Su familia lo había pasado de generación en generación y aunque no profesaran el cristianismo, lo habían conservado siempre con mucho respeto. Le dijo que lo guardase en un lugar digno y que le fueran devotos. El orfebre no dio demasiado crédito a las palabras del judío y cuando volvió a Chiusi lo puso en una caja junto con otras cosas y lo olvidó.
Después de unos años murió su único hijo. Pero durante la ceremonia fúnebre se produjo un prodigio: el muchacho abrió los ojos y se puso sentado sobre el ataúd. Contó que llegó a las puertas de paraíso donde vio a la Virgen quien le dijo de volver junto a su padre para convencerle que tenía que creer lo que se le había dicho a propósito del anillo. Y cogió una cajita que había sido colocada en la cabecera del ataúd, la abrió y sacó el anillo. Luego dijo que volvería al cielo pero que el anillo tenía que ser conservado en la iglesia de Santa Mustiola. Y así el anillo fue inmediatamente expuesto a la veneración de los feligreses en dicha iglesia.
Lo cierto es que el anillo estaba custodiado en la iglesia de Santa Mustiola desde el 989, aunque la fecha podría no ser exacta. Sucesivamente en 1251 fue llevado, por razones de seguridad, porque la iglesia estaba fuera de la muralla, a la catedral de San Secondiano. Otro cambio tuvo lugar en 1420, cuando fue llevado a la iglesia de San Francisco. En el siglo XV el anillo aun se encontraba en Chiusi, a cargo de los frailes franciscanos, pero en 1473 fue robado por uno de los frailes, Winter de Maguncia, de origen alemán, que tal vez quería llevarlo a su país. El fraile alemán estaba muy resentido con los habitantes de Chiusi porque, por lo que parece, le habían acusado injustamente de robar algunos cálices, y por este motivo le habían encerrado en la cárcel durante cuarenta días y fue incluso torturado. Robar la famosa reliquia habría sido su venganza.
Durante su huida de Chiusi, una espesa niebla lo obligó a quedarse en Perugia; pero arrepentido de lo que hizo decidió dejar la reliquia en ese lugar. Se la dio a un amigo, Lucas delle Mine que, a su vez, la entregó a un decenviro de la ciudad, en el Palacio de los Priores.
En cuanto el obispo de Siena descubrió el robo fue inmediatamente a Perugia para protestar pero el magistrado no devolvió el anillo porque consideraba que la llegada a Perugia del mismo había sido un don de la Providencia, por lo que así tenía que ser. Todos los siguientes intentos para recuperar la reliquia fueron inútiles. Se dio inmediata noticia al papa Sixto IV acerca de la llegada del anillo a Perugia y el papa no sólo dio su bendición sino que también autorizó su ostensión oficial.
En cuanto a Fray Winter, fue arrestado, y a pesar de su arrepentimiento, en 1474 fue procesado y condenado a la cárcel.
Durante algunos años el anillo fue conservado en la Capilla de los Decenviros de los Priores y sucesivamente, en cuanto fue terminada la catedral, en 1488, fue confiado a los canónigos de la Compañía de San José y conservado en la misma catedral, dedicada a San Lorenzo, en la Capilla de San José dedicada al Santo Anillo, donde aún hoy se guarda y se venera. El anillo dejó Perugia sólo en una ocasión, cuando el papa Sixto IV consiguió llevarlo a Roma y fue luego devuelto por Inocencio VIII.
El anillo, de color verde claro translúcido, es de calcedonio aunque anteriormente se creyó que era de ónix. Está custodiado en un precioso relicario, obra de los orfebres de Perugia Bino di Pietro y Federico y Cesarino del Roscetto, y está protegido por dos cajas fuertes, una de madera y otra de hierro, colocadas en una cámara a ocho metros por encima del altar, y protegidas por un frontal de madera. Para abrirlas son necesarias 14 llaves, siete de las cuales se conservan por el Ayuntamiento, cuatro por los canónigos de la Catedral, una por el arzobispo, una por el Noble Colegio del Cambio y una por el Colegio de la Mercancía. El anillo cuelga de una cadenita de oro, en el interior de su relicario, a su vez pegada a una corona de plata dorada con incrustaciones de piedras preciosas.
La reliquia se expone los días 29 y 30 de julio, en ocasión de la fiesta del Santo Anillo, es decir en la memoria litúrgica de la boda de la beata Virgen María y aniversario de la llegada a Perugia de la reliquia, y también el 12 de septiembre, fiesta del Santísimo Nombre de María. La ceremonia es conocida con el nombre de ‘La bajada del Santo Anillo’: después de la apertura de las cajas fuertes el relicario es bajado al nivel del altar de la capilla a través de un procedimiento mecánico con forma de nube plateada, seguido de la solemne ostensión. Últimamente también es retransmitida en directo sobre pantallas gigantes colocadas dentro y fuera de la catedral.
La tradición que atribuye el anillo a la Virgen María no tiene un fundamento real aun cuando el examen gemológico realizado en 2004 determinó que se trata de una pieza oriental del siglo I d.C. y su función podría haber sido la de un anillo-sello.
La fuerte determinación de Perugia de adueñarse de una reliquia tan importante (porque esto tiene todos los elementos para parecerse a un robo por encargo) podía ser la de aprovechar su situación geográfica ya que se hallaba en una zona de paso de los peregrinos que iban de Roma a Asís y viceversa. El anillo habría hecho de Perugia no sólo una ciudad de paso sino también de visitas devocionales con el consiguiente beneficio económico. A partir de 1487 se fundó la Cofradía del Anillo que institucionalizaba la veneración de la reliquia. Esto, junto con la fundación de la Compañía de San José por parte de Fray Bernardino de Feltre contribuyó a la institución del culto de la Sagrada Familia.
Como en los casos del ‘Sacro Cingolo’ de Prato o la Sangre de Cristo de Mantua –con sus doce llaves-, o las cenizas de San Juan Bautista, nos hallamos frente a una reliquia considerada como un elemento de unión entre el poder laico y religioso, que va más allá de su valor devocional y religioso para convertirse en un símbolo con el que toda la ciudad se identifica. Lo demuestra el hecho que la fiesta del Santo Anillo está incluida en el calendario de los recorridos históricos-artísticos organizados por el Ayuntamiento, que a su vez se enorgullece de haber custodiado inicialmente la reliquia en la capilla de los Decenviri del Palacio Municipal de los Priores.
Nota de José Luis Salvia: La fiesta de los esponsales de María y José se celebra el 23 de enero.