21 de enero de 2018

Nuestra Señora de Altagracia

Del sitio Advocaciones Marianas:
Protectora y Reina del corazón de la Republica Dominicana, su festividad se celebra el 21 de enero.
La República Dominicana, donde comenzó la evangelización del Nuevo Mundo, vive bajo el amparo de dos advocaciones marianas: Nuestra Señora de la Merced, que es la patrona principal, proclamada en 1616, durante el dominio colonial español, y la Virgen de la Altagracia, Protectora y Reina del corazón de los dominicanos.
La Isla de Santo Domingo, antigua Española, había sido llamada por sus habitantes taínos, Haití o tierra alta, Quisqueya, o Madre de la Tierra, Babeque o Bohío, Tierra de oro.
Cuando llegó a sus costas Cristóbal Colón, hace ya más de cinco siglos, el 5 de diciembre de 1492, comienza en ella a brillar el nombre de la Virgen María, aunque ya el 15 de octubre había llamado a otra isla "Santa María de la Concepción".
Existen documentos históricos que prueban que en el año de 1502, en la Isla de Santo Domingo, ya se daba culto a la Virgen Santísima bajo la advocación de Nuestra Señora de la Altagracia, cuyo cuadro pintado al óleo fue traído de España por los hermanos Alfonso y Antonio Trejo, que eran del grupo de los primeros pobladores europeos de la isla. Al mudarse estos hermanos a la ciudad de Higüey llevaron consigo esta imagen y más tarde la ofrecieron a la parroquia para que todos pudieran venerarla. En el 1572 se terminó el primer santuario altagraciano y en el 1971 se consagró la actual basílica.
Según la tradición, Nuestra Señora de Altagracia, fue vista en sueños por una joven en Higüey, Santo Domingo (así lo narra monseñor Juan Pepen en su libro "Dónde floreció el naranjo").
La piedad del pueblo cuenta que la devota hija de un rico mercader pidió a éste que le trajese de Santo Domingo un cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia. El padre trató inútilmente de conseguirlo por todas partes; ni clérigos ni negociantes, nadie había oído hablar de esa advocación mariana.
Ya de vuelta a Higüey, el comerciante decidió pasar la noche en una casa amiga. En la sobremesa, apenado por la frustración que seguramente sentiría su hija cuando le viera llegar con las manos vacías, compartió su tristeza con los presentes relatándoles su infructuosa búsqueda. Mientras hablaba, un hombre de edad avanzada y largas barbas, que también iba de paso, sacó de su alforja un pequeño lienzo enrollado y se lo entregó al mercader diciéndole: «Esto es lo que usted busca». Era la Virgen de la Altagracia. Al amanecer el anciano había desaparecido envuelto en el misterio.
Cuenta la tradición que, el 21 de enero la hija del mercader acompañada de varias personas, recibió a su padre en el mismo lugar donde hoy se encuentra el Santuario de Higüey, y que, lleno de alborozo en sus salutaciones, entregó aquél a su hija el tan esperado regalo. Desde ese momento, quedó establecido el venerado culto de la Virgen de Altagracia, confundida en sus principios con el nombre de la "Virgen de la Niña". El cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia tiene 33 centímetros de ancho por 45 de alto y según la opinión de los expertos es una obra primitiva de la escuela española pintada a finales del siglo XV o muy al principio del XVI. El lienzo, que muestra una escena de la Natividad, fue exitosamente restaurado en España en 1978, pudiéndose apreciar ahora toda su belleza y su colorido original, pues el tiempo, con sus inclemencias, el humo de las velas y el roce de las manos de los devotos, habían alterado notablemente la superficie del cuadro hasta hacerlo casi irreconocible.
Sobre una delgada tela aparece pintada la escena del nacimiento de Jesús; la Virgen, hermosa y serena ocupa el centro del cuadro y su mirada llena de dulzura se dirige al niño casi desnudo que descansa sobre las pajas del pesebre. La cubre un manto azul salpicado de estrellas y un blanco escapulario cierra por delante sus vestidos. María de la Altagracia lleva los colores de la bandera dominicana anticipando así la identidad nacional. Su cabeza, enmarcada por un resplandor y por doce estrellas, sostiene una corona dorada colocada delicadamente, añadida a la pintura original. Un poco retirado haca atrás, San José observa humildemente, mirando por encima del hombro derecho de su esposa; y al otro lado la estrella de Belén brilla tímida y discretamente.
El marco que sostiene el cuadro es posiblemente la expresión más refinada de la orfebrería dominicana. Un desconocido artista del siglo XVIII construyó esta maravilla de oro, piedras preciosas y esmaltes, probablemente empleando para ello algunas de las joyas que los devotos han ofrecido a la Virgen como testimonio de gratitud. La imagen de Nuestra Señora de la Altagracia tuvo el privilegio especial de haber sido coronada dos veces; el 15 de agosto de 1922, en el pontificado de Pío Xl y el 25 de enero de 1979 por el Papa Juan Pablo II, durante su visita a la Isla de Santo Domingo, coronó personalmente a la imagen con una diadema de plata sobredorada, regalo personal suyo a la Virgen, primera evangelizadora de las Américas.
Cabe mencionar que la República Dominicana tiene dos advocaciones marianas principales: la Virgen de las Mercedes, proclamada como Patrona de la Republica Dominicana en el siglo XVII; y la Virgen de la Altagracia, proclamada como Reina y Protectora del Pueblo Dominicano.

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