18 de agosto de 2019

Nuestra Señora de Torcoroma de Ocaña

Del sitio Aleteia:

En Ocaña se afirma que el respeto a esta María Inmaculada va más allá de la devoción cristiana porque identifica a los nacidos en esta ciudad de más de cien mil habitantes, sin importar si son católicos o agnósticos o si tienen dinero o viven en la pobreza total, son pobres de solemnidad.

El diario La Opinión, de Cúcuta, capital de Norte Santander, departamento donde queda Ocaña, resume con claridad esta expresión religiosa y cultural: “La Virgen de Torcoroma es motivo de unión entre los ocañeros, estén donde estén… su aparición el 16 de agosto de 1711, no se discute, se celebra con gran pompa y regocijo y cada año sale en solemne procesión por las principales calles de la ciudad”.

La identidad de la región con su Virgen se debe a los múltiples testimonios que le atribuyen grandes milagros desde los primeros días de su hallazgo y a la curiosa leyenda sobre su aparición. Aunque ciertos documentos afirman que la imagen fue hallada en 1710 y solo se supo públicamente de ella al año siguiente, lo cierto es que fue encontrada por casualidad, en una montaña conocida con el nombre indígena de Torcoroma, a cinco kilómetros de la población.

En ese lugar agreste —aseguran los historiadores locales— vivían los esposos Cristóbal Melo y Pascuala Rodríguez y sus hijos, Felipe y José, todos dedicados a la agricultura, en especial, al cultivo de caña de azúcar y la producción de miel. Justamente en búsqueda de una madera para fabricar un recipiente, los jóvenes hallaron “un árbol de olorosas flores” y al que luego de derribar con hachas, le retiraron su corteza. Al abrir la madera, señalan viejos documentos eclesiásticos, sintieron un aroma especial y en la medida en que retiraban trozos, “observaron en medio de grandes resplandores, una imagen de María santísima, mi Señora, a modo de Concepción”.

La descripción de entonces coincide con la imagen que transcurridos más de tres siglos se venera hoy en Ocaña. Se trata de la Virgen de la Inmaculada Concepción labrada totalmente en madera a medio relieve, con las manos sobre el pecho, el rostro dirigido al cielo, una gran corona y parada sobre una media luna. La imagen no tiene matices ni colores diferentes a la tonalidad original de la madera descrita por sus descubridores.

Cristóbal y su familia conservaron el pequeño fragmento y durante un tiempo le rezaron el rosario. Sin embargo, las noticias del prodigioso hallazgo y las versiones de milagros a campesinos que padecían de lepra y otras enfermedades incurables se propagaron por la región y llegaron a oídos de la jerarquía eclesiástica que envió a un experto para que evaluara los testimonios y examinara a la Virgen.

El enviado de la curia, padre Diego Jácome Morinelli, comprobó que todas las versiones eran ciertas y a los pocos meses autorizó su veneración privada. Al mismo tiempo, en el sitio donde fue derribado el árbol de “olorosas flores”, brotó un manantial cuyas aguas cristalinas, según la creencia popular, tienen poderes curativos y purificadores.

En 1716 la Iglesia permitió que en el lugar de la aparición se levantara una capilla. Cinco años más tarde el obispo de Santa Marta, Antonio de Monroy y Meneses, autorizó su culto y dio el visto bueno para que la Virgen fuera trasladada al templo principal de Ocaña. Pasaron las décadas en las que sucedieron cosas extraordinarias en la vida de lo que hoy es Colombia y la Virgen de Torcoroma permaneció vigente en el imaginario de los católicos. Los levantamientos populares que condujeron a las guerras libertarias ni el cambio de un régimen colonial por uno republicano, ni las sucesivas guerras que desangraron al país, pudieron derribar la fe de los ocañeros.

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