En París en 1239, Luis IX rey de Francia (luego canonizado por la iglesia católica), lleva ya tiempo dando muestras de su interés por los asuntos religiosos. Su espíritu le conducirá unos años después a participar en la séptima y la octava cruzadas, muriendo en Palestina durante ésta última.
Pero en este año el futuro San Luis ha logrado adquirir por una elevada suma lo que para él resulta una pieza excepcional: la corona de espinas que ciñó la frente de Jesús durante su calvario. Una reliquia inigualable a la que el rey piensa acompañar de otros objetos igualmente de interés. Poco después ya posee un trozo del santo madero donde fuera crucificado Jesucristo.
Así pues, el rey toma la decisión de disponer dentro del conjunto de los palacios reales, de un templo donde pueda darse culto específico a estas reliquias procedentes de Tierra Santa.
Se encarga la construcción del edificio al arquitecto Pierre de Montreuil, quien da inicio a las obras en el año 1242, y las finaliza 6 años después, considerándose un plazo muy breve para la época. Surgió así la Santa Capilla de París, una de las joyas de la arquitectura gótica francesa.
Este templo relicario presenta numerosas pecularidades. Una de ellas es que se trata de un edifico de dos plantas. La capilla inferior, dispuesta en tres naves, se consagró a María Santísima de la cual se celebra hoy su dedicación y que tiene atribuidos muchos milagros.
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