18 de marzo de 2024

Nuestra Señora de los Humildes

Del sitio El Blog de Deiber:

Este título se debe al ejemplo que la Madre de Jesús nos da de humildad. María es la Madre de los humildes porque, en cuanto recibió el encargo del ángel de ser la Madre del Salvador, se puso a su servicio, diciendo: "He aquí la esclava del Señor" (Lc 1, 38). A menudo, recibimos una tarea o una misión de alguien y queremos discutirla, diciendo: "¡Eso no es para mí, es para fulanito!". Otras veces, queremos discutir sobre nuestra capacidad para desempeñar ese papel, queriendo hacer las tareas más complejas que corresponden a nuestras capacidades, y despreciando las más sencillas. No es que ser la Madre de Nuestro Señor sea una tarea sencilla, ni mucho menos, pero la Virgen tiene la humildad de colocarse como sierva.

Los humildes son aquellos que merecen ser servidos, pero que se ponen a nuestro servicio. También nos lo enseña la Virgen cuando, sabiendo ya que llevaba en su seno al Hijo de Dios, se puso en camino hacia la casa de su prima Isabel. Fue a servir a su prima, que en su vejez se ocupaba del embarazo de Juan Bautista. Una persona humilde tiene la capacidad única de ponerse en el lugar de los demás, incluso antes que en el suyo propio.

La vida de la Virgen es una sucesión de lecciones de humildad. Más aún en un mundo competitivo como el nuestro. Al principio, la gente no reconoce al humilde, entre otras cosas porque no ve el reconocimiento en medio de una multitud ansiosa de minutos de fama. Hace falta otra mirada, más detallada, más escrutadora, para ver que la persona humilde destaca sobre las demás. Y el humilde siempre destaca, porque se encoge ante la arrogancia: "Yo soy pequeño, el otro es grande".

Quizá los teólogos, los estudiosos de la vida de Cristo, se fijaron primero en Dios Hombre, en su humildad, en su mansedumbre. Pero luego vieron también la humildad de María. Pronto se dieron cuenta de que Jesús tenía alguien en quien apoyarse. Por eso la Virgen es también Nuestra Señora de los Humildes.

OREMOS:

Virgen Santa, ¡cómo necesitamos aprender de ti la humildad! 

Enséñanos a callar cuando el momento pide que callemos nosotros, para que hable Dios. 

Enséñanos el don de ser servidores. La gracia de servir, de servir. 

Que estemos siempre disponibles para los demás, sin despreciar las tareas más elementales. 

Que sepamos esperar nuestro mérito, sin reclamar el lugar de los demás. 

Danos la empatía que tanto ha marcado tus caminos. 

Enséñanos a ponernos en el lugar del otro, haciéndole crecer en nuestra presencia, crecer en Dios.

Amén

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