Por
los ornamentos y los detalles de su imagen, por la riqueza del rito de
su procesión, por la pasión de sus devotos, las celebraciones por
nuestra Señora de la Consolata en el pueblo de Sampacho, Córdoba,
Argentina, bien pueden pasar por centenarias patronales en la homónima
Córdoba de España.
Su celebración es el
20 de junio, y en ella este pueblo riocuartense revive una historia de
patronazgo que ya lleva más de cien años. Con epicentro en el santuario,
reconocido como monumento histórico y patrimonio cultural provincial,
se espera siempre que el pueblo reciba a más de 30 mil personas; todo un
esfuerzo y un hito anual, pensando que lo habitan no más de 10 mil.
El Santuario de Nuestra Señora de la Consolota en Sampacho es uno de los tres emblemáticos puntos de peregrinación del sur de Córdoba, junto con la Catedral de Río Cuarto y el Santuario del Cristo de la Buena Muerte, de Reducción.
Inicialmente, el pueblo estaba a principios del siglo XX encomendado a los santos ángeles custodios. Pero la llegada de un sacerdote turinés, el padre Juan Mauricio Cinotto, transformó la historia de Sampacho. El cura hizo traer en 1905 una réplica del cuadro con la imagen de la Virgen venerada en su ciudad natal, y para 1911, la pieza hecha en madera por los hermanos Borgnogno, talla de más de 1,300 kilos por esplendor y volumen única en América. Pronto, el pueblo comenzó a recibir devotos de otras partes, particularmente para los 20 de junio, fecha en que la bellísima Virgen con el niño Dios en brazos es retirada del camarín y sacada en procesión.
El legado del padre Cinotto no acabó con la llegada de la imagen que transformaría el pueblo. También compró y regaló el monumental órgano traído desde su patria, con 1,227 tubos. Y emprendió las enmiendas de reconstrucción del templo, que sufrió los embistes del terremoto de 1934. En el camino, colaboró con el desarrolló del pueblo favoreciendo la creación de la primera cooperativa que permitió canalizar apoyos a productores, fundó la Caja Rural de Bulnes, y fundó el colegio de La Consolata. Anhelaba ver la parroquia convertida en santuario, designación que ocurriría semanas después de su muerte, en 1946. Toda su vida promovió la devoción a Nuestra Señora de la Consolata en Sampacho.
Otro sacerdote, el padre Oscar Luque Llamosas, fue fundamental a partir de 1946 para que el templo se convierta en una de las ocultas joyas arquitectónicas argentinas, que bien valen la visita hasta Sampacho para apreciar sus frescos y ornamentos, en particular el camarín y el altar mayor inaugurado en 1951, obra del artista italiano Esteban Fino.
La historia de Nuestra Señora de la Consolata en Turín se remonta, dice la tradición, hasta San Lucas. La historia en Sampacho es mucho más reciente. No obstante, despierta la misma devoción que la original, y ya recorrió un camino propio en el sur cordobés. El pasado 20 de junio miles fueron testigos de cómo en el pueblo de Sampacho se vive de las más interesantes manifestaciones de amor mariano de la Argentina.
El Santuario de Nuestra Señora de la Consolota en Sampacho es uno de los tres emblemáticos puntos de peregrinación del sur de Córdoba, junto con la Catedral de Río Cuarto y el Santuario del Cristo de la Buena Muerte, de Reducción.
Inicialmente, el pueblo estaba a principios del siglo XX encomendado a los santos ángeles custodios. Pero la llegada de un sacerdote turinés, el padre Juan Mauricio Cinotto, transformó la historia de Sampacho. El cura hizo traer en 1905 una réplica del cuadro con la imagen de la Virgen venerada en su ciudad natal, y para 1911, la pieza hecha en madera por los hermanos Borgnogno, talla de más de 1,300 kilos por esplendor y volumen única en América. Pronto, el pueblo comenzó a recibir devotos de otras partes, particularmente para los 20 de junio, fecha en que la bellísima Virgen con el niño Dios en brazos es retirada del camarín y sacada en procesión.
El legado del padre Cinotto no acabó con la llegada de la imagen que transformaría el pueblo. También compró y regaló el monumental órgano traído desde su patria, con 1,227 tubos. Y emprendió las enmiendas de reconstrucción del templo, que sufrió los embistes del terremoto de 1934. En el camino, colaboró con el desarrolló del pueblo favoreciendo la creación de la primera cooperativa que permitió canalizar apoyos a productores, fundó la Caja Rural de Bulnes, y fundó el colegio de La Consolata. Anhelaba ver la parroquia convertida en santuario, designación que ocurriría semanas después de su muerte, en 1946. Toda su vida promovió la devoción a Nuestra Señora de la Consolata en Sampacho.
Otro sacerdote, el padre Oscar Luque Llamosas, fue fundamental a partir de 1946 para que el templo se convierta en una de las ocultas joyas arquitectónicas argentinas, que bien valen la visita hasta Sampacho para apreciar sus frescos y ornamentos, en particular el camarín y el altar mayor inaugurado en 1951, obra del artista italiano Esteban Fino.
La historia de Nuestra Señora de la Consolata en Turín se remonta, dice la tradición, hasta San Lucas. La historia en Sampacho es mucho más reciente. No obstante, despierta la misma devoción que la original, y ya recorrió un camino propio en el sur cordobés. El pasado 20 de junio miles fueron testigos de cómo en el pueblo de Sampacho se vive de las más interesantes manifestaciones de amor mariano de la Argentina.
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