Del sitio de la Enciclopedia Mariana:
Al enterarse de las medidas tiránicas tomadas por el entonces emperador romano en Oriente contra los cristianos, el emperador de occidente, Constantino, levantó un poderoso ejército dirigido por la señal victoriosa de la cruz y, después de una campaña contra los bárbaros en Panonia —la actual Hungría— entró en el territorio, en el 322.
El triunfante Constantino, en nombre de Cristo y de la verdad, trabajó entonces para ofrecer el Imperio Romano reunificado al Rey de reyes y, como un nuevo Apóstol, proclamó hasta los confines de Oriente y Occidente, desde Mesopotamia hasta Gran Bretaña, la fe en el único Dios y en su Hijo encarnado para nuestra Salvación.
En un edicto proclamado en todo el Imperio, declaró que solo Dios debía ser considerado la causa de sus victorias y que había sido elegido por la Providencia para ponerse al servicio del bien y de la verdad. Animó a todos sus súbditos a seguir su ejemplo, pero sin obligar a nadie. A este nuevo imperio cristiano, que iba a durar mil años, decidió dar una nueva capital e, inspirado por una señal divina, el piadoso emperador eligió la pequeña ciudad de Bizancio, que ocupaba una posición central entre el oriente y el occidente.
Él mismo marcó los límites de la nueva ciudad y ordenó al maestro de obras Eufrata que no escatimara gastos para dotarla de monumentos y caminos públicos que sobrepasaran en gloria y magnificencia a todas las demás ciudades del mundo conocido.
Cuando la ciudad fue fundada el 8 de noviembre de 324, Bizancio recibió el nombre de Constantinopla y Nueva Roma, y posteriormente fue dedicada a la Madre de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario